HISTORIA7: EL IDIOMA HURRITA. Hurrita es el nombre que se usa por lo general para el idioma de los hurritas, un pueblo que llegó al norte de Mesopotamia alrededor del 2300 a. C. y que prácticamente había desaparecido hacia el 1000 a. C. El hurrita fue el idioma del reino Mitanni en Mesopotamia Septentrional y probablemente se habló al menos al comienzo de los asentamientos hurritas en Siria. Se cree que los hablantes de este idioma llegaron de las montañas de Armenia y se expandieron por el sureste de Anatolia y el Norte de Mesopotamia a comienzos del segundo milenio antes de Cristo. Los centros más importantes donde se hablaba era la capital Wassukanni y las ciudades Taite, Nuzi, Qatna y Alalach, así como la capital del reino hitita, Hattusas (Hattua).
Idioma hurrita
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Foto: Carta de Tushratta a Amenhotep III, British Museum.
Por Prof. Vartán Matiossián
LA CULTURA DE KURA-ARAX
LA COPA DE PLATA DE KARASHAMB
LOS HURRITAS
EL ARMENIO Y EL HURRITA
LA CULTURA DE KURA-ARAX
Durante la segunda mitad del IV milenio a.C. la vasta zona comprendida entre el Cáucaso, el trans-Eufrates superior y el lago Urmia comenzó a manifestar un estado cultural de uniformidad que se mantendría por más de un milenio. Esto ha sugerido una unidad étnica que los materiales prehistóricos, por su naturaleza intrínseca, se revelan insuficientes para demostrar.
La bibliografía de la antigua Unión Soviética suele llamarla “cultura de Kura-Arax”, a la par de otros nombres. Esta diversidad terminológica también se nota en la literatura occidental. El arqueólogo inglés Charles Burney ha acuñado “cultura transcaucásica temprana” (Early Transcaucasian Culture) como abreviatura de “cultura transcaucásica y anatólica oriental temprana”.
Los límites de su expansión llegan por el noreste hasta más allá del Gran Cáucaso, en Chechenia y el norte de Daguestán, donde los sitios arqueológicos parecen ser posteriores a los de Subcaucasia (*). La frontera este es una línea desde el centro de Daguestán (Kayakent), a través de Najicheván (Kültepe), hasta la orilla occidental del lago Urmia (Göytepe). El área también abarca la Subcaucasia central -aparente núcleo de irradiación-, la región del lago Van y las fuentes del Tigris. El extremo oeste parecen formarlo Karaz, cerca de Erzerum, y algunos parajes en las fuentes del Kizil-Irmak (Halys).
Esta cultura también penetró en el este y sudoeste de Georgia, Osetia meridional y, quizás, Osetia septentrional (1) . Se caracteriza por un incremento en la densidad de población y en el número de grandes poblados; establecimiento de poblaciones en las riberas altas de los ríos y en las laderas de las montañas; multiplicación de casas redondas, además de las rectangulares; aparición, hacia el fin del período, de grandes cámaras mortuorias coronadas por enormes túmulos; aumento en el uso de granos de cereal; cosecha con hoces de metal; desarrollo de la viticultura; uso de transporte rodado, caballos y mulas (2).
A fines del III milenio a.C. se produjeron importantes cambios en el Cercano Oriente. La cerámica pulida -sobre todo negra, pero también en tonos suaves-, difundida en centros del Medio Oriente como Cilicia (Mersín), Siria del norte (Amuq II y I), Palestina (Khirbet-Kerak, Beth-Shan, Tabara-el Akrad), Irán noroccidental (Göytepe, Yaniktepe), etc., ha recibido el nombre genérico de “cerámica de Khirbet-Kerak”. Se advierten horizontes totalmente similares a los de la meseta de Armenia o sus elementos característicos (3).
Burney ha correlacionado esta cultura con la presencia de los hurritas, sugerida en Kizzuwatna (la Cilicia clásica) hacia 2100, cuando se produjo la introducción de una cerámica pintada completamente diferente de los productos del Bronce Temprano III y con afinidades manifiestas con la cerámica de Siria septentrional. Esa cerámica pintada pudo derivarse de la región de Elazig-Malatiá (tercera fase de la “cultura transcaucásica temprana” o “cultura de Kura-Arax”). Su aparición en Cilicia -donde habría población indoeuropea (luvita) proveniente de Anatolia noroccidental hacia 2300- y en Siria -área de expansión semita muy anterior- se conecta con los nombres personales de Tell Chagar Bazar (río Habur), que datan de la época acadia (ca. 2200) (4).
Según el orientalista ruso Igor Diakonoff, la identificación de Khirbet-Kerak y Kura-Arax ha sido desestimada, y la ecuación mecánica de las áreas de Kura-Arax y de los hurritas es una simplificaciónv inaceptable: “Los establecimientos hurritas de Mesopotamia septentrional y de las áreas más allá del Tigris no han entregado hasta la fecha ninguna reliquia de la cultura de Kura-Arax. Por otro lado, no tenemos fundamentos para asumir que, por ejemplo, los ancestros de los chechenes o de los daguestaníes septentrionales fueran hablantes de las lenguas hurro-urartianas -a pesar del posible parentesco entre sus lenguas y el hurro-urartiano-, incluso aunque su territorio fuera incluido en el área Kura-Arax -en el sentido más amplio del concepto-” (5).
Por su parte, el orientalista alemán Gernot Wilhelm también ha rechazado la identificación de Khirbet-Kerak sobre bases cronológicas: la cerámica precede en varios siglos a la primera evidencia documentada de los hurritas, cuya presencia en Siria está atestiguada en los siglos XIX-XVIII a.C. No obstante, acepta que la distribución de esa cerámica podría indicar movimientos similares a los hurritas, en los que quizás estuvieran involucrados los protohurritas (6).
Estas observaciones replantean el riesgo de identificar una cultura con una etnia determinada y dejan espacio para suponer, como es natural, que una cultura puede asociarse con una o más etnias. Diakonoff había admitido, con justeza, que “las culturas arqueológicas, distinguidas fundamentalmente sobre la base de tipos cambiantes de cerámica y otros artefactos, están condicionadas en su composición por un gran número de factores locales concretos, no siempre étnicos, y no pueden equipararse de manera simple con las unidades de clasificación étnica” (7) .
Sobre esta base, el orientalista georgiano Tamaz Gamkrelidze y el lingüista ruso Viacheslav Ivanov han sugerido que la cultura de Kura-Arax incluyó distintos grupos étnicos que crearon una cultura material similar con diferencias locales -por ejemplo, el tipo de entierro: túmulos vs. cremación-. Entre ellos habrían figurado los hurritas, los sudcaucásicos y ciertas comunidades étnicas indoeuropeas (8).
LA COPA DE PLATA DE KARASHAMB
Un tesoro funerario del túmulo norte de Karashamb, en el norte de la República de Armenia, datado en los siglos XXII-XXI a.C. y perteneciente a la cultura de Kura-Arax, incluye una copa de plata labrada artísticamente que parece revelar lazos estrechos con las concepciones mitológicas indoeuropeas.
“Los temas mitológicos indoeuropeos expresados en las imágenes de la copa [de Karashamb. V.M.] están muy probablemente relacionados con su atribución etnocultural. El hecho de que dos piezas maestras relacionadas de la toréutica antigua hayan sido halladas en sitios sincrónicos de la cultura de Trialeti, sin tener contrapartidas cercanas fuera de los límites territoriales y cronológicos actualmente conocidos de esta cultura, puede testimoniar de por sí un origen local -en el sentido más amplio de la palabra- de las copas de Karashamb y Koruk-Tash, y de su afiliación con la cultura de Trialeti en la edad de bronce medio” (9).
La copa tiene seis bandas ilustradas que presentan una epopeya guerrera en un entorno de animales salvajes reservados a las cacerías rituales reales (leones, panteras o leopardos, ciervos): los preparativos de la guerra, la marcha al combate, la batalla, la decapitación de los prisioneros, su metamorfosis en lobos y la ofrenda del botín al monarca vencedor.
El primer registro muestra una caza de jabalí en dos fases: un perro persigue al animal, herido por una flecha y acosado por el león que le hace frente y por un leopardo. Completan la escena otros cinco leones y cuatro panteras o leopardos. El cazador, de perfil a la derecha, con la rodilla derecha en tierra, se prepara para lanzar una nueva flecha a la bestia negra, perseguida por tres leones y dos leopardos.
El segundo registro ilustra en tres escenas los preparativos de una batalla. Tres lanceros son precedidos por un sacerdote anunciado por tres músicos, uno de los cuales está sentado en cuclillas y toca la cítara, mientras los otros dos parecen soplar instrumentos de viento. Observan la escena siguiente, en la cual un “jefe” sentado en un trono, probablemente el mismo personaje que el cazador del registro anterior -hay un perro de caza a su lado-, se apresta a tomar la bebida ritual por el éxito de la batalla futura. Numerosos sacerdotes asisten a la escena; uno de ellos tiende una copa, otros dos levantan los brazos en actitud de plegaria. Otro sacerdote conduce un ciervo -con una luna creciente-hacia el sacrificio. Dos duelos oponen a un lancero con un soldado armado de una espada.
El tercer registro presenta en cinco “imágenes” el desarrollo del combate y de la victoria. En la primera escena, un lancero se apresta a matar a un jefe enemigo, desarmado, al que aferra por la cabeza; el vencido tiene una cola de lobo, que simboliza al condenado a la ejecución, resignado a su destino. La escena siguiente repite el mismo tema: un león real se inclina sobre un búfalo. En la tercera escena, los cadáveres decapitados de los vencidos están armados con espadas. También poseen la cola de lobo y un dios, monstruo con cabeza y patas de león y cuerpo de águila, los guía al reino de los muertos (10). En la cuarta escena, un lancero ultima al jefe de los portadores de espada, quien lleva una cola de vencido y está desarmado. La última escena representa al jefe-sacerdote-cazador sentado sobre un trono, blandiendo el hacha del poder supremo, con una pirámide de cabezas cortadas y las armas de sus enemigos ante él.
