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Religión y religiones

RELIGIÓN Y RELIGIONES: MITOLOGÍA NÓRDICA

RELIGIÓN Y RELIGIONES: "DIOSES DE LOS ROMANOS"

RELIGIÓN Y RELIGIONES: DIOSES DE LOS GRIEGOS

RELIGIÓN Y RELIGIONES. SERES ZOOMÓRFICOS. MITOLOGÍA GRIEGA: EL AVE FÉNIX, QUE REPRESENTA AL AVE BENU, REPRESENTADA EN EGIPTO

Fénix

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El ave Fénix en un manuscrito de Barthélémy de Glanville: Le livre des propriétés des choses (siglo XV).

El Ave Fénix o Phoenicoperus, como lo conocían los griegos, es un ave mitológica del tamaño de un águila, de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, de fuerte pico y garras. Se trataba de un ave fabulosa que se consumía por acción del fuego cada 500 años, y una nueva y joven surgía de sus cenizas. Según algunos mitos, vivía en una región que comprendía la zona del Oriente Medio y la India, llegando hasta Egipto, en el norte de África.

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Mitología [editar]

El mito del Ave Fénix, alimentó varias doctrinas y concepciones religiosas de supervivencia en el Más Allá, pues el Fénix muere para renacer con toda su gloria. Fue citado por los sacerdotes egipcios de Heliópolis, el griego Heródoto, los escritores latinos Plinio el Viejo, Luciano, Ovidio, Séneca y Claudio Claudiano, o los cristianos Pablo de Tarso, el Papa Clemente de Roma, Epifanio o San Ambrosio. En el Antiguo Egipto se le denominaba Bennu y fue asociada a las crecidas del Nilo, a la resurrección, y al Sol. El Fénix ha sido un símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, y la inmortalidad. Según el mito, poseía varios dones, como la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.

Para Heródoto, Plinio el Viejo y Epifanio de Salamina, esta sagrada ave viajaba a Egipto cada quinientos años, y aparecía en la ciudad de Heliópolis, llevando sobre sus hombros el cadáver de su padre, a donde este iba a morir, para depositarlo en la puerta del templo del Sol.

Miniatura del ave Fénix, en el manuscrito Aberdeen Bestiary.

Heródoto (siglo V a. C.), el historiador griego, escribió:

Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, que según los de Heliópolis sólo viene al Egipto cada quinientos años a saber cuándo fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mote y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas en parte doradas, en parte de color de carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mi poco dignos de fe, no omitiré el referirlos.
Para trasladar el cadáver de su padre desde la Arabia al templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre; el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren.
Heródoto.[1]

Según la leyenda cristianizada, el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas.

Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada quinientos años.

El ave Fénix en las Nuremberg chronicles.
Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.
Clemente de Roma. Epístola a los Corintios (XXV).[2]

Para San Ambrosio, el ave Fénix muere consumida por el Sol, convertida en cenizas de las que renace, después de arder su cuerpo, como un pequeño animal sin miembros, un gusano muy blanco que crece y se aloja dentro de un huevo redondo, como si fuera una oruga que se vuelve mariposa, hasta que dejando de ser implume se transforma en un águila celeste que surca el firmamento estrellado.

Claudio Claudiano (siglo IV), el último de los grandes poetas romanos, comentaba:

El Fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del tiempo con el renacer de sus miembros. No sacia su hambre comiendo ni apaga su sed con fuente alguna.
Claudio Claudiano

En la mitología china, el Fenghuang, aunque no tiene similitudes con el Fénix, ha sido denominado el «Fénix chino» por algunos occidentales, siendo una criatura con cuello de serpiente, el cuerpo de un pez y la parte trasera de tortuga. Simboliza la unión del yin y el yang.

RELIGIÓN Y RELIGIONES. SERES ZOOMÓRFICOS. MITOLOGÍA GRIEGA: PEGASO

Pegaso

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Belerofonte y la Quimera (425–420 a. C.)

En la mitología griega Pegaso (en griego Πήγασος) era un caballo alado.

Pegaso nació de la sangre derramada por Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza. Es totalmente blanco y tiene dos alas que le permiten volar. Una característica de su vuelo es que cuando lo realiza, mueve las patas como si en realidad estuviera corriendo por el aire.

