Blogia
petalofucsia

Literatura

LITERATURA: LA ÉPICA. La poesía épica es un género literario en el cual el autor presenta de forma objetiva hechos legendarios o ficticios desarrollados en un tiempo y espacio determinados. El autor usa como forma de expresión habitual la narración, aunque pueden darse también la descripción y el diálogo. En algunos casos, la épica no es escrita, sino más bien contada oralmente por los rapsodas.

Épica

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Para otros usos de este término, véase Epica (banda).

La poesía épica es un género literario en el cual el autor presenta de forma objetiva hechos legendarios o ficticios desarrollados en un tiempo y espacio determinados. El autor usa como forma de expresión habitual la narración, aunque pueden darse también la descripción y el diálogo. En algunos casos, la épica no es escrita, sino más bien contada oralmente por los rapsodas.

Contenido

[ocultar]

Características generales [editar]

Alternancia de discursos que tiene como origen la observación aristotélica de la diferencia entre mímesis y diégesis, es decir, entre narración y descripción.

  1. Pueden basarse en hechos verdaderos o inventados indistintamente
  2. La narración se realiza en pasado
  3. El narrador puede aparecer en la obra o no,no está siempre presente,como en el género lírico,o tampoco desaparece por completo, como ocurre en el género dramático.
  4. La forma que se utiliza preferentemente en la obra literaria épica o narrativa es la prosa o el verso largo (hexámetro, verso alejandrino...)
  5. Tiende a incluir los demás géneros (lírico, dramático, didáctico) razón por la cual suele ser el que tiene mayor extensión.
  6. Puede presentar divisiones en su estructura externa tales como capítulos, epígrafes...
  7. Posee las siguientes variantes o subgéneros: epopeya, cantar de gesta, poema épico culto, romance, cuento tradicional, mito, leyenda, relato, novela. Cada uno, a su vez, cuenta con diferentes tipologías o clases de textos, especialmente el mito, el cuento tradicional y la novela.
  8. Esta puede ser de dos formas: directa e indirecta.

Subgéneros [editar]

El género épico o narrativo se encuentra en todas las literaturas, pues es un género esencial, y se puede dar y se ha dado históricamente en formas muy diferentes.

Los sumerios (Epopeya de Gilgamesh), griegos (Ilíada, Odisea), romanos (Eneida) e hindúes (Mahabarata, Ramayana) compusieron epopeyas en torno a las hazañas de un héroe arquetípico, que representaba los valores tradicionales colectivos de una nación, y otros personajes como dioses y hombres, incluyendo además elementos fantásticos.

La epopeya se denominó en la Edad Media europea cantar de gesta, y en ella empezaron a escasear más los elementos divinos y fantásticos. Francia compuso la mayoría de ellas y las más influyentes, entre las que destacó la Chanson de Roland o Cantar de Roldán. En España se compuso el Cantar de Mío Cid, entre otros. Los alemanes compusieron el Cantar de los Nibelungos y los sajones el Beowulf. En Inglaterra, no llegaron a reunirse leyendas dispersas en torno a Robin Hood, pero se escribieron en prosa historias sobre un hipotético rey llamado Artus o Arturo. En Islandia, las sagas, aunque tienen un marcado carácter histórico, se emparentan con esta tradición narrativa, sobre todo en las sagas arcaicas como la Volsunga Saga.

Con el paso a los tiempos modernos, la epopeya empezó a estar protagonizada no por héroes y dioses, sino únicamente por personas vulgares cuya única hazaña era la supervivencia o conseguir una mejor condición social; de igual manera, las hazañas fantásticas fueron sustituidas por una tendencia realista. Ésa fue la gran contribución de novelas como la anónima novela picaresca española El lazarillo de Tormes y, sobre todo, las dos partes del El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha de Cervantes, que desacreditaron por completo los restos de epopeya que venían de la Edad Media, encarnados por los llamados libros de caballerías. El Quijote supone, pues, el nacimiento de la novela moderna realista y polifónica, escrita en prosa y cuyos protagonistas son personas vulgares y corrientes que se mueven en ambiente realista sin hechos sobrenaturales y sin que intervengan los dioses. Este tipo de novela se desarrolló extraordinariamente en el siglo XIX, cuando la burguesía lo tomó como modelo para exponer sus inquietudes y como espejo de su nueva ideología materialista. La novela realista del siglo XIX es la epopeya de la clase media o burguesía.