El cuarto registro es una ronda de leones y de leopardos alternados; el quinto, una orla de 38 filetes. El pie está adornado por el sexto registro, con cuatro leones y cinco leopardos.
Los tres primeros registros relatan una epopeya cuyo protagonista es un príncipe, a la vez cazador, sacerdote y dios-sol. Los otros tres podrían simbolizar el mismo esquema codificado, traspuesto al reino de los animales simbólicos: el león-rey representa al príncipe; el león-engendrador, al jefe de la tribu y fundador de una dinastía, mientras que la corona de filetes hace referencia al rey, divinizado y asimilado al sol (11) . Este príncipe parece combinar las tres funciones indoeuropeas: soberano y sacerdote (primera función), guerrero y cazador (segunda función), fertilidad (tercera función; el sol participa en esta última por su carácter benéfico) (12).
Una interpretación es que el héroe caza un jabalí con la ayuda de perros; los leones y leopardos simbolizan fuerzas sobrenaturales que apoyan al héroe en calidad de ancestros reverenciados. La muerte del jabalí inicia una cadena de hechos fatales que incluyen una guerra, quizás fratricida, que acaba con la muerte de muchos contendientes y la victoria de uno de los bandos. El arqueólogo armenio Vahán Hovhannisián ha planteado los siguientes paralelos indoeuropeos:
a) En la mitología griega, la caza del jabalí de Calidonia, enviado por Artemisa para castigar al rey Eneo, por su hijo Meleagro; la división de los despojos conduce a una disputa entre parientes y a una guerra que termina con la muerte del héroe. También cabe recordar la lucha entre Hércules y los centauros como derivación del combate con el jabalí de Erimanto.
b) En el “Cantar de los Nibelungos”, Sigfrido es asesinado después de una cacería, donde su primera víctima ha sido un jabalí. En ciertas variantes, el héroe cae durante una cacería del jabalí, a quien sus asesinos atribuyen la muerte de aquél. Este episodio lleva a una guerra entre parientes: Krimhilda y Etzel contra los burgundios.
c) En la saga céltica “La historia del jabalí MacDato”, el reparto del jabalí conduce a la lucha entre dos tribus irlandesas y a la muerte de muchos héroes. En el final de “La persecución de Dermot y Grania”, durante la caza del jabalí Bann-Gulbain muere el héroe Dermot O’Dyna, como castigo por un crimen de su padre. Esto provoca una guerra entre sus hijos y los hombres de Finn, quienes habían organizado la cacería fatal.
d) En la mitología india, Harischandra, rey de Ayodhya, muere cazando un jabalí enviado por Vishvamitra para devastar su reino. Tras soportar distintas pruebas, llega finalmente al reino de ultratumba.
e) En la mitología armenia, la figura de Artavazd, hijo del rey Artashés, reúne trazos de una personalidad histórica y otra mítica. Según el historiador armenio Movsés Jorenatsí (siglo V d.C.), su padre lo maldice y desaparece en los abismos del monte Ararat mientras caza jabalíes y onagros, tras luchar varias veces con sus hermanos (13).
La caza del jabalí como tema mítico es un motivo prácticamente desconocido en las civilizaciones no indoeuropeas de Medio Oriente. La muerte de Adonis y Atis, dioses de la muerte y resurrección, por obra de un jabalí es una trasposición griega del mito mesopotámico de Dumuzi e Inanna (Tammuz e Ishtar, en Siria), donde no aparece este animal (14).
A pesar de sus reservas, Diakonoff ha continuado asociando la cultura de Kura-Arax con los hurritas: “Ciertos seguidores de Ivanov y Gamkrelidze han intentado probar que la cultura de Kura-Arax era indoeuropea, basando sus conclusiones sobre un origen supuestamente indoeuropeo de los mitos ilustrados en artefactos de Kura-Arax. Huelga decir que la difusión de un mito -admitiendo que su interpretación sea correcta- no se limita necesariamente a un área lingüística” (15).
No obstante, cada cultura aporta a los mitos elementos diferenciales; recordemos los intentos de Kumarbi -padre de los dioses en la mitología hurrita- por recuperar su trono, que no existen en el caso de Cronos, su contrapartida helénica, a la que ha influenciado notoriamente. Por lo tanto, en ese sentido, se limitan necesariamente al área lingüística hurrita.
“El análisis del tema de la copa de Karashamb confirma la presencia y la dominación de una masa indoeuropea entre los portadores de la cultura arqueológica de Trialeti-Kirovakán. Los rasgos que caracterizan la copa como utensilio valioso, al igual que muchas peculiaridades estilísticas de sus escenas, además de idiosincrasias artísticas visibles, revelan trazas definidas de la influencia de los centros culturales en Asia Menor y, en menor medida, Mesopotamia. Las zonas de contacto más probable con influencias culturales de Asia Menor y Mesopotamia son las regiones occidentales de la meseta de Armenia, cuya cultura, en opinión de B.B. Piotrovsky, debe asociarse con los restos de la provincia de Trialeti-Kirovakán, hasta ahora no explorados por los arqueólogos -esto es especialmente cierto para los restos de la Edad de Bronce Medio-. Es precisamente aquí donde, a fines del III / inicios del II milenio a.C., se genera un centro de acumulación y fuente de impulsos culturales, y de migraciones dirigidas al este de la meseta de Armenia, en la región entre el Arax y el Kura. Los grupos étnicos indoeuropeos tomaron una parte activa en estos procesos” (16).
LOS HURRITAS
Una inscripción muy fragmentaria de Naram-Sin de Acad (2254-2218), que se refiere a sus conquistas en la Mesopotamia septentrional y en la región del Tigris oriental, presenta topónimos con componentes hurritas. Otra inscripción ceremonial acadia hallada en Nippur tiene nombres (Shehrin-ewri) y rasgos hurritas. La presencia hurrita temprana en el Cercano Oriente puede aducirse a partir del sumerio ta/ibira (“trabajador del cobre”), para el que se ha aportado evidencias de un origen hurrita, y los préstamos de plantas de zonas no esteparias en el acadio.
En el período que siguió a la caída del imperio acadio surgieron reyezuelos locales en el norte mesopotámico, en la zona intermedia entre el llano y las montañas. De allí proceden dos textos de Tish-atal y Atal-shen, quienes se proclaman reyes de Urkesh y Nawar. La primera ciudad parece ser Tell-Amuda, donde se halló la inscripción de Tish-atal (la más antigua que existe en hurrita), mientras que Nawar se ubicaría al este del Tigris. La fecha varía entre principios del siglo XXI a.C. y mediados del siguiente. Esas formaciones estatales llenaban el vacío generado por la desaparición del imperio acadio, que aún no había sido ocupado por la III Dinastía de Ur.
El predominio hurrita en la alta Mesopotamia suele fecharse en el siglo XVI a.C.; sin embargo, el nacimiento del reino de Hanigalbat-Mitanni debe retrotraerse a mediados del siglo XVII a.C., en cuyo final se ha comprobado una gran incursión de los hurritas de Hanigalbat durante el reinado de Hattusilis I de Hatti, ocupado en una expedición en el oeste, quien los venció con dificultad. No obstante, se aseguraron el control del territorio entre el Tauro y el Eufrates.
Mursilis I, hijo de Hattusilis, fue famoso por su campaña de 1595 contra Alepo y Babilonia; la metrópoli mesopotámica fue arrasada y quedó a merced de un pueblo proveniente de Irán, los casitas. La profunda crisis que sufrió el reino antiguo hitita después de su asesinato favoreció el surgimiento de Mitanni como potencia dominante durante los tres siglos subsiguientes, hasta su desaparición hacia 1270.
Durante la crisis de Hatti (siglos XVI-XV a.C.), cuando Mitanni estaba en el cenit de su poderío, en la meseta de Armenia y el Alto Eufrates se formó una serie de pequeños reinos: Tegarama, Zazzisa, Alha, Armatana, Arawanna, Ishuwa y otros.
Estas unidades políticas fueron conquistadas por Hattusili II. No hay referencias directas al respecto, pero en el reinado de su sucesor, Tudhaliya III (1400-1380), esos pequeños reinos se liberaron, lo que significa que Hattusili II los había ocupado. Durante esta época de antagonismo, el territorio del alto Eufrates y la meseta de Armenia fue protegido por los reyes mitanios, y las entidades políticas allí creadas tuvieron orientación mitania. Esto se explica porque en la zona gobernaban, en su mayoría, dinastías hurritas (17). Supiluliuma II (1380-1340), hijo de Tudhaliya III, reconquistó Ishuwa y los demás países citados, con lo que la región pasó a constituirse en un punto de apoyo para los hititas.
Ishuwa, localizada al este de la confluencia de las dos ramas del Eufrates, fue particularmente importante en este período por su posición estratégica y por el dominio de las minas cupríferas de Ergani-Maden. Poblaciones de habla indoeuropea parecen haber infiltrado su territorio en el III milenio, como lo indican los hallazgos de huesos de caballos en Koruçutepe y Norsuntepe, correspondientes al calcolítico tardío y a la edad de bronce temprano (18). Es posible que su herencia haya sido recogida por elementos hurritas a mediados del II milenio (19); el nombre Ishuwa parece derivarse del término “caballo” (i.e. *ek’wo > luvita jeroglífico asuwa “caballo”, arm. esh, genitivo ishoy “burro”; cf. hurrita eshshi, ishshiya “caballo”), en tanto que una de sus principales divinidades era el dios atmosférico hitita Pirua, cuyo símbolo era el caballo (20).
Uno de los hechos más salientes del reino de Mitanni es su relación con el elemento indoeuropeo. Sus reyes tenían nombres indoiranios (Shuttarna, Dushratta, Mattiwaza, etc.), junto con un segundo nombre hurrita, al igual que ciertos príncipes de Siria, y adoraban, entre otras, a algunas divinidades de aquel origen (Mitrasshil, Uruwanasshil o Arunasshil, Indra, Nasatyana). Una dinastía indoirania parece haber tomado la conducción de tribus hurritas en la zona de Urmia y creado Mitanni, cuyo nombre se habría derivado de los matienos, tribu localizada al sudoeste de ese lago (21).