Según las fuentes clásicas, Perseo no llegó a volar montado a Pegaso, puesto que lo hacía gracias a unas sandalias aladas, sin embargo, muchos artistas renacentistas lo representaron volando en este caballo.

Belerofonte encarna el defecto de la excesiva ambición. Cuando por fin consigue montar a Pegaso, no contento con esto le obliga a llevarlo al Olimpo para convertirse en un dios, pero Zeus, molesto por su osadía, envía a un insignificante mosquito que pica el lomo de Pegaso y precipita al vacío a Belerofonte sin matarlo, quedando lisiado y condenado a vagar apartado del resto del mundo toda su vida recordando su gloria pasada.

La leyenda de Pegaso puede haber influido la formación de la figura del buraq en la tradición islámica.

Es uno de los equinos más célebres de la literatura junto con Rocinante (caballo de Don Quijote de la Mancha), Babieca (el de El Cid), Bucéfalo (el de Alejandro Magno) y el caballo de Troya, entre otros.

Referencias contemporáneas [editar]

Pegaso ha sido uno de los caballos más llevados al cine al igual que el unicornio, siendo seres extraordinarios que encajan perfectamente en las películas de fantasía y ficción. Un ejemplo es Legenda.

RELIGIÓN Y RELIGIONES. SERES ANTROPOMÓRFICOS. MITOLOGÍA GRIEGA: TIFÓN

Tifón (mitología)

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Tifón en un mural etrusco

En la mitología griega, Tifón, Tifaón o Tifeo (en griego antiguo Τυφών Typhôn, Τυφάων Typhaôn, Τυφωεύς Typhôeus o Τυφώς Typhôs, de τῦφος tuphos, ‘humo’; en latín Typhon) es una divinidad primitiva que se presenta en forma de huracán destructor o de un enorme y espeluznante monstruo alado con un centenar de serpientes repartidas por sus muslos y que lanza llamas por la boca.

Fue el último hijo de Gea, esta vez con Tártaro, el cavernoso vacío inferior:

Pero cuando Zeus había expulsado a los Titanes del cielo,
la enorme Tierra tuvo a su hijo menor Tifeo del amor de
Tártaro, con la ayuda de la dorada Afrodita.[1]

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Tifonomaquia [editar]

El Himno homérico a Apolo hace del monstruo Tifón en Delfos un hijo de la arcaica Hera en su forma minoica, generado por ella sola, como una versión monstruosa de Hefesto, parido en una cueva de Cilicia y confinado allí en la misteriosa tierra de Arimos.[2] Fue en Cilicia donde Zeus luchó con el monstruo y lo derrotó. En la batalla, Tifón atacó a Zeus con sus llamas, derrotándole temporalmente, cortándole los tendones y dejándole en un saco de cuero, el korukos, que es el origen etimológico de korukion atron, la cueva Coricia.

Walter Burkert advierte algunas coincidencias cercanas de esta historia con el mito hitita de Iluyanka.

El inveterado enemigo de los dioses olímpicos fue finalmente derrotado por Zeus y arrojado al Tártaro, o encerrado bajo el volcán Etna[3] donde «su lecho raspa y aguijonea todo el largo de su espalda extendida contra él», o en otras regiones volcánicas, donde es el causante de las erupciones. Tifón es pues la figuración ctónica de las fuerzas volcánicas, como Hefesto es la manifestación olímpica.

Sin embargo, esta no es la única versión de la Tifonomaquia:

  • Hesíodo, en su Teogonía, hace que Zeus lo derrote fácilmente saltando desde el Olimpo y envolviendo sus cabezas con las llamas producidas por sus armas, siendo arrojado al Tártaro.
  • Según el relato de Ovidio, cuando Tifón emergió del seno de la Tierra, los dioses, por miedo a él, huyeron hacia Egipto. Tifón los alcanzó y entones ellos se vieron forzados a mutarse en diferentes animales.[4] Ovidio no relata más detalles de la lucha de Tifón contra los dioses y pasa directamente al momento en el que fue derrotado, quedando atrapado entre el Peloro, el Paquino, el Lilibeo y el Etna. Luchó entonces por librarse del peso de los montes y las ciudades, pero no pudo, y la tierra tembló tanto que hasta el mismo Hades sintió temor y salió de su honda sede a inspeccionarla.[5]

Hijos de Tifón [editar]

Entre los hijos que Tifón tuvo con Equidna están Cerbero, Ortro, la Quimera, la Esfinge, la Hidra de Lerna, el dragón Ladón, el León de Nemea, el Águila de Prometeo, el Dragón de la Cólquida y la Cerda de Cromio. También es el padre de los peligrosos vientos cálidos (del griego typhein, ‘echar humo’), por lo que es considerado como una posible etimología para la palabra «tifón», supuestamente tomada por los persas como طوفان Tufân y por los árabes para incluir las tormentas ciclónicas del Océano Índico.