El poema épico culto intenta reactualizar en los tiempos modernos la epopeya griega y romana, sus antecedentes, en un estilo generalmente lleno de reminiscencias y en rima consonante. A este género pertenecen, por ejemplo:

El mito es una narración corta que tiene una función cognoscitiva o explicativa, etiológica, frecuentemente de carácter alegórico. Es por esto que su estudio está más relacionado con la mitología.

El cuento tradicional es una narración anónima de carácter oral que sirve para pasar el tiempo y se suele contar a los niños. En el siglo XVIII y XIX empezaron a recogerse y estudiarse. Colecciones de cuentos populares son las de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm en Alemania, o Charles Perrault en Francia.

El romance o, en los países nórdicos, balada, es una narración corta en verso, casi siempre de carácter anónimo, surgida en general de la descomposición de los cantares de gesta medievales, aunque pronto fueron compuestos algunos romances y baladas por autores desconocidos imitando los romances viejos.

El relato es una narración escrita de autor conocido, con pocos personajes y sin la complicación y meandros de que hace gala la novela clásica.

La leyenda, escrita en verso o en prosa, es característica del siglo XIX y narra hechos con alguna base histórica de verdad, pero fabulándose en ellos libremente. Cabe destacar, por ejemplo, las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer.

Componentes básicos del género [editar]

La intriga [editar]

La intriga es la trama o argumento, lo que pasa, lo que se cuenta. La forman los sucesos, expuestos en orden artificial o artístico.

La intriga se puede mostrar en el discurso de dos modos:

  1. Desde el comienzo: la sucesión de los acontecimientos parte de un embrión de historia que se desarrolla en una sucesión lineal.
  2. En su transcurso: en pleno nudo argumental, con posteriores retrocesos; el argumento no se desarrolla linealmente.

Si el discurso sigue un orden regido por una cronología o temporalidad objetiva, la intriga tiene una estructura lineal. Cuando se altera el orden de los sucesos, la intriga se presenta como discontinua o no lineal. Cuando la intriga se ofrece linealmente, es decir, cuando la relación de los sucesos es acorde con la sucesión lógica de la temporalidad objetiva, la estructura de la intriga progresa hasta alcanzar un momento culminante, llamado clímax argumental. En las novelas de intriga lineal, el clímax es el momento de resolución definitiva y estable del proyecto emprendido.

El personaje [editar]

El héroe épico tiene un objetivo o ideal concreto y ha de superar una serie de obstáculos para alcanzarlo. Puede tener contactos con una divinidad (misión), especialmente en la épica grecolatina. Mantiene actividad guerrera y, a menudo, se da el peregrinaje meramente funcional, pero también puede aportar una significación. El nombre de los personajes es un primer rasgo caracterizador, esta caracterización puede ser muy elemental cuando es sólo designativa. Pero el nombre puede caracterizar también de un modo expansivo (y no sólo designativo).

La caracterización [editar]

Caracterizar a un personaje es dotarlo de atributos materiales, temperamentales, morales, ideológicos, etc.

Ésta puede ser de dos modos: directa e indirecta. Es directa cuando explícitamente se dice cómo es el personaje y así suele ocurrir en la épica, donde hay abundancia de epítetos referidos al personaje, tanto en la épica clásica como en la medieval.

El espacio [editar]

El relato evoca un complejo de experiencias humanas determinadas en el tiempo y en el espacio. El espacio colabora decisivamente en la configuración positiva o negativa del personaje. En la épica se puede dar el espacio único, pero es más común un relato itinerante.

El tiempo [editar]

La literatura es un arte temporal. Los distintos estratos de temporalidad se podrían resumir así:

  • Temporalidad externa o extratextual. Como su nombre indica, es la que se refiere al momento de producción y de consumo de la obra. Habrá, por lo tanto, un tiempo del escritor y un tiempo del lector, que pueden ser o no contemporáneos.
  • Temporalidad interna o textual. Ésta, por su parte, está íntimamente relacionada con el contenido de la obra. Así, distinguiremos un tiempo de la aventura (El tiempo de la historia, de lo contado), un tiempo de la escritura (Orden en que se narran los sucesos. Si este orden coincide con el tiempo de la aventura, estaremos ante un discurso lineal; si no, ante un discurso discontinuo) y un tiempo de la lectura; es decir, tiempo necesario para que la obra sea leída....