Según el orientalista italiano Mario Liverani, en el marco de la crisis urbana hacia 1800, “una primera oleada de protoindoiranios llegó precozmente al extremo suroeste de Irán (poco después del comienzo de la crisis y de la reestructuración demográfica), para irrumpir en el Creciente Fértil con los portadores de nombres indoiranios del ambiente de los maryannu y Mitanni, y con la difusión del carro de guerra ligero y los caballos” (22).
La cría de caballos era conocida en el III milenio a.C. en Armenia y en las zonas montañosas de Irán. Un manual para su cría, escrito por el hurrita Kikkuli en el siglo XIV a.C. -conservado en traducciones al hitita y al acadio-, incluye siete glosas indoiranias (cinco números y dos nombres comunes). Varios términos para caballos, en uso hacia el siglo XIV a.C. en Nuzi, son de origen indoiranio cierto o presunto, y junto con los vocablos técnicos de Kikkuli permiten suponer que los indoiranios tenían experiencia al respecto. Una combinación de estas habilidades ecuestres y el uso del carro de dos ruedas sin dudas contribuyó a la expansión de Mitanni, aunque no deben omitirse las técnicas de sitio y el uso del arco compuesto.
Al redactarse ese manual, sin embargo, el indoiranio no era una lengua viviente; sus hablantes ya se habían fusionado con los hurritas, quienes poseían escritura y un nivel cultural relativamente más alto. El idioma infiltrado allí era un dialecto del indoiranio anterior a su división, con características que sólo aparecieron en las lenguas de la India en el I milenio a.C. y de las que el sánscrito carece. En consecuencia, se ha sugerido que debió relacionarse con el kafir, un grupo lingüístico intermedio entre el indio y el iranio, que sólo se preserva en los valles montañosos del noreste de Afganistán y en Cachemira. Se lo considera la primera rama que se separó del indoiranio y entró en su solar histórico. Es posible que se difundiera por la meseta de Irán antes de que oleadas posteriores lo absorbieran en la segunda mitad del II milenio a.C. (23).
El orientalista argentino Bernardo Gandulla ha enunciado una hipótesis sobre la base del modelo de la “oleada de avance” (Ammerman y Cavalli-Sforza), fundado en la expansión de una comunidad lingüística por motivos de subsistencia, con tecnología superior de explotación que permite la imposición de la agricultura y la ganadería (24). Hacia 6500, un movimiento de agricultores y pastores habría partido desde Çatal Hüyük -donde Renfrew localizó el hogar original indoeuropeo-, llegando al sur del mar Caspio, tras bordear el Cáucaso, alrededor del 4000. En su trayecto, en un proceso de integración con los protohurritas, esa oleada generó una etnia híbrida (“indohurrita”) por sustitución lingüística.
En el III milenio, una saturación poblacional en la región de confluencia habría provocado un nuevo desplazamiento, hacia el centro y sur de Irán y hacia Pakistán, y el de otra rama en dirección oeste (25). Esta última, la “indohurrita”, habría dado origen a Mitanni e incluía elementos indoiranios residuales: “A mi juicio esta posibilidad podría establecerse a partir de las formas sincréticas de las divinidades conocidas por documentos históricos, las relaciones de parentesco a nivel de las elites gobernantes, la onomástica y algunos aspectos de la estructura político-social (como el caso y situación de los maryannu)” (26).
Aunque la cronología de Renfrew ha sido fuertemente criticada y un movimiento indoeuropeo en fecha tan temprana (VII-V milenio a.C.) es improbable, pensar a los hurritas como resultado de una hibridación y no de un proceso simbiótico (superestrato indoiranio y substrato hurrita) parece una salida razonable para elucidar el problema de Mitanni.
Esa hibridación puede haberse producido a través de elementos indoiranios que bajaran al Asia Anterior por el este de Subcaucasia a principios del II milenio a.C., ocupando espacios en la zona de Urmia. Es factible que, tras separarse de la unidad armeno-greco-irania latente en la cultura de Kura-Arax, la interacción con hurritas provocara ese proceso.
El origen de los carros de guerra continúa siendo problemático. Ni la Mesopotamia, ni Siria disponían de la madera y de los equinos necesarios para desarrollar los carros de dos ruedas que constituyeron la fuerza de choque principal en las grandes contiendas de la Edad del Bronce. Su primer uso como arma de guerra y más específicamente táctica data de la segunda mitad del siglo XVII a.C.: conductores de carros aparecen con los ejércitos de Hattusilis I de Hatti, Yarim-lim III de Alepo y los hicsos que conquistaron Egipto (27). Estas referencias son casi simultáneas al surgimiento de Mitanni y puede suponerse que, al menos en los casos de Hattusilis I (y su sucesor Mursilis I) y de los hicsos, el uso de carros fue el factor que permitió sus éxitos militares.
El carro de guerra se considera en la actualidad como un desarrollo del Cercano Oriente y no, como antes, una importación de los indoiranios (28). Es posible que los hurritas lo perfeccionaran y fueran sus difusores. A la vez, pudieron tomar sus conocimientos, junto con la materia prima -maderas y caballos- de una fuente inmediata: Armenia.
Según el faraón Amenofis II (1450-1425), la madera de su carro provenía “del país de Naharin” (29). En sus inscripciones, Tutmosis I (1526-1512) y Tutmosis IV (1425-1417) designan a Mitanni como Nahrina, término que se identifica con el Aram Naharaim bíblico y ha sido explicado como “país de los ríos” (semita nahr, “río”) (31). Su lectura correcta parece ser Nahraini “ríos mellizos” (32). Evidentemente, la madera debía provenir de la zona al norte de Mitanni, es decir, Armenia, pues la Mesopotamia carece de vegetación arbórea. Estudios modernos han determinado que la fabricación de un carro egipcio del siglo XIV a.C. fue realizada con madera del área limitada al este por el mar Caspio y del sur al oeste por una diagonal trazada desde la ribera meridional de ese mar hasta la costa del mar Negro en la vecindad de Trebizonda (30).
Los vehículos hallados en los túmulos de Lëchashén (ca. 1500), a orillas del lago Seván, al este de la República de Armenia, han revelado el grado de avance de la manufactura de la región, que empleaba la madera local (roble, olmo, haya y pino) como materia prima. Los carros de dos ruedas difícilmente hubieran sido introducidos allí desde Mitanni, sino que con mayor posibilidad constituyeron un desarrollo autóctono (33).
EL ARMENIO Y EL HURRITA
El hurrita se escribió desde la segunda mitad del III milenio hasta el siglo XII a.C. y se habló hasta que en el I milenio a.C. lo desplazó el arameo. Junto con el urartiano, constituye una familia aparte dentro de las lenguas del Asia Anterior. Urartú aparece en el siglo XIII a.C., cuando el hurrita estaba ampliamente difundido. Este último continuó en uso entre los siglos IX y VI a.C., fecha de registro del urartiano. Ambas lenguas son ramas de una lengua madre, ya separadas hacia el III milenio. Hay variaciones gramaticales, fonéticas y léxicas significativas: la conjugación, la negación y la sintaxis son totalmente diferentes, la declinación de los sustantivos muestra variantes, y aparecen divergencias notorias en el léxico (34).
Según Diakonoff, las palabras de origen hurrita en el armenio son términos de sustrato referidos a plantas, animales e instituciones sociales locales durante el primer milenio a.C. (35). Sin embargo, como dice el lingüista armenio Guevorg Djahukián, “los contactos armenio-hurritas probablemente debieron haberse fortalecido desde los tiempos de poderío del estado hurrita-hablante de Mitanni, a partir del siglo XVI-XV a.C. No sería correcto explicar las coincidencias léxicas por contacto de los armenios con remanentes tardíos de los hurritas o por medio del urartiano emparentado con el hurrita” (36).
El término armenio jorr (“avaro”), citado por única vez en un comentario del Evangelio de San Marcos del siglo XIII, es muy interesante (37). Su origen, según el orientalista armenio Grigor Ghapantsián, es el etnónimo hurri; en ciertos lugares, los hurritas debieron ser mercaderes astutos, característica que los armenios registraron (38). Esto debió ser producto de un contacto directo y prolongado cuando los hurritas eran protagonistas en el plano internacional, es decir, antes del siglo XII a.C. De ese mismo etnónimo, recordemos, se derivó el adjetivo sumerio hurum (“loco”)(39).
El contacto armenio-hurrita incluye los siguientes préstamos:
1) Arm. jëndzor (“manzana”), hurr. hinzuri (“manzana, manzano”) (40)
2) Arm. nurn (“granada”), hurr. nuranti (“granada”) (41)
3) Arm. tul’t (tught, “malvavisco”), hurr. tuldi (“cierta planta”) (42)
4) Arm. jal’ol’ (jaghogh, “uva”), hurr. haluli (“cierta fruta”) (43)
5) Arm. anag (“estaño”), hurr. anagi (“estaño”) (44)
6) Arm. salor (“ciruela”), hurr. salluri (“ciruela”) (45)
Estos términos no aparecen en el vocabulario urartiano y, por lo tanto, se catalogan como hurritas sólo de manera convencional. Viceversa, ciertos préstamos del urartiano al armenio figuran como tales por su ausencia en el hurrita. En esencia, el problema es la escasez de material léxico de ambos, lo cual impide una determinación cierta y firme de su relación con el armenio.
Por el mismo motivo, la falta de términos armenios en el hurrita, aducida por Diakonoff como prueba del carácter tardío de la presencia armenia en su solar histórico (46), es relativa.
Notas
(*) Usamos el término neutro “Subcaucasia” para designar la región al sur de los montes Cáucaso. La forma habitual, “Transcaucasia”, es geográficamente inexacta pues designa la región con una visión centrada en Moscú.