Escritores helenísticos posteriores identificaron a Tifón con el dios egipcio Set y los investigadores religiosos lo identifican con el arcángel Sandalfón.[cita requerida]

A veces se menciona a un segundo Tifón, hijo del primero, idéntico a él y considerado generalmente uno de los Gigantes.[6]

RELIGIÓN Y RELIGIONES. SERES ANTROPOMÓRFICOS. MITOLOGÍA GRIEGA. LA ESFINGE

Esfinge (mitología)

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En la mitología griega, la Esfinge (en griego antiguo Σφίγξ, quizá de σφίγγω, ‘estrangular’) era un demonio de destrucción y mala suerte, que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave.

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Origen [editar]

Hesíodo, quien en su Teogonía es el primero que la menciona, la hace hija de la Quimera y de Ortro, el terrible perro hermano de Cerberos.[1] Opinión que no comparte Laso de Hermíone, quien la estima nacida de Equidna, la bella ninfa con cola de serpiente, y del poderoso Tifón;[2] siendo de la misma opinión Higinio[3] y Apolodoro.[4] Otros la señalan como el fruto de los amores entre Tifón y la Quimera.[5]

Para la mayoría de los escritores de la antigüedad, la Esfinge era única y de ascendencia divina. Sin embargo, hay algunos que dan a entender que se trataría de una especie de animal. Así, Plinio el Viejo señala que las esfinges habitan las zonas más remotas de Etiopía y tienen un pelaje pardo rojizo.[6]

Características [editar]

Estatua de la Esfinge.

Según Apolodoro, la Esfinge era un monstruo con rostro de mujer; pecho, patas y cola de león y alas de pájaro.[4] Estacio precisa que tenía el rostro pálido, la boca llena de veneno, ojos como brasas encendidas y las alas siempre manchadas de sangre.[7] Heródoto llamó a las esfinges egipcias, que tienen rostro de hombre y carecen de alas, androesfinges, para distinguirlas de la Esfinge griega.[8]

La Esfinge en Tebas [editar]

Hesíodo llama a la Esfinge «ruina de los cadmeos»,[9] aludiendo a los tiempos en que «llegó desde la parte más lejana de Etiopía»[10] para causar el terror en los campos que circundaban la ciudad de Tebas.

Fue enviada por un dios, pero no hay acuerdo sobre cuál. La mayoría de los autores señala que fue la vengativa Hera, opinión que sostienen, entre otros, Apolodoro[11] y el autor del escolio a las Fenicias. Señala este último que el motivo de la diosa habría sido la impunidad en que los tebanos quedaron tras el rapto y la seducción que Layo, rey de Tebas, cometiera en la persona del joven Crisipo.[10] También se menciona como que fue enviada por Dioniso[12] y Ares, vinculando las razones de este último al episodio en el que su hijo Dragón fue muerto a manos de Cadmo, el fundador de Tebas.[13] Eurípides, por su parte, señala que la envió Hades.[14]

La Esfinge se instaló en uno de los montes del oeste de la ciudad de Tebas, el Ficio o el Antedón.[11] [15] Desde ahí se dedicó a asolar la campiña tebana destruyendo las siembras y matando a todos los que no fueran capaces de resolver sus enigmas. Mataba estrangulando, y algunas opiniones refieren que de ahí viene su nombre, ya que cerraba (sphíggein, ‘cerrar’) el paso del aire a los desafortunados que caían en sus garras.