Es un tiempo muy contraído en la mayor parte de las obras, pero siempre suele ser alrededor de 10 o 20 min.

El punto de vista [editar]

Se trata de analizar el punto de vista del autor con respecto a lo que nos está contando. Atendiendo a la persona que cuenta la historia y al grado de intervención y conocimiento de la acción, puede establecerse el siguiente esquema:

  • Tercera persona limitada: El autor se refiere a todos los personajes en tercera persona, pero describe sólo lo que puede ser visto, oído o pensado por un solo personaje.
  • Tercera persona omnisciente: El autor presenta a los personajes en tercera persona y describe todo lo que los personajes ven, oyen, sienten e incluso hechos en los que no hay presente ningún personaje.
  • Tercera persona observadora: El autor narra como si contemplara los hechos, pero sin poder adentrarse en el interior de los personajes.
  • Primera persona central (narrador protagonista o autobiográfico): El personaje principal, en primera persona, cuenta su propia historia.
  • Primera persona periférica: Un personaje secundario narra en primera persona la historia del protagonista, la cual conoce por estar igualmente involucrado.
  • Primera persona testigo: Un testigo de la acción que no participa en ella directamente, narra en primera persona los hechos.
  • Segunda persona narrativa: Recurso utilizado por la novela moderna. El autor narra en segunda persona, generalmente para introducir al lector en la mente del personaje o crear una sensación de falso diálogo del protagonista consigo mismo.

Épica clásica [editar]

Artículo principal: Épica grecolatina

El primer gran épico occidental es, sin duda, Homero (probablemente siglo VIII a. C.), autor de poemas narrativos donde la leyenda (forma usual de transmisión de las hazañas históricas) se mezcla con un núcleo de verdad histórica.

Ambas destacan por su unidad y coherencia, resaltando la inteligencia y la astucia, el riesgo y la aventura. Homero pone de relieve sentimientos humanos primordiales. No son literatura religiosa, pero no le andan lejos.

La épica griega no nos ha llegado, Homero aparte, sino en muy breves fragmentos. Sabemos que acabó por degenerar en parodia.

Hesíodo (¿siglo VIII a. C.?), probablemente contemporáneo de Homero, escribió épica didáctica. Fue el primer autor que tuvo conciencia de serlo, de la individualidad. Escribió dos obras:

  • La Teogonía, poema de carácter moral y religioso en el que informa de los orígenes del mundo, la genealogía de los dioses y otros mitos.
  • Trabajos y días, larga epístola moral a su hermano, que incluye relatos míticos.

Ya en época alejandrina, Apolonio de Rodas (295 a. C. - 215 a. C.) compuso Los argonautas a imitación de Homero, pero no es una obra demasiado conseguida. Homero-pen-don La tradición épica griega llegó a Roma y allí este género se divide en antes y después de Virgilio. Entre los precursores de Virgilio se dieron dos tendencias: la que siguió la tradición épica alejandrina y la que siguió la tradición guerrera romana. Muy pronto se hizo la traducción de la Odisea, que influiría mucho en los romanos. Entre los autores destacan Nevio (Bellum poenicum) y Ennio (Annales), quien introdujo el hexámetro.

Virgilio (70 a. C. - 19 a. C.) escribió la Eneida; introdujo todo lo que constituía la historia de Roma (mitología, leyenda, filosofía, religión...); busca hallar en el pasado austero una justificación del poderío presente, mediante antecedentes divinos, ya que Eneas es hijo de Anquises y Venus.

Tras Virgilio se dará en Roma un renacimiento artificial de la epopeya. Algunos continuadores son: Estacio, quien realiza poemas de encargo y Lucano.

Épicas griegas arcaicas [editar]

LITERATURA: CIENCIA FICCIÓN. La ciencia ficción (conocida originariamente como literatura de anticipación) es la denominación popular con que se conoce a uno de los géneros derivados de la literatura de ficción (junto con la literatura fantástica y la narrativa de terror). Nacida como subgénero literario distinguido en la década de 1920 (aunque hay obras reconocibles muy anteriores) y exportada posteriormente a otros medios, como el cinematográfico, historietístico y televisivo, gozó de un gran auge en la segunda mitad del siglo XX debido al interés popular acerca del futuro que despertó el espectacular avance tanto científico como tecnológico alcanzado durante esos años.