1. Igor Diakonoff, The Prehistory of the Armenian People, Delmar, 1984, 9.
2. Cf. Thomas Gamkrelidze y Viacheslav Ivanov, Indo-European and the Indo-Europeans: A Reconstruction and Historical Analysis of a Proto-Language and a Proto-Culture, vol. I, Berlín, 1995, 789. El entierro en túmulos hacia 3500 en la zona esteparia donde confluyen los ríos Kura y Arax (Uch-tepe, Mingechaur, Bedeni) ha sido considerado prueba de infiltraciones indoeuropeas en el Cáucaso desde la zona de la estepa póntico-caspiana (Shan Winn, “Burial Evidence and the Kurgan Culture in Eastern Anatolia c. 3000 B.C.: An Interpretation”, Journal of Indo-European Studies [Washington], Spring-Summer 1981, 116-118). No se descarta que haya sido un desarrollo local (cf. James Mallory, In Search of the Indo-Europeans. Language, Archaeology and Myth, Londres-Nueva York, 1992, 231-233).
3. Harutiún Martirosián, Emma Janzadián e Igor Diakonoff, “La edad del bronce temprano en Armenia”, en Historia del pueblo armenio, t. I, Ereván, 1971, 139 (en armenio).
4. Charles Burney y David M. Lang, The Peoples of the Hills. Ancient Ararat and Caucasus, Londres, 1971, 48-51. Para una hipótesis sobre las oleadas hurritas, cf. Igor Diakonoff, “Evidence on the Ethnic Division of the Hurrians”, en M. A. Morrison y D. I. Owen (eds.), Studies on the Civilization of Nuzi and the Hurrians, vol. 1, Winona Lake, 1981, 88-89.
5. Diakonoff, The Prehistory, 10, 145.
6. Gernot Wilhelm, The Hurrites, Londres, 1994, 6.
7. Diakonoff, The Prehistory, 3.
8. Gamkrelidze e Ivanov, Indo-European and the Indo-Europeans, 33-34. Sobre el tema de la presencia indoeuropea a fines del III milenio a.C., cf. Vartán Matiossián, “Soles y orígenes: el mito armenio de la Creación”, Transoxiana (Buenos Aires), vol. 2, 2001 (www.salvador.edu.ar/transox/0102/soles.html).
9. Cf. V. E. Oganesián [Hovhannisián], “A Silver Goblet from Karashamb”, Soviet Anthropology and Archaeology (Armonk), Spring 1992, 99. Otra copa de tipo similar se ha descubierto en un túmulo de Koruk-Tash, en Trialeti; para un analisis, cf. G. E. Areshián, “Tema indoeuropeo en la mitología de la población entre el Kura y el Arax en el II milenio a.n.e”, Vestnik Drevnei Istorii, 4, 1989, 84-102 (en ruso).
10. Cf. la representación del dios sumerio Imdugud (babilonio Anzu), ave tempestad que roba a Enlil las tablillas del destino (Charles Roux, Mesopotamia. Historia política, económica y cultural, Madrid, 1990, 213; Myths from Mesopotamia. Creation, The Flood, Gilgamesh, and Others, traducción de Stephanie Dalley, Londres, 1992, 203-227).
11. Hakob Simonián, “Pasteurs et chefs de guerre au Bronze moyen (XXIIIe-XXII siècle avant J.-C.)”, en J. Santrot (ed.), Arménie. Trésors de l’Arménie ancienne, París-Nantes, 1996, 65-66 (noticia de Ashot Pilipposián y Jacques Santrot).
12. Jean Haudry, Les indoeuropéens, París, 1985, 75.
13. Oganesián, “A Silver Goblet”, 97-99.
14. Cf. James Frazer, The Golden Bough, Londres, 1993. 327, 347 (hay traducción castellana: La rama dorada, Fondo de Cultura Económica, México).
15. Igor Diakonoff, “Language Contact in the Caucasus and the Near East”, en T. Markey y J. Greppin (eds.), When Worlds Collide. Indo-Europeans and Pre-Indo-Europeans, Ann Arbor, 1990, 65.
16. Oganesián, “A Silver Goblet”, 99-100.
17. Hrayr Avetisián, “La meseta de Armenia en el ámbito de las relaciones bélico-políticas hurro-hititas”, Patma-Banasirakán Handés (en armenio), 1-2, 1996, 226 (en armenio).
18. Winn, “Burial Evidence and the Kurgan Culture”, 116.
19. Mallory, In Search of the Indo-Europeans, 232.
20. Armén Petrosián, El mito de Aram en el contexto de la mitología indoeuropea y el problema del etnogénesis armenio, Ereván, 1997, 149-150 (en armenio).
21. Igor Diakonoff, “Los arios en el Cercano Oriente: fin del mito”, Vestnik Drevnei Istorii (Moscú), 4, 1970, 61-62 (en ruso). Se atribuye el préstamo en el armenio de marmín (“cuerpo” < sánsc. marman “miembro; parte indefensa del cuerpo” < i.e. *mel “miembro”) y djamb (“alimento”, djambem “alimentar trozando; dar de comer, cuidar” < sánsc. jambhate “toma con los dientes” < i.e. g’embh “masticar”) al período de relaciones entre Mitanni y Azzi-Hayasa (siglos XV-XIII a.C.), país ubicado al noroeste de la meseta de Armenia, con población parcialmente de habla armenia (Guevorg Djahukian, “Did Armenians Live in Asia Anterior Before the Twelfth Century B.C.?”, en T. Markey y J. Greppin, When Worlds Collide, 30).
22. Mario Liverani, El antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía, Barcelona, 1995, 700.
23. Diakonoff, “Language Contact”, 64-65.
24. Colin Renfrew, Archaeology and Language. The Puzzle of Indo-European Origins, Londres, 1989, 124-131 (hay traducción castellana: Arqueología y lenguaje. El enigma de los orígenes indoeuropeos, Crítica, Barcelona).
25. Cf. Mallory, In Search of the Indo-Europeans, 39-40.
26. Bernardov Gandulla, “Los indo-hurritas en el Cercano Oriente antiguo (IV a II milenio a.C.). Problemas actuales para su estudio”, Orientalia Argentina (Buenos Aires), vol. XI, 1994, 57-61.
27. Robert v Drews, The End of the Bronze Age. Changes in Warfare and the Catastrophe ca. 1200 B.C., Princeton, 1995, 104-106.
28. Wilhelm, The Hurrites, 19.
29. Cf. Roger T. O’Callaghan, Aram-Naharaim. A Contribution to the History of Upper Mesopotamia in the Second Millennium B.C., Roma, 1963, 134.
30. Robert Drews, The Coming of the Greeks. Indo-European Conquests in the Aegean and the Near East, Princeton, 1989, 120.
31. Abraham Malamat, “Siria y Palestina en la segunda mitad del segundo milenio”, en E. Cassin, J. Bottéro y J. Vercoutter (eds.), Los imperios del antiguo Oriente, vol. II, Madrid, 1983, 158, 163; Wilhelm, The Hurrites, 24, 28.
32. Diakonoff, The Prehistory, 185.
33. Cf. Burney y Lang, Peoples of the Hills, 105-106.
34. Wilhelm, The Hurrites, 4. Cf. M. Khachikyan, “Sur la characteristique typologique de l’Hourrite et l’Ourartien”, en D. I. Owen (ed.), Studies on the Civilization and Culture of Nuzi and the Hurrians, vol. 7, Winona Lake, 1995, 21-27.
35. Diakonoff, “Language Contact”, 65, cuyos paralelos vinculados con instituciones sociales (arm. al’j [aghj] “linaje”, hurr. allae “señora”, * alla(e)hhi “señorial”; arm. al’ajín “sierva”, hurr. *alla(e)hhini “ecónomo, ecónoma”; arm. tzará [tzaray], hurr. sarre “botín”) (Diakonoff, The Prehistory, 186) son semánticamente improbables.
36. Guevorg Djahukián, Conversaciones sobre la lengua armenia, Ereván, 1992, 37 (en armenio).
37. rachiá Acharián, Diccionario etimológico armenio, vol. II, Ereván, 1973, 399 (en armenio).
38. Grigor Ghapantsián, Historia de la lengua armenia, vol. 1, Ereván, 1961, 114 (en armenio). Cf. Guevorg Djahukián, Historia de la lengua armenia. Período prelítero, Ereván, 1987, 425 (en armenio).
39. Samuel Kramer, The Sumerians, Chicago, 1963, 287.
40. Ghapantsián, Historia, 112-113; Neshán Mardirosián, “Una contribución a la lexicología hitito-armenia”, Patma-Banasirakán Handés (Ereván), 2, 1972, 176 (en armenio); John Greppin, “The Anatolian Substrata in Armenian-An Interim Report”, Annual of Armenian Linguistics (Cleveland), vol. 3, 1982, 71; Igor Diakonoff, “Acerca de la prehistoria de la lengua armenia (de hechos, testimonios y lógica)”, Patma-Banasirakán Handés (Ereván), 4, 1983, 165 (en ruso).
41. Diakonoff, “Acerca de la prehistoria”, 165. Alternativamente, nurn puede derivarse del acadio nurimdu (“granada”) (Djahukián, Historia, 426).
42. Ghapantsián, Historia, 112; Djahukián, Historia, 425.
43. Guevorg Djahukián, “Etimologías”, Banber Erevani hamalsaraní (Ereván), 2, 1983, 92-93 (en armenio).
44. Djahukián, Historia, 425.
45. Igor Diakonoff, “Ancient Near Eastern Substrata in Armenian”, Annual of Armenian Linguistics (Cleveland), vol. 3, 1982, 17.
46. Diakonoff, “Language Contact”, 65.
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¿QUIENES ERAN LOS HURRITAS?
Por JUAN OLIVA.- UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA
1. Descubrimiento.
Los estudios de Asiriología tuvieron pronto conocimiento de la existencia de un pueblo establecido desde tiempos remotos en el área norsiro-mesopotámica, distinto a otros pueblos conocidos del Próximo Oriente antiguo: sumerios, semitas (acadios, asirios y babilonios) y semitas occidentales (amoritas, cananeos, arameos), hititas, indo-arios, casitas y elamitas.
Este pueblo o, si se prefiere, el conjunto de los pueblos hurritas se caracteriza esencialmente desde el punto de vista histórico por el uso de una lengua (también escrita en caracteres cuneiformes) que no era semítica ni estaba emparentada con el sumerio ni con otras lenguas de la zona, salvo por aspectos muy generales de su morfología. Esta lengua ha sido denominada en la historiografía asiriológica “hurrita”, en razón del término étnico y geográfico con que se designa al pueblo que la hablaba y su zona de asentamiento en las fuentes escritas del II milenio a. de C., muy especialmente en textos acadios y egipcios.