Higinio refiere que la Esfinge propuso a Creonte, rey de Tebas, que si alguien era capaz de resolver uno de sus enigmas se iría para siempre; pero si no, mataría a quienes fallasen y seguiría destruyendo.[16] Apolodoro, no cree que el monstruo haya sido capaz de compromiso alguno, y propone que debió haber sido un oráculo el que revelara a los tebanos la forma de librarse de la Esfinge.[11]

El acertijo [editar]

Según Apolodoro, la Esfinge había aprendido el arte de formular enigmas de las Musas.[11] Cuenta Aristófanes el gramático que Edipo mismo la llamó musa,[17] ya que era propio de las Musas el manejar las palabras con belleza, esto es, a través del canto. La Esfinge cantaba sus enigmas, así lo afirma Pausanias.[15] Sófocles la llama «cruel cantora».[18]

El acertijo, en la sencilla formulación de Apolodoro, habría sido: «¿Qué ser provisto de voz es de cuatro patas, de dos y de tres?»[11] Semejante enunciación la encontramos en Diodoro Sículo, a saber: «¿Cuál es el que al mismo tiempo es un bípedo, un trípedo y un cuadrúpedo?»[19] Una versión más elaborada es la que presenta Aristófanes el gramático:

Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, que tiene sólo una voz, y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto de cuantos seres se mueven por tierra, aire o mar. Pero, cuando anda apoyado en más pies, entonces la movilidad de sus miembros es mucho más débil.[17]

Edipo y la muerte de la Esfinge [editar]

Varios trataron de resolver el enigma de la Esfinge y fallaron, siendo muertos; entre ellos Hemón, hijo de Creonte.[20] Ante tan angustiosa situación, el rey hizo una proclama a toda Grecia prometiendo que daría el reino, y a su hermana Yocasta en matrimonio, a quien resolviera el enigma de la Esfinge.[16] [21] [11] Muchos vinieron de remotos lugares y fallaron en dar la solución, pero Edipo, el hijo perdido de Layo y Yocasta, lo interpretó correctamente. Según Aristófanes el gramático, estas habrían sido las palabras con que Edipo respondió a la Esfinge:

Escucha, aun cuando no quieras, Musa de mal agüero de los muertos, mi voz, que es el fin de tu locura. Te has referido al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez.[17]

Según Higinio, al escuchar la respuesta de Edipo, la Esfinge saltó desde el monte, que era su guarida, en busca de la muerte.[16] [22] Apolodoro afirma que no saltó desde un monte, sino desde la acrópolis de Tebas.[20] Hay otros, como Eurípides, que señalan que no saltó, sino que fue el propio Edipo quien le arrojó montaña abajo.[23]

Como recompensa, Edipo se casó con la reina (su verdadera madre) y se convirtió en el regente de Tebas.

Explicación del origen del mito de la Esfinge, según Pausanias [editar]

Hay una tradición, referida por Pausanias, que dice que la Esfinge no habría sido un monstruo, sino una hija del rey Layo, a quien se le habría revelado un secreto sólo conocido por los monarcas de Tebas. Al morir Layo, cuando varios de sus hijos llegaron a reclamar el trono, la Esfinge los habría enfrentado diciendo que sólo reconocería como legitimo sucesor a quien fuera capaz de señalar con precisión el secreto de los reyes tebanos, y condenaría a muerte a todo el que fallare. Sólo Edipo, nos dice esta tradición, desentrañó correctamente el secreto, ya que le había sido revelado en un sueño.[24

RELIGIÓN Y RELIGIONES. SERES ANTROPOMÓRFICOS. MITOLOGÍA GRIEGA: SÁTIROS

Sátiro

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Un sátiro calvo y barbudo con cola de caballo juega con una copa equilibrada en su pene erecto en una figura roja de la escuela ática psykter, en torno a 500-490 a. C.

Los sátiros (en griego Σάτυροι, Satyroi) son criaturas masculinas —las sátiras son una invención posterior de los poetas— que en la mitología griega acompañaban a Pan y Dioniso, vagando por bosques y montaña. En la mitología son a menudo relacionados con el apetito sexual y los pintores de vasijas solían representarlos con erecciones perpetuas.