Ciencia ficción

De Wikipedia, la enciclopedia libre

La ciencia ficción (conocida originariamente como literatura de anticipación) es la denominación popular con que se conoce a uno de los géneros derivados de la literatura de ficción (junto con la literatura fantástica y la narrativa de terror). Nacida como subgénero literario distinguido en la década de 1920 (aunque hay obras reconocibles muy anteriores) y exportada posteriormente a otros medios, como el cinematográfico, historietístico y televisivo, gozó de un gran auge en la segunda mitad del siglo XX debido al interés popular acerca del futuro que despertó el espectacular avance tanto científico como tecnológico alcanzado durante esos años.

Es un género especulativo que relata acontecimientos posibles desarrollados en un marco espacio-temporal puramente imaginario, cuya verosimilitud se fundamenta narrativamente en los campos de las ciencias físicas, naturales y sociales. La acción puede girar en torno a un abanico grande de posibilidades (viajes interestelares, conquista del espacio, consecuencias de una hecatombe terrestre o cósmica, evolución o regresión humana sobrevenidas por mutaciones, existencia de civilizaciones alienígenas, etc.). Esta acción puede tener lugar en un tiempo pasado, presente o futuro, o, incluso, en tiempos alternativos ajenos a la realidad conocida, y tener por escenario espacios físicos (reales o imaginarios, terrestres o extraterrestres) o el espacio interno de la mente. Los personajes son igualmente diversos: a partir del patrón natural humano, recorre y explota modelos antropomórficos hasta desembocar en lo artificial de la creación humana (robot, androide, ciborg) o en criaturas no antropomórficas.

Contenido

[ocultar]

[editar] Introducción

Entre los estudiosos del género no se ha podido llegar a un consenso amplio sobre una definición formal, siendo éste un tema de gran controversia. En general se considera ciencia ficción a los cuentos o historias que versan sobre el impacto que producen los avances científicos, tecnológicos, sociales o culturales, presentes o futuros, sobre la sociedad o los individuos.

Una definición posible del género[1] es la propuesta por los escritores Eduardo Gallego y Guillem Sánchez en su artículo ¿Qué es la ciencia-ficción?

La ciencia ficción es un género de narraciones imaginarias que no pueden darse en el mundo que conocemos, debido a una transformación del escenario narrativo, basado en una alteración de coordenadas científicas, espaciales, temporales, sociales o descriptivas, pero de tal modo que lo relatado es aceptable como especulación racional.
Eduardo Gallego y Guillem Sánchez, ¿Qué es la ciencia-ficción?

Su nombre deriva de una traducción demasiado literal del término en inglés, ya que la traducción apropiada siguiendo las reglas del castellano sería "ficción de/sobre la ciencia" o "ficción científica". Si bien muchos expertos opinan que debería utilizarse éste último, la costumbre está demasiado extendida y sólo muy pocos lo utilizan.

En inglés también se puede escribir con un guión de unión cuando el término precede a un sustantivo, como science-fiction novel, cuya abreviatura es "sci-fi". Este uso anglosajón del guión ha dado lugar a nuevos malentendidos lingüísticos pues el guión en español aglutina sustantivos donde el segundo modifica al primero,[2] es decir, al contrario que en inglés. Por tanto el uso "ciencia-ficción" en castellano se distancia aun más del significado original en inglés. En castellano también se utilizan las iniciales "CF" para referirse al género.

[editar] Historia de la literatura de ciencia ficción

La expresión fue acuñada en 1926 por Hugo Gernsback cuando la incorporó a la portada de una de las revistas de narrativa especulativa más conocidas de los años 1920 en Estados Unidos: Amazing Stories (Véase revistas de ciencia ficción). El uso más temprano del término parece datar de 1851 y es atribuido a William Wilson, pero se trata de un uso aislado y el término no se generalizó con su acepción actual, hasta que Gernsback lo utilizó de forma consistente (después de hacer un intento previo con el término scientifiction que no llegó a cuajar).