Actualmente, el apelativo “hurrita” define por extensión un pueblo asociado a una lengua y a una entidad geo-política instalada en una amplia franja del norte de Siria y Mesopotamia, entre finales del III milenio y la primera mitad del II milenio a. de C. La relevancia y papel histórico de este pueblo en el III milenio son todavía poco conocidos, ya que es extraordinariamente escasa la información que se tiene sobre los hurritas en este periodo. Es sin embargo a comienzos del II milenio cuando numerosas pruebas documentales, fundamentalmente textos, permiten conocer más datos acerca de este pueblo y de su influencia en la historia y civilización del Próximo Oriente antiguo.
2. Las fuentes.
En la terminología asiriológica, el vocablo “hurrita” deriva del nombre geográfico acadio hurri, el cual no representa probablemente sino un original empréstito hurrita del término étnico original: hurwe/hurre que significa “mañana”, “el Este” y, por extensión, “la tierra (de procedencia) de los hurritas”. Curiosamente, en otras lenguas caucásicas este mismo lexema encuentra una sorprendente correspondencia con significados similares dentro del mismo campo semántico.
Hurri (hurrita) suele designar en los textos acadios del II milenio una imprecisa entidad geo-política norsiro-mesopotámica, que alcanzó su esplendor con el poderoso imperio de Mittanni entre 1600 y 1350. El paulatino asentamiento de elementos hurritas en el norte de Siria y Mesopotamia trajo como consecuencia no sólo la introducción de tradiciones autóctonas hurritas en dicha región, sino también su determinante influencia en la cultura hitita, pues los hurritas parecen haber vinculado a Anatolia con la civilización siro-mesopotámica, introduciendo allí, entre otras obras, no sólo mitos babilónicos en acadio y diversas creaciones literarias originales, básicamente mitos, sino también obras que, al parecer, heredaron de los semitas occidentales tras su encuentro en Siria. Los hurritas trasladaron además a Anatolia importantes elementos de su religión, hurritizando de hecho el panteón hitita mediante la introducción de ciertas divinidades entre las que destacan singularmente las diosas Shaushga y Hebat que, ciertamente, representan tradiciones hurritas distintas en su compleja evolución religiosa.
En comparación con las fuentes escritas en otras lenguas del Próximo Oriente antiguo, son muy pocos los textos redactados en lengua hurrita que se conservan. Estas fuentes proceden de diversos lugares, algunos muy separados entre sí, y se datan en distintos periodos de la historia antigua del Próximo Oriente. De este material destaca singularmente la célebre Carta de Mittanni, dirigida por el rey mitáneo Tushratta a Amenofis III de Egipto en los últimos años del reinado del faraón, y hallada, entre otras muchas cartas redactadas en acadio, en el famoso archivo de Tell El-Amarna en 1887. Dada su excepcionalidad y extensión, este texto constituye aún en los estudios de hurritología una verdadera piedra angular para el desciframiento de la estructura y funcionamiento del hurrita en una fase madura de su evolución hacia 1350 a. de C.
Pero los testimonios hurritas más antiguos se remontan a la segunda mitad del III milenio. El documento más antiguo conocido es una inscripción real de Atal-shen, rey de Urkish y Nawar, redactada en acadio, que parece poder datarse hacia la época de los Gúteos o en la primera fase de la III dinastía de Ur. De época algo posterior es la inscripción del rey de Urkish, Tish-atal, redactada esta vez en hurrita, y que constituye hasta el momento el documento más antiguo que se conoce en esta lengua. Ambos textos ponen de manifiesto la existencia de un estado hurrita ya a finales del III milenio en los nacimientos más orientales del río Habur, afluente del Éufrates. Pero la inscripción de Tish-atal muestra, además, que los hurritas ya habían adoptado en el periodo de Acad, o poco después, el sistema de escritura cuneiforme adaptándolo a su propia lengua.
A este material han de añadirse algunos sellos aproximadamente de la época de Ur III y otros testimonios paleohurritas procedentes de Hattusa (Bogazköy), la capital hitita, entre los que destaca una lista de reyes hurritas del periodo de Acad que cita verosímilmente a Atal-shen junto a los reyes acadios, desde Sargón a Shar-Kali-Sharri, y a otros reyes de la región del alto Éufrates y del noreste del Tigris.
Por otra parte, siete documentos hurritas procedentes de Mari representan hasta el momento el material textual hurrita más antiguo del II milenio, datable en tiempos paleobabilónicos. El denominador común de esta documentación es su carácter religioso; sólo un texto parece ser el fragmento de una carta, probablemente entre dos reyes, uno de los cuales podría ser el rey de Mari Zimri-Lim.
Un importante grupo de textos hurritas procede de los archivos de Ras-Shamra-Ugarit. Se trata de textos redactados tanto en caracteres alfabéticos, tomados del ugarítico, como silábicos, cuyo contenido es también eminentemente religioso. Entre los textos más importantes de este archivo destaca un ejemplar bilingüe hurro-acadio que contiene aforismos ético-religiosos, así como dos importantes vocabularios que establecen equivalencias semánticas del hurrita con el sumerio, el acadio y el ugarítico. Otro importante corpus de textos silábicos religiosos hurritas procede de Méskene-Emar, aún en proceso de edición.
Por su parte, el archivo acadio de Tell Atshana-Alalah ha revelado la existencia de un importantísimo substrato hurrita en el norte de Siria a finales de la primera mitad del II milenio, en función de la abundante onomástica hurrita local documentada sobre todo en su estrato IV (1500 a. de C.). Prueba del creciente elemento hurrita en Alalah son, además, algunos términos hurritas que glosan los textos de este archivo.
Los archivos de Bogazköy han suministrado también desde 1906 importantes hallazgos datables en torno a 1400 a. de C. Un importante elenco de textos religiosos hurritas (presagios, conjuros y rituales), así como textos mitográficos constituyen la mayor parte de este material. Algunos textos bilingües conservan también pasajes en hitita con su versión hurrita. Sin embargo, estos documentos son todavía, como los de Mari y hasta cierto punto los de Ugarit, prácticamente ininteligibles debido al desconocimiento del significado de numerosos términos religiosos que en ellos aparecen. Los textos de la serie del Bilingüe de Bogazköy, descubierta entre 1983 y 1985 en el templo 16 de la parte alta de Hattusa, han permitido no obstante alcanzar en los últimos años significativos avances en el estudio del hurrita.
Además de los textos, numerosos antropónimos hurritas desde la época de Ur III hasta el periodo babilónico medio en numerosos archivos de Siria y Mesopotamia constituyen una fuente de enorme valor para el estudio de la gramática y la lexicografía hurritas. Al citado material onomástico del archivo de Alalah, sobre todo en su estrato IV, cabe añadir de época contemporánea especialmente los abundantes antropónimos hurritas que aparecen en los archivos acadios de Nuzi. Estos archivos, por su onomástica, panteón y terminología, revelan, al igual que Alalah IV, un substrato dominante de población hurrita al este de la alta Mesopotamia hacia 1400.
Todo este material constituye fundamentalmente la información textual disponible sobre los hurritas junto con los datos aportados por los textos de Tell El-Amarna, especialmente las cartas en acadio de Tushratta a Amenofis III, a su viuda Teye y a Amenofis IV.
Es interesante constatar que, en virtud de los contenidos de estas fuentes, halladas primordialmente en Siria, Anatolia y Nuzi, parece claro que la lengua empleada con preferencia por los hurritas para transmitir sus ideas y creencias religiosas no era el acadio, que empleaban como lengua administrativa al igual que se hacía en todo el Próximo Oriente antiguo, sino su propia lengua, el hurrita, que representaba seguramente el vehículo más expresivo para dicho fin y el instrumento más directo de transmisión de su identidad cultural.
3. Perfil histórico.
El país de origen de los hurritas parece haber sido Armenia, en la Anatolia oriental, y la región del así denominado alto Trastigris. Cuándo se produjo la penetración de los hurritas en el norte de Siria y Mesopotamia es incierto, aunque dicha migración debió de ser probablemente gradual, quizá potenciada por cambios de intereses políticos y económicos en la región e impulsada en parte por los semitas instalados en la zona.
Por diferentes pruebas epigráficas se sabe que ya había hurritas en el norte de la Siria oriental y en la alta Mesopotamia desde la época de los sargónidas, pues algunos nombres de persona hurritas en documentos acadios así lo demuestran. Esta presencia hurrita sería en parte ya sedentaria, ya que algunas ciudades o aldeas de Asiria y de la alta Mesopotamia parecen tener nombres hurritas, al menos desde la época de Naram-Sin de Acad. A finales del III milenio se tiene constancia del estado de Urkish (y Nawar) en la región norsiro-mesopotámica, y todo ello hace suponer que los hurritas estaban ya instalados en esta época por amplias zonas de las montañas surorientales de Anatolia y en las cabeceras del río Habur, en donde habrían alcanzado un alto grado de civilización.
Poco después, en la época del comercio asirio en la Anatolia central (Capadocia), hacia 1900 a. de C., un texto de Kanish parece insinuar que los hurritas estarían ya en el norte de Siria más o menos integrados en la sociedad comercial de la época.
Hacia 1800 los hurritas aparecen establecidos en pequeños principados de la alta Mesopotamia y el norte de Siria, en donde su influencia se dejó notar con especial relevancia posteriormente. Los textos de la Mari paleobabilónica dejan vislumbrar, en efecto, la presencia de numerosos príncipes hurritas que reinan, al parecer de forma independiente, en amplios territorios bañados por los ríos Balih y Habur. La extensión de estos estados independientes no fue quizá muy grande, aunque en conjunto abarcaría todo el territorio septentrional de los altos valles del Tigris y del Éufrates, quizá con mayor densidad en el alto Habur. Asimismo, hay constatación de hurritas venidos hasta Mari desde distintos lugares que siempre, al parecer, deben situarse en el norte. Pero muchos de estos hurritas, hombres y mujeres, fueron sólo trabajadores en el palacio de Mari y no moradores como grupo étnico en la ciudad del bajo Éufrates medio. Tampoco en la periferia inmediata de Mari parece haber constancia de la presencia sedentaria de hurritas.