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Mitología [editar]

Los sátiros, relacionados con las Ménades, forman el «cortejo dionisíaco» que acompaña al dios Dioniso. Pueden estar también asociados al dios Pan. Algunas tradiciones consideran a Sileno padre de la tribu de los sátiros. Los tres mayores de éstos, llamados Marón, Leneo y Astreo, eran iguales a su padre y por ellos fueron también conocidos como silenos. Según algunas versiones habrían sido ellos los padres de los sátiros (de los que entonces sería Sileno su abuelo). Los tres estuvieron en el séquito de Dioniso cuando éste viajó a la India, y de hecho Astreo era el conductor de su carro.

Se les representa de varias formas. La más común (y básicamente romana) es la de una criatura mitad hombre mitad carnero, con orejas puntiagudas y cuernos en la cabeza, abundante cabellera, una nariz chata, cola de cabra y un priapismo permanente. A menudo llevan pieles de animales, de pantera (atributo de, por ejemplo, Dioniso).Las representaciones romanas confundían a los sátiros con los faunos, quienes solían tener piernas de chivo. La confusión ha perdurado incluso en obras de arte contemporáneas, como el «fauno danzante» de Lequesne, que es más bien un sátiro.

Se les ha representado en varias edades de su vida. Los menores son llamados satyrisci, y se les representa como graciosos jóvenes: el sátiro Anapauomenos («en descanso»), atribuido a Praxíteles, es el mejor ejemplo. Los sátiros mayores son llamados silenos, por Sileno, preceptor de Dioniso, y se les representa como de una gran fealdad. Aparecen a menudo con una copa o un tirso en la mano, en actitud de bailar con las ninfas, a las que a menudo persiguen.

Los sátiros son criaturas alegres y pícaras, aunque su carácter desenfadado y festivo puede volverse peligroso e incluso violento. Como criaturas dionisíacas son amantes del vino, las mujeres y los muchachos, y disfrutan de los placeres físicos. Bailan al son de las flautas (auloi), címbalos, castañuelas y gaitas. Tienen un baile especial llamado sikinnis. Debido a su gusto por el vino a menudo aparecen sosteniendo copas y aparecen en la decoración de vasijas y vinajeras.

Mitología y arte griegos [editar]

Sátiro y ménade en una vasija en torno al 500 a. C. en el museo del Louvre, París.

En el arte griego arcaico, los sátiros aparecen como criaturas ancianas y feas, pero en un período posterior, especialmente en las obras de la escuela ática, su fealdad es suavizada con un aspecto más grácil y juvenil.

Esta transformación o humanización del sátiro aparece en el arte griego tardío. Otro ejemplo de este cambio se produce en las representaciones de Medusa y las amazonas, personajes tradicionalmente considerados como salvajes e incivilizados. La representación compasiva y humanizada del sátiro de Praxíteles, conocido como "Sátiro en reposo" es un claro ejemplo de esta evolución.

Aunque no son mencionados por Homero, en un fragmento de las obras de Hesíodo se dice que los sátiros son hermanos de las ninfas de las montañas y de Kuretes, fuertemente conectados con el culto de Dionisos y que son criaturas caprichosas e indignas. En el culto de Dionisos los seguidores masculinos son conocidos como sátiros y los femeninos como ménades o bacantes.

En la antigua Grecia existía una especie de drama que relataba las leyendas de dioses y héroes, y el coro estaba formado por sátiros y silenos. En la obras teatrales atenienses del siglo V a. C. el coro comentaba la acción principal. Los "dramas satíricos" se burlaban de las leyendas con pantomimas e incluso insultos. Se ha conservado una obra satírica del siglo V. a.C., El Cíclope de Eurípides. También se ha conservado un papiro con un fragmento largo de una obra satírica de Sófocles, titulada Persiguiendo Sátiros (Ichneutae), que fue encontrado en la antigua colonia griega de Oxyrhynchus, en Egipto, en 1907.

Mitología y arte romanos [editar]

Un sátiro en un mosaico en Villa Romana del Casale, un yacimiento arqueológico situada cerca de Piazza Armerina en Sicilia, Italia.

Los sátiros romanos fueron considerados en el arte y la imaginación poética como espíritus latinos de los bosques y con el rústico dios Pan, por lo que en ocasiones se les llama panes.

Las representaciones romanas de los sátiros son las más extendidas en el arte posterior y la mayor parte de las representaciones modernas toman como base los modelos romanos, y aparecen como criaturas con patas de cabra desde las caderas hasta las pezuñas, y a menudo con largos cuernos de cabra o carnero. Los poetas romanos a menudo los confundían con los faunos, aunque en origen eran criaturas diferentes. De hecho, las patas y cuernos de cabra son más propias de los faunos.