Es muy posible que hoy se usara la palabra cientificción, pero Gernsback se vio obligado a vender su primera publicación, que tenía ese nombre. Sin darse cuenta, había vendido los derechos sobre el término y muy a pesar suyo se vio obligado a dejar de usarlo y utilizar en su lugar el término ciencia-ficción.

De modo, que hasta el año 1926 la ciencia ficción no existía como tal. Hasta esa fecha las narraciones que hoy día no dudamos en calificar de ciencia ficción recibían diversos nombres, tales como viajes fantásticos, relatos de mundos perdidos, utopías, romances científicos o novelas científicas.

El canadiense John Clute denomina a esta época anterior a la eclosión del género proto ciencia ficción. Un nombre casi perfecto para los que recuerden la película de Donald Cammell de 1977, Engendro mecánico.

[editar] Proto ciencia ficción y ciencia ficción primitiva (1818-1937)

Para muchos la primera obra de ciencia ficción con contenidos similares a los del género, tal y como hoy se entiende, se remonta a 1818, año en que es publicado Frankenstein o El moderno Prometeo de Mary Shelley. Aunque algunos ven elementos de ciencia ficción en leyendas y mitos muchos siglos antes. En la mitología griega, se cuenta que Dédalo, el padre de Ícaro y constructor del laberinto de Minos, construyó estatuas de madera que eran capaces de moverse solas (¿una primitiva referencia a los modernos robots?). Y en el folclore judío también está presente el mito del Golem. Incluso el viaje a la Luna fue objeto de iniciativas literarias antes de 1818; dos de las más conocidas son la de Cyrano de Bergerac, en el siglo XVII, y la del Barón de Münchhausen, siglo XVIII. Sin embargo, Carl Sagan e Isaac Asimov coinciden en que Somnium (1623) de Johannes Kepler es el primer relato de ciencia ficción como tal. Somnium describe a un aventurero que viaja a la Luna y muestra la preocupación de Kepler por el tema de cómo se verían los movimientos de la Tierra desde la Luna.

Ilustración de L’histoire comique contenant les états et empires du soleil de Cyrano de Bergerac.

Habrá algunos que cuestionen la calificación de estas obras como ciencia ficción (ni siquiera como proto ciencia ficción). El propio John Clute excluye la obra de Bergerac frente a otros que consideran Otros Mundos es auténtica ciencia ficción, ya que a pesar de estar está escrito en tono de comedia recurre a los términos científicos de la época. En cualquier caso, cualquiera de estos clásicos cuentos heredan gran parte del espíritu del racionalismo cartesiano del siglo XVII que sentó las bases de la ciencia moderna.

Resulta difícil establecer límites. Clute, en su enciclopedia ilustrada, pone en duda la existencia del género antes de finales del siglo XVII pero cita como precursor a Tomás Moro. En su más famosa obra, Utopía (1516), describe en forma de narración una sociedad perfecta que reside felizmente en la isla Utopía.

Sin embargo, como se comenta más arriba, casi todos los expertos reconocen que la obra que supuso un antes y un después en la concepción de la literatura de ficción científica fue la obra de Shelley.

Los primeros años tras la aparición de Frankenstein dieron pocos frutos. Se puede destacar quizá otra de las obras de Shelley como El último hombre.

En los años 30 del siglo XIX, el estadounidense Edgar Allan Poe anticipó igualmente la narrativa de ciencia ficción (o ficción científica) en relatos como La incomparable aventura de un tal Hans Pfaal, El poder de las palabras, Revelación mesmérica, La verdad sobre el caso del señor Valdemar, Un descenso al Maelström, Von Kempelen y su descubrimiento, etc.[3] Dichos relatos reúnen algunos de los elementos primitivos de la ciencia-ficción, como el mesmerismo y los viajes en globo —muy en boga en aquella época— y la especulación cosmológica, también presente en su visionario ensayo Eureka, en el cual parecen describirse los agujeros negros y algo parecido al Big Crunch (op. cit. p. 11).

Posteriormente, en la década de 1850 aparece el que probablemente pasa por ser uno de los autores más prolíficos del siglo XIX en el campo de las aventuras de corte científico: Julio Verne, quien en 1863 publica su primera obra con contenido de ficción científica: Cinco semanas en globo. La aparición de esta obra supone un hito, a partir de su publicación este género empieza a transformar sus intenciones. La ciencia subyacente pasa de ser un motivo de inquietud o de preocupación por lo desconocido a ser un soporte de historias de aventuras y descubrimientos.