Testimonio de la presencia hurrita en el norte de Siria es también el escaso material onomástico de época paleobabilónica de Chagar-Bazar (Siria nororiental), de Alalah VII (Siria noroccidental) y de Shemshara en el Kurdistán iraquí. Más tarde, en la época babilónica media, la presencia de enclaves hurritas se detecta, como ya se ha indicado, en Nuzi, Alalah IV, Qatna, Emar y Ugarit, cuya tradición hurrita pertenecería a una etapa anterior al siglo XIV a. de C. La tradición de Bogazköy, por otra parte, refleja también la presencia de hurritas en Alepo, Mukish, Nuhashe, así como en Kizzuwatna en la franja siro-anatólica.
Aun teniendo pues constatación de la presencia de hurritas en dichas zonas desde antes de la época de Atal-shen, se sabe muy poco acerca de su organización e impacto en la región hasta el final de la época paleobabilónica, por lo que una reconstrucción de su papel histórico en esta época resulta aún poco penetrante. No obstante, parece claro que su larga convivencia con los semitas dio lugar en determinadas zonas a una interesante cultura híbrida, más o menos cristalizada, como demuestra la acuñación de nombres personales híbridos hurro-semíticos que evidencia un importante grado de fusión entre los dos elementos étnicos, o la asunción de determinadas divinidades semíticas por parte de los hurritas occidentales, por citar sólo dos pruebas de dicho fenómeno.
La formación algo después del estado hurrita de Mittanni como unidad política pudo surgir hacia el siglo XVI a. de C. En la época de expansión hitita en el norte de Siria, durante los reinados de Hattushili I y Murshili I, existían verosímilmente en el dominio norsiro-mesopotámico principados hurritas que no habrían alcanzado aún una organización estatal propiamente dicho. Sin embargo, tras la caída del reino amorita de Yamhad por las presiones de los hititas, los príncipes hurritas pudieron adquirir mayor libertad de movimiento en la zona. Esta situación pudo favorecer la elección de un poder central. La formación de lo que más tarde sería el estado de Mittanni significó, de hecho, la imposición de una nueva soberanía que se vio beneficiada por diferentes causas, como H. Klengel señaló en su día: por una parte, la presencia de un importante elemento de población hurrita en la región unió seguramente tradiciones hurritas comunes. El vacío dejado por el reino de Yamhad, los problemas internos que sufrió Hatti entonces para imponer su dominio en la región, junto con la debilidad de los reyes asirios y los nuevos reyes casitas que debían consolidarse en Babilonia, la aún escasa influencia de la presión egipcia en Siria y un control económico de las importantes vías de caravanas por el norte de Mesopotamia pudieron, en efecto, favorecer el surgimiento de un estado hurrita en la región.
Ya a comienzos del siglo XVI a. de C., pues, hubo al parecer importantes cambios que trajeron como consecuencia una profunda transformación política. Si en la época paleobabilónica la alta Mesopotamia estaba dominada, como se ha observado, por pequeños estados hurritas independientes, posteriormente unificados bajo una unidad política denominada Hurri, Hanigalbat o Mittanni, aquel elemento hurrita fue cobrando paulatinamente liderazgo llegando a imponer más tarde su poder y soberanía de manera oficial. Los hurritas de Mittanni se conviertieron en los principales rivales de la expansión hitita en el norte de Siria, acudiendo primero en ayuda del estado amorita de Yamhad y de sus vasallos como aliado, y luego como soberano que lucha contra egipcios e hititas por el control del norte de Siria, hasta llegar al sur del país y a Palestina.
Parece claro que se produjo en esta fase una acrecentación del elemento hurrita en todo el dominio occidental, atestiguado por numerosos antropónimos y topónimos hurritas como demuestran los archivos de Alalah IV. Sin embargo, dado que una identidad completa entre onomástica hurrita y factor étnico es incierta, ambos conceptos no representarían necesariamente lo mismo en este periodo, como consecuencia del profundo sincretismo de pueblos que se vino produciendo desde antiguo en la zona.
Pero, aparte de Siria, el imperio de Mittanni se extendió también hacia el este abarcando el reino de Nuzi-Arraphe en tiempos de Saushatatar, y quizá ya de su antecesor Parattarna. Posteriormente, los reyes de Mittanni Shuttarna II y Tushratta entablaron relaciones dinásticas con Egipto, en un periodo en que Mittanni dominaba como estado imperial, hasta su enfrentamiento con Shuppiluliuma de Hatti, amplios territorios del norte de Siria y Mesopotamia. Los reinados de Artatama I, Shuttarna II y Tushratta, quien alcanzó el poder tras el breve reinado de su hermano mayor Artashumara, fueron probablemente los de máximo esplendor del reino mitáneo. Sin embargo, la conquista hitita de Karkemish y Alepo frente a los hurritas pudo facilitar poco después el dominio de Hatti en la región, extendiéndose más tarde hacia el sureste, pues tanto Amurru como Tunip y Qadesh reconocieron el nuevo poder hitita en el norte de Siria y su alianza de equilibrio político con Egipto. Al parecer, Mittanni quedó a partir de entonces reducido como estado y enfrentado a una Asiria que resurgía como potencia en la zona. Este fue, verosímilmente, el principio del fin del imperio de Mittanni.
4. Sociedad y estructura política.
Son muchas aún las cuestiones por aclarar en relación con la sociedad y la estructura política de los hurritas. En realidad, hasta el surgimiento de Mittanni, este ámbito de la investigación hurritológica resulta todavía prácticamente desconocido, debido a la carencia general de información. Sin embargo, a partir de la época mitánea pueden avanzarse algunas observaciones más o menos contrastadas:
Al parecer, los príncipes hurritas se sometieron, y con ellos el territorio de su jurisdicción más directa, a la soberanía suprema del rey de Mittanni. Éste, al sustituir al poder amorita en Siria, parece haber adoptado el papel soberano que habían ostentado los reyes de Yamhad. Pero, a diferencia de los reyes amoritas, el rey de Mittanni parece representar, por decirlo así, una especie de primus inter pares en la estructura política del reino mitáneo.
Los textos de Tell El-Amarna ilustran especialmente acerca de la estructura interna del imperio de Mittanni, el cual se componía verosímilmente de unidades administrativas o principados más o menos independientes. Algunos príncipes hurritas poseyeron al parecer amplia autonomía política que podía alcanzar cierta libertad en sus relaciones exteriores. El rey de Mittanni, sin embargo, detentaba la representación estatal de los hurritas y conservaba las prerrogativas propias del poder central. Los príncipes súbditos le debían sometimiento mediante juramentos de fidelidad y servicio, lo cual, ciertamente, no representa una novedad en la estructura de los estados soberanos del Bronce Reciente. El rey mitáneo poseía también potestad en determinados asuntos internos de los principados, como han demostrado algunos textos de Alalah IV. Entre sus atribuciones, además de poder mediar en asuntos relativos a la administración de justicia, estaba el poder delimitar nuevas fronteras internas del imperio, así como delegar el usufructo de determinadas propiedades sin mermar los derechos de posesión del rey ni de los propietarios de dichos bienes.
Por otra parte, determinados funcionarios del estado hurrita podían representar eventualmente al rey en diversas operaciones administrativas, generalmente locales, aunque no parece, al menos a priori, que el sistema mitánico de administración necesitase un gran aparato de funcionarios. Entre ellos cabría destacar al hazuhlu o “jefe de distrito” y al sukkallu o “visir/delegado del rey”, que asumía diferentes competencias oficiales.
La estructura militar del imperio mitánico es asimismo poco conocida. Se sabe, no obstante, que determinadas unidades militares provistas de carros de combate se estacionaban en lugares próximos a las fronteras del reino, como demuestran los textos de Nuzi. El cuidado y mantenimiento de estas unidades regulares de intervención estaba a cargo de las autoridades locales más próximas a su estacionamiento. También, los príncipes hurritas, ligados bajo juramento al rey mitáneo, proveían regularmente a éste con determinados contingentes militares en caso de estallar un conflicto de carácter regional o estatal. El control directo de las tropas estaba, al parecer, en manos de los así denominados marijannu o “luchadores de carro (de combate)”, que formaban un estamento militar de élite directamente supeditado a los príncipes hurritas que prestaban vasallaje al rey.
Por otra parte, el pago de tributos al rey de Mittanni está escasamente documentado, aunque es probable que tuviera carácter regular y permanente. De igual modo, la relación directa del rey con sus príncipes vasallos estaba asegurada por un continuo trasiego de embajadas y emisarios mediante los cuales se intercambiaban regalos e información. Es probable, además, que determinados lazos familiares entre el palacio central en la capital hurrita –la aún por descubrir Washuganni– y los palacios de los príncipes vasallos contribuyeran a fortalecer esta estructura del poder palaciego.
Con respecto a la sociedad hurrita, la información textual disponible que ilustra acerca de su composición se halla focalizada sólo en unas pocas fuentes acadias de la época de Mittanni. Por esta razón, trasladar los modelos de estructura y organización social atestiguados en una región del imperio a otra zona más o menos alejada debiera, provisionalmente, aceptarse sólo como hipótesis de trabajo.
En virtud de los datos de que se dispone, la sociedad hurrita, al menos en determinados lugares, parece encontrarse fuertemente jerarquizada en estamentos sociales claramente distinguibles entre sí. Es principalmente el archivo de Alalah IV, datable a partir de 1500 a. de C., el que ofrece hasta el momento mayor coherencia y relevancia a este respecto:
En la escala social atestiguada por este archivo el estrato más bajo y numeroso de la sociedad estaba formado por una clase llamada hupshu, compuesta por personas que, aun teniendo una profesión determinada (generalmente eran artesanos y pastores) y viviendo fundamentalmente en zonas rurales, podían ser reclutados de forma eventual para integrar tropas de infantería. Al parecer, su categoría social era la de personas de condición humilde y con libertad personal limitada, obligadas a prestar ciertos servicios personales al estado en condiciones por el momento difíciles de precisar.