La sátira romana es una forma literaria que consiste en un ensayo poético utilizado para atacar o burlarse de personas o elementos sociales. Aunque la sátira romana en ocasiona ha sido vinculada con las obras satíricas griegas o romanas, se trata de dos géneros independientes, conectados por la naturaleza subversiva atribuida a los sátiros, como fuerzas opuestas al orden, el decoro y la propia civilización.

Otras referencias [editar]

Bien por influencia externa o por desarrollo propio, otras mitologías también muestran personajes o criaturas con carácter similar a los sátiros griegos y romanos, espíritus de los bosques y de la naturaleza, como los leszi o lisovik del folclore eslavo o las carantoñas de los bosques del noroeste de la península ibérica o los basajaun vascos. Éstas y otras criaturas muestran rasgos muy similares con los sátiros, ya sea su carácter alegre, festivo y desenfadado, su promiscuidad sexual o su gusto por el vino.

En la mitología hebrea existen los sh'lrlm ("peludos"), una especie de demonio o ser sobrenatural que habita en los desiertos, y a los que se alude en el Levítico como receptores de sacrificios, y posiblemente relacionados con la simbología del chivo expiatorio. En la Biblia estos seres son traducidos como diablos, aunque en la traducción inglesa del Rey Jaime se les atribuye el término "satyr" (sátiro). En la mitología árabe y musulmana estos seres son conocidos como azzab al-akaba (demonios peludos de los pasos de montaña).

En la mitología cristiana la representación del sátiro fue asumida por el diablo, que aún actualmente suele representarse en la iconografía como una criatura con patas y cuernos de cabra.

Sátiros infantiles [editar]

Un niño sátiro (centro) aparece en la pintura de Tiziano Baco y Ariadna (c. 1520-1523).

Los sátiros infantiles o niños sátiros son representaciones mitológicas derivadas de los sátiros, que aparecen en el folclore popular, obras de arte clásicas, películas y distintas formas de arte.

Algunas obras clásicas muestran a sátiros infantiles cuidados por sátiros adultos, y en otras representaciones aparecen participando en bacanales y rituales dionisíacos (bebiendo alcohol, tocando instrumentos musicales y bailando).

La presencia de los sátiros infantiles en el arte clásico, como la antigua cerámica griega es simplemente una elección estética por parte del artista. Sin embargo, el papel de los niños en el arte clásico podría indicar un simbolismo más profundo para los sátiros infantiles: Eros, el hijo de Afrodita, es representado habitualmente con la forma de un niño o bebé, y Dioniso, el líder divino de los sátiros es representado en numerosas obras como un bebé, a menudo en compañía de los sátiros. Una representación de sátiros infantiles más allá de la antigua Grecia es el grabado de Alberto Durero "músico sátiro y ninfa con bebé", también conocido como "La familia del sátiro". También hay una representación victoriana que muestra a un bebé sátiro sentado al lado de un barril.

Ver Revivals, Reveries, and Reconstructions: Images of Antiquity in Prints from 1500 to 1800, una exhibición en el Museo de Arte de Filadelfia.

También hay muchas obras del período rococó que muestran a niños sátiros participando en celebraciones dionisíacas. Algunas muestran a mujeres sátiro con sus hijos; otras muestran a los niños participando directamente en las bacanales. En la pintura de Jean Raoux (1677-1735) "Mademoiselle Prévost como Bacante", aparece un niño sátiro tocando un tambor, mientras la Sra. Prévost, una bailarina de la ópera, baila en medio de una fiesta en honor de Baco.

[1]

Sátiros y orangutanes [editar]

En el siglo XVII, las leyendas de los sátiros se asociaron con las historias del orangután, un gran simio que habitaba Insulindia. Muchas de las historias locales describían a los machos de esta especie como seres sexualmente agresivos hacia las hembras de su especie y hacia las mujeres humanas. En aquella época en occidente algunos eruditos consideraron que estas leyendas se referían a la presencia de sátiros en la zona. De hecho, el primer nombre científico que se le dio a este simio fue el de Simia satyrus.

Véase también [editar]