[editar] Ciencia ficción primitiva

[editar] Europa

La rama europea de la ciencia ficción comenzó propiamente a finales del siglo XIX con los romances científicos de Julio Verne (1828-1905), cuya ciencia se centraba más bien en invenciones, así como con las novelas de crítica social con orientación científica de H. G. Wells (1866-1946).

Wells y Verne rivalizaron en la primitiva ciencia ficción. Los relatos y novelas cortas con temas fantásticos aparecieron en las publicaciones periódicas en los últimos años del siglo XIX, y muchos de ellos emplearon ideas científicas como una excusa para lanzarse a la imaginación. Aunque es más conocido por otros trabajos, Sir Arthur Conan Doyle también escribió ciencia ficción. El único libro en el que Charles Dickens se aventura en el territorio de la especulación científica y los extraños misterios de la naturaleza (en contraposición a los claramente sobrenaturales fantasmas de Navidad) fue en su novela Bleak House (1852) en la que uno de sus personajes muere por «combustión humana espontánea». Dickens investigó casos registrados de tal efecto antes de escribir sobre el tema para ser capaz de contestar a los escépticos que se escandalizaran con su novela.

El siguiente gran escritor británico de ciencia ficción tras H. G. Wells fue John Wyndham (1903-1969). Este autor gustaba de referirse a la ciencia ficción con el nombre de «fantasía lógica». Antes de la Segunda Guerra Mundial Wyndham escribió exclusivamente para las revistas pulp, pero tras la contienda se hizo famoso entre el público en general, más allá de la estrecha audiencia de los fans de la ciencia ficción. La fama le vino de la mano de sus novelas El día de los trífidos (1951), El kraken acecha (1953), Las crisálidas (1955) y Los cuclillos de Midwich (1957)

Fuera del ámbito anglosajón hay que destacar la figura de Karel Capek, introductor del término robot en su obra teatral R.U.R. y creador del clásico de la ciencia ficción La guerra de la salamandras en 1937.

[editar] Estados Unidos

En los Estados Unidos de Norteamérica el género puede remontarnos a Mark Twain y su novela Un yankee en la corte del Rey Arturo, una novela que exploraba términos científicos aunque fueran enmarcados en una ficción caballeresca. Mediante el recurso a la «transmigración del alma» y la «transposición de épocas y cuerpos» el yankee de Twain es transportado hacia atrás en el tiempo y arrastra consigo todo el conocimiento de la tecnología del siglo XIX. Los resultados son catastróficos, ya que la caballeresca aristocracia del Rey Arturo se ve pervertida por el notable poder de destrucción que ofrecen máquinas como las ametralladoras, los explosivos y el alambre de espino. Escrita en 1889, Un yankee parece predecir sucesos que tendrían lugar 25 años después en 1914, cuando las viejas ideas caballerescas europeas en lo tocante al arte de la guerra acabarían hechas pedazos por las armas y las tácticas de la Primera Guerra Mundial.

Otro autor que escribió algunas historias de este tipo es Jack London. El autor de las novelas de aventuras en el salvaje Yukon, Alaska, y el Klondike, también escribió historias sobre extraterrestres (The Red One), sobre el futuro (El talón de hierro) o sobre los conflictos del futuro (La invasión sin precedentes). También escribió una historia sobre la invisibilidad y otra sobre un arma de energía para la que no existía defensa alguna. Estas historias impactaron en el público americano y comenzaron a perfilar algunos de los temas clásicos de la ciencia ficción.

Pero el autor americano que mejor simboliza el nacimiento en Estados Unidos de la ciencia ficción como género de masas es Edgar Rice Burroughs quien, poco antes de la Primera Guerra Mundial, publica Bajo las lunas de Marte (1912) en varios números de una revista especializada en aventuras. Burroughs siguió publicando en este medio durante el resto de su vida, tanto fantasía científica como historias de otros géneros (misterio, horror, fantasía y cómo no, su personaje más conocido: Tarzán); pero, las historias de John Carter (ciclo de Marte) y Carson Napier (ciclo de Venus), aparecidas en aquellas páginas, hoy día se consideran joyas de la ciencia ficción más temprana.