En segundo lugar, los textos de Alalah IV distinguen la clase de los haniahhe, cuyo apelativo parece designar asimismo a personas de origen humilde en la sociedad hurrita occidental. Como los hupshu, las personas de este estamento solían ser artesanos, cantores, lavanderos o jardineros entre otras profesiones, pero no está claro todavía, salvo por el nombre, en qué residía su diferenciación de los hupshu.
En un estrato superior de la estructura social se encontraban los ehele. Eran personas libres que podían desempeñar diversas funciones al servicio del palacio (de Alalah). En general, los ehele formaban un grupo bien situado en la sociedad; gozaban de notable bienestar económico y tenían acceso a cierta formación y cultura. Entre los pertenecientes a esta clase había personas instruidas como constructores y escribas, así como alcaldes y supervisores de talleres y grupos de trabajo. También había artesanos, seguramente bien situados y quizá con talleres privados y buen volumen de negocios.
Por último, en el estamento superior de la sociedad hurrita se encontraban los marijannu. Éstos formaban, como se ha indicado más arriba, una casta de guerreros a los cuales les estaba permitido, al parecer de forma exclusiva, poseer carros de combate. Eventualmente, las personas de esta clase social podían desempeñar también profesiones de personas libres. Sin embargo, en razón de la información que procuran las fuentes, parece claro que, en tanto que posesores de carros, los marijannu formaban una élite militar más o menos numerosa ligada a los príncipes hurritas y al mismo rey. Esta casta de guerreros era un grupo social esencialmente no productivo, que representaría el soporte institucional más importante de la realeza y sería, verosímilmente, cuna de los príncipes vasallos.
Por otra parte, se ha discutido mucho acerca del sistema “feudal” del imperio de Mittanni por contraposición al sistema babilónico clásico de organización del estado. Ciertamente, una denominación de “estado feudal” aplicada a Mittanni no ha satisfecho a todos los historiadores, pues las fuentes que basan dicha caracterización se fundamentan casi exclusivamente en los textos de Nuzi, procedentes de la periferia de Mittanni, al otro lado del Tigris, y no del mismo núcleo del estado mitáneo. Además, importantes diferencias de tipo organizativo (como la identidad de la unidad productiva dominante o la relación de dependencia de los productores con respecto a los príncipes) subyacen en dicho problema, para poder trasladar un concepto típico de la historia medieval europea al Próximo Oriente antiguo. Incluso, otras zonas de Mittanni en el oeste sirio, como por ejemplo Alalah IV, presentan una realidad socio-económica distinta a la de los textos de Nuzi.
En función de estas aparentes diferencias internas, parece claro que el estado de Mittanni habría administrado territorios cuyo desarrollo socio-económico no habría conocido un equilibrio interregional completo: por un lado, la región de Nuzi-Arraphe se encontraba poderosamente influida por el modelo babilónico desde el punto de vista político y social, al menos desde los tiempos de la tardía dinastía de Hammurabi, ya que su evolución social muestra una clara relación con Babilonia; la organización de la producción agrícola pudo haber conservado allí, efectivamente, un sistema colectivo de comunidades como unidades económicas estructuradas entre productores y terratenientes. Los textos administrativos de Alalah IV, por otro lado, no dejan entrever, al menos a primera vista, lo que podríamos considerar un modelo “feudal” de estructura económica ni un modelo “babilónico” de organización.
5. Religión.
Como otros muchos aspectos relativos al papel de los hurritas en el Próximo Oriente antiguo, la religión hurrita encierra aún numerosos interrogantes respecto al culto de divinidades y a sus distintas manifestaciones religiosas. Las fuentes distinguen incluso claras diferencias en el plano religioso entre los hurritas del este y los hurritas del oeste. Existe, en efecto, un panteón hurrita oriental por contraposición a un panteón hurrita occidental. Los dioses del panteón oriental, en base a los textos de Nuzi, revelan una tradición más o menos original, mientras que los dioses hurritas del dominio occidental acusan un proceso de aculturación y asimilación a divinidades semíticas equivalentes de la Siria antigua.
Al igual que el panteón sumerio o el panteón paleosemítico de Mesopotamia y Siria, el gran panteón hurrita se componía de numerosas divinidades que representaban diversos aspectos de la naturaleza, pero también conceptos abstractos estrechamente ligados a las creencias religiosas. Estas divinidades parecen poder dividirse en tres órdenes de importancia, en base a las fuentes del II milenio a. de C.:
En primer lugar, el dios más importante del panteón hurrita era Teshub, que encarnaba al dios del clima y equivalía al antiguo dios semítico occidental Ada/Addu, al Ishkur sumerio y al Adad asirio-babilónico. En un segundo rango estaban los dioses: Shaushga (la Ishtar hurrita), Kumarbi, Eya, Kushuh (dios lunar equivalente a Nanna-Sin en el panteón sumero-acadio), Shimige (dios solar equivalente al Utu sumerio y al Shamash semítico), Ashtabi y Nubandig. El tercer escalafón lo ocupaban numerosas divinidades hurritas aún insuficientemente conocidas, cuya diversa formación varía en razón de la procedencia de las fuentes.
Respecto a esta básica diferenciación este-oeste y aun en un plano sumamente superficial, algunas precisiones fundamentales pueden esbozarse dentro de este esquema básico de composición del panteón hurrita: en la tradición de los hurritas del este, al otro lado del Tigris, el dios Teshub tiene tradicionalmente como diosa paredra a Shaushga, sustituida en la tradición hurrita occidental por la diosa paleosiria Hebat. Esta tradición occidental, que unía a Teshub con Hebat, no representa sino una herencia del modelo semítico occidental preexistente, que al menos desde el III milenio emparentaba tradicionalmente al dios del clima paleosirio Ada (más tarde Addu) con Hebat, como demuestra la documentación textual acadia occidental desde los tiempos de Ebla. Dicha unión representa una antigua tradición instalada fundamentalmente en Alepo, que fue adoptada por los hurritas llegados a la región mediante la asociación de su dios principal Teshub (equivalente a Addu) con Hebat. Por esta razón, los contenidos del culto a Teshub en Siria, durante la primera mitad del II milenio, no están del todo claros dada su práctica identificación con Addu. Una identidad del culto al Teshub occidental no puede por consiguiente diferenciarse claramente de la de su homólogo semítico, en virtud del estrecho contacto que se produjo entre semitas y hurritas en Siria. No obstante, a pesar de esta confluencia hurro-semítica en torno a la tradición del dios del clima en Alepo y en el norte de Siria, un culto independiente de ambos dioses en otros lugares no debiera descartarse. Sea como fuere, lo cierto es que los hurritas que penetraron en Siria hacia finales del III milenio o comienzos del II adoptaron modelos paleosirios anteriores que incorporaron a sus tradiciones convirtiéndose, con el paso del tiempo, en un elemento cultural más del dominio occidental. En este sentido, es significativo destacar la abundancia de antropónimos teóforos híbridos hurro-semíticos de Alalah que han sustituido a Teshub por Addu, como fiel reflejo de la nueva orientación de una parte de la piedad popular local. Es más que probable, con todo, que Teshub hubiese recuperado su posición en el panteón hurrita occidental frente a Addu durante la fase de regeneración hurrita en Siria marcada por el surgimiento de Mittanni.
6. Lengua.
El hurrita es una lengua estrechamente emparentada al urarteo y ligada también, al parecer, a algunas lenguas del Cáucaso. Concretamente, parece pertenecer a la familia de las lenguas caucásicas nororientales, según recientes estudios comparativos. Aunque el conocimiento del hurrita sufre aún grandes lagunas e imprecisiones en cuestiones fundamentales de gramática, sintaxis y lexicografía, algunas características generales de su morfología están bien establecidas:
El hurrita es una lengua aglutinante, cuya estructura morfológica se caracteriza esencialmente por la formación de una cadena de sufijos añadida a una base nominal, verbal o preposicional. Como el sumerio o el elamita, el hurrita es también una lengua ergativa, que determina al sujeto de la oración transitiva mediante una desinencia de ergativo. La categoría gramatical del objeto directo no existe. En su lugar, un mismo caso, denominado absolutivo o caso cero, expresa las categorías lógicas del objeto directo en la frase transitiva, pero también las del sujeto en la oración intransitiva. Dada la presencia del ergativo, no existen tampoco en hurrita los casos nominativo ni acusativo. No se aprecia asimismo la existencia de una oposición clara entre los conceptos “activo-pasivo”, en el sentido en el que se aplica por ejemplo al castellano, pero sí en cambio entre la oposición: “acción-estado”, sea dicha acción transitiva o intransitiva. Tampoco se aprecia en hurrita la distinción de género (masculino/femenino).
Por otra parte, la lexicografía hurrita sólo se conoce parcialmente, circunstancia que resulta imprescindible para comprender numerosos interrogantes e imprecisiones que sobre muchos contextos aún planea. Afortunadamente, un número considerable de lexemas ha sido comprendido gracias al hallazgo accidental de diversas fuentes bilingües o políglotas que contienen traducciones al hurrita, entre las que cabe destacar los vocabularios de Ras-Shamra-Ugarit y los textos del Bilingüe de Bogazköy. Pero, aunque este material ha permitido dar pasos importantes en la compresión del hurrita, otros textos monolingües hurritas de Bogazköy y de otros lugares resultan todavía prácticamente impenetrables, poniendo de manifiesto el estado incompleto, tanto gramatical como lexicográfico, en que se encuentra aún el conocimiento de esta lengua sometido a continua revisión.
7. Cultura material.
A pesar de que puedan reconocerse una lengua y una onomástica típica, un panteón y una literatura mitológica y laica original hurritas, no parece que las diferencias lingüísticas existentes en amplias zonas del Próximo Oriente antiguo coincidan con fronteras desde el punto de vista de la cultura material. Al menos, los estudios arqueológicos realizados en enclaves de poblamiento hurrita han señalado que una “cultura material hurrita” no es fácilmente distinguible en el contexto geográfico de los asentamientos de este pueblo.
A diferencia, pues, de las pruebas documentales relativas a una identidad cultural hurrita que puede aportar la epigrafía, la cultura material de los hurritas no tiene, hasta hoy, unas señas propias de identidad bien definidas. No puede afirmarse, en consecuencia, que determinadas piezas u objetos arqueológicos sean típicamente hurritas, por contraposición a otros objetos “no hurritas”. Más bien, los hurritas parecen haber compartido con sus vecinos, como nosotros hoy con los países de nuestro entorno, una cultura material coincidente al menos en sus rasgos más generales. Ello no quiere decir, obviamente, que la cultura material hurrita no hubiese tenido una típica caracterización como tal, sino, simplemente, que la arqueología actual no está en condiciones de establecer, a la luz de los hallazgos que se poseen, una clara delimitación entre qué fue típicamente hurrita y qué no lo fue.
8. Bibliografía selecta.
-Cultura y civilización:
SPEISER, E.A., “The Hurrian Participation in the Civilizations of Mesopotamia, Syria and Palestine”, en Cahiers d’histoire mondiale 1, París 1953, pp. 311-327.
GELB, I.J., “New Light on Hurrians and Subarians”, en Studi orientalistici in onore di Giorgio Levi della Vida, Roma 1956, pp. 378-392.
VV.AA., Les Hourrites, Actas del XXIV Rencontre Assyriologique Internationale, París 1977, en “Revue Hittite et Asianique” XXXVI, 1978.
WILHELM, G., Grundzüge der Geschichte und Kultur der Hurriter, Grundzüge 45, Darmstadt 1982.
HAAS, V.(ed.),Hurriter und Hurritisch, Konstanzer Altorientalische Symposien Band II, Xenia 21, Konstanz 1988.
-Mittanni:
CORDOBA, J.M.,”Presencia internacional de una gran potencia en la segunda mitad del II Milenio. El caso de Mittani, Arqueología e Historia”, Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 25 (1989) pp. 77-119.
CORDOBA, J.M.,”Presencia internacional de una gran potencia en la segunda mitad del II Milenio. El caso de Mittani, Arqueología e Historia”, Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 26 (1990) pp. 129-161, 6 fig.
-Lengua:
BUSH, F.W., A Grammar of the Hurrian Language, Brandeis University, Ph.D., 1964, University Microfilms, Inc., Ann Arbor, Michigan.
DIAKONOFF, I.M., Hurrisch und Urartäisch, en Münchener Studien zur Sprachwissenschaft 6, N.F., Munich 1971.
CATSANICOS, J.,”L’apport de la bilingue de Hattusa à la lexicologie hourrite”, en J.M Durand, (ed.), Amurru 1. Mari, Ébla et les Hourrites. Dix ans de travaux, París 1996, pp. 197-296.
WEGNER, I., Hurritisch. Eine Einführung, ed. O. Harrassowitz Verlag. Berlín 2000.
-Para acceder a un status quaestionis con un abundante repertorio bibliográfico actualizado se recomienda:
WILHELM, G., “L’état actuel et les perspectives des études hourrites”, en Amurru 1: Mari, Ébla et les Hourrites dix ans de travaux, première partie, actes du colloque international (Paris, mai 1993), Éditions Recherche sur les Civilisations, París 1996, pp. 175-187.
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Hurrita | |
---|---|
Hablado en | Mitanni (Actualmente Turquia, Armenia, Iraq) |
Región | Mesopotamia septentrional |
Hablantes | lengua muerta |
Familia | Lenguas hurrito-urartianas hurrita |
Alfabeto | Cuneiforme |
Estatus oficial | |
Oficial en | Ningún país |
Regulado por | No está regulado |
Códigos | |
ISO 639-1 | ninguno |
ISO 639-2 | |
ISO 639-3 | |
Hurrita es el nombre que se usa por lo general para el idioma de los hurritas, un pueblo que llegó al norte de Mesopotamia alrededor del 2300 a. C. y que prácticamente había desaparecido hacia el 1000 a. C. El hurrita fue el idioma del reino Mitanni en Mesopotamia Septentrional y probablemente se habló al menos al comienzo de los asentamientos hurritas en Siria. Se cree que los hablantes de este idioma llegaron de las montañas de Armenia y se expandieron por el sureste de Anatolia y el Norte de Mesopotamia a comienzos del segundo milenio antes de Cristo.
Los centros más importantes donde se hablaba era la capital Wassukanni y las ciudades Taite, Nuzi, Qatna y Alalach, así como la capital del reino hitita, Hattusas (Hattuša).
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[editar] Relaciones con otros idiomas
El único idioma del que se conoce una conexión clara con el hurrita es el antiguo artaico, un idioma que se habló a comienzos y mitad del primer milenio antes de Cristo en un territorio que iba del Lago de Sewan, al lago de Van y al Lago de Urmia. Se han sugerido relaciones con otros idiomas como el eteochipriota,[1] sobre el chipriominoico[2] así como sobre el casita.[3] También se considera posible una relación con los idiomas del noreste del Cáucaso,[4] aunque esto no se ha podido probar. La razón estriba en la gran variedad de esta familia, lo que dificulta la reconstrucción del idioma madre. Además, es difícil comparar una familia lingüística extinta hace unos 2500 años con una de la que no hay registros tan antiguos.
[editar] Dialectos
El hurrita de la carta de Mitani se diferencia claramente de los textos de Hattuša. Mientras que en Mitani se diferencian i y e así como u y o, en el hurrita de Hattuša ambos se funden en i y u. También hay diferencias en la morfología. Aun así, se asume que los diferentes dialectos pertenecían a la misma lengua. Se sabe de una lengua mezclada entre el hurrita y el acadio en Nuzi, una ciudad en la provincia de Mitani de Arrapha y en Qatna en Siria.[5]
[editar] Historia del idioma
Los textos más antiguos que se tiene del hurrita son nombres de personas y topónimos del final del tercer milenio antes de Cristo. Los primeros textos son del tiempo del rey Tishatal de Urkesh (comienzos del segundo milenio A.C.). Los arqueólogis hallaron numerosas épicas, juramentos, textos de predicciones y cartas en Hattuša, Mari, Tuttul, Babilonia, Ugarit y otros sitios. Sin embargo, el texto más importante para entender el idioma ha sido una larga carta (la carta de Mitani) que se halló en Amarna, Egipto. El rey hurrita Tushratta la había escrito al faraón Amenhotep III..
A partir del siglo XIV A.C. comienzan a penetrar al territorio hurrita desde el Norte y Oeste los hititas y algo después desde el Este y el Sur los asirios hasta que ambas potencias terminaron por dividirse por completo el territorio hurrita. Las invasiones de los pueblos del mar en el siglo XII A.C. llevaron a más cambios políticos. Otros idiomas escritos como el hitita y el ugarítico se extinguieron. A partir de ese tiempo solo hay inidicios del hurrita en nombres de personas y topónimos que se hallan en textos en acadio o en urartaico. Es por eso que no se sabe si el hurrita aun existió algo más como idioma hablado.
[editar] Numerales
Aparte del numeral indeterminado šūi (cada uno) se conocen los cardinales del 1 al 10 así como algunos otros números mayores. Los números ordinales se construyen con el sufijo -(š)še o -ši que se convierte tras /n/ en -ze y -zi. La siguiente table da una impresión de los números básicos:
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 13 ó 30 | 17 ó 70 | 18 ó 80 | 10000 | 30000 | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Cardinal | šukko, šuki | šini | kike | tumni | nariya | šeše | šinti | kiri, kira | tamri | ēmani | kikmani | šintimani | kirmani | nupi | kike nupi |
Ordinal | ? | šinzi | kiški | tumnušše | narišše | ? | šintišše | ? | ? | ēmanze | ? | ? | kirmanze | ? | ? |
Aquellas casillas con ? se refieren a palabras que se desconocen. Los números distributivos tienen el sufijo -ate o kikate (cada tres), tumnate (cada cuatro). El sufijo -āmḫa produce números múltiplos como šināmḫa (dos veces), ēmanāmḫa (diez veces). Todas las palabras de números cardinales terminan en una vocal que desaparece cuando aparecen determinadas terminaciones.
[editar] Vocabulario
El vocabulario conocido del hurrita es muy homogéneo, es decir, contiene pocos préstamos (p.e. tuppi (tablilla de arcilla), Mizri (Egipto) ambos del acadio). El pronombre relativo iya o iye podría ser un préstamo del idioma indoeuropeo del pueblo Mittani que vivía en el reino Mittani antes de los hurritas (compárese con el sánscrito ya. Los dialectos acadios vecinos tomaron numerosas palabras del hurrita como ḫāpiru (nómada) del hurrita ḫāpiri. Es posible que haya préstamos en idiomas caucásicos, pero no se puede probar ya que no hay escritos en idiomas caucásicos que se remonten a los tiempos hurritas. Es por esto que no se puede determinar cuál es el idioma que originó estas palabras parecidas.
[editar] Referencias
- ↑ Th. Petit, La langue étéochypriote ou l"amathousien", en el Archiv für Orientforschung 44/45, 1997/8, p. 244-271
- ↑ Emilia Masson: Cyprominoica - Repertoires, Documents de Ras Shamra, Essais d'Interpretation. Studies in Mediterranean Archaeology. Bd 31,2. Studies in the Cypro-Minoan Scripts 2. Åström, Gotemburgo 1974. ISBN 91-85058-41-6, ISBN 91-85058-43-2, S. 47-53
- ↑ Th. Schneider, Kassitisch und Hurro-Urartäisch: Ein Diskussionsbeitrag zu möglichen lexikalischen Isoglossen, in Altorientalische Forschungen 30, 2003, p. 372-381
- ↑ Diakonoff y Starostin 1986
- ↑ Thomas Richter: Das "Archiv des Idanda". Berichte über Inschriftenfunde der Grabungskampagne 2002 in Mišrife/Qatna. En: Mitteilungen der Deutschen Orient-Gesellschaft. Tomo 135, 2003, Págs. 164-188.
- ↑ Hurrian language - Britannica Online Encyclopedia
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