No obstante, el desarrollo de la ciencia ficción americana como género literario específico hay que retrasarlo hasta 1926, año en el que Hugo Gernsback funda Amazing Stories, creándose la primera revista dedicada exclusivamente a las historias de ciencia ficción. Por otra parte, dado que como es bien conocido, fue él quien eligió el término scientifiction para describir a este género incipiente, el nombre de Gernsback y el vocablo al que dio origen han quedado unidos para la posteridad. Las historias que se publicaban en ésta y otras exitosas revistas pulp (Weird Tales, Black Mask...), no gozaban del aval de la crítica seria, que en su mayoría las consideraban sensacionalismo literario, sin embargo fue en estas revistas, que mezclaban a partes iguales la fantasía científica con el terror, donde empezaron a brillar algunos de los grandes nombres del género, como Howard Phillips Lovecraft, Fritz Leiber, Robert Bloch, Robert E. Howard, etc. Todo ello atrajo a muchos lectores a las historias de especulación científica propiamente dicha.

[editar] La Edad de Oro (1938-1950)

Con el surgir en 1938 del editor John W. Campbell y su actividad en la revista Astounding Science Fiction (fundada en 1930) y con la consagración de los nuevos maestros del género: Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein, la ciencia ficción empezó a ganar estatus como género literario, especialmente con este último, que fue el primer autor que consiguió que se editaran historias del género en publicaciones más generales, y fue también el que le dio mayor madurez al género e influyó poderosamente en su desarrollo posterior.

Las incursiones en el género de autores que no se dedicaban exclusivamente a la ciencia ficción también generaron un mayor respeto hacia el mismo; caben destacar Karel Čapek, Aldous Huxley, C.S. Lewis y en castellano Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.

Después de la Segunda Guerra Mundial se produce una transición del género. Es la época en la que los cuentos empiezan a ser desplazados por las novelas y los argumentos ganan en complejidad. Las revistas mostraban llamativas portadas con monstruos de ojos de mosca y mujeres medio desnudas, dando una imagen atrayente para lo que era su público principal: los adolescentes. Se fundan nuevas revistas: hasta 15 nuevas publicaciones en un sólo año; y alguna incluso atraviesa el océano Atlántico como la francesa Galaxie (prima hermana de la estadounidense Galaxy que empieza a publicarse el año 1950), pero ahora el género empieza a salir del terreno exclusivo del pulp.

[editar] La Edad de Plata (1951-1965)

Aviones despegando desde una plataforma en la estratosfera. Ilustración de 1953 para un periódico realizada por Helmuth Ellgaard.

Posiblemente, el que puede tal vez considerarse como primer título notable de la posguerra no fue escrito por un autor habitualmente catalogado como escritor de ciencia ficción y, de hecho, el libro ni siquiera fue catalogado como tal por su editor; pero sin duda lo es, y le dio a su autor fama mundial; nos referimos a 1984 (1948) de George Orwell. Pero la mejor tarjeta de visita del período de los 50 es su interminable lista de escritores que han sido la columna vertebral del género hasta casi finales de siglo: Robert A. Heinlein, Isaac Asimov, Clifford D. Simak, Arthur C. Clarke, Poul Anderson, Philip K. Dick, Ray Bradbury, Frank Herbert y muchos otros.

En cuanto a los títulos, de esta época son libros que hoy son considerados clásicos: Crónicas marcianas o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, Mercaderes del espacio de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, Más que humano de Sturgeon; sin olvidar El fin de la eternidad de Isaac Asimov, y Lotería solar o El hombre en el castillo de Philip K. Dick. Algunas de ellas serían adaptadas al cine o la televisión; La naranja mecánica de Anthony Burgess es un buen ejemplo de ello. También es en esta época cuando empiezan a otorgarse los premios Hugo, cuya primera edición fue en 1953.

En realidad, pese a que desde el punto de vista académico se ha venido en calificar como «edad de oro» a la etapa comprendida entre los años 1938 y 1950, para muchos, esta época debería extenderse unos quince años.

La última novela digna de mención de este período es Dune de Frank Herbert. No hay que pensar que tras su publicación, en 1965, hubiese una revolución que cambiase el panorama de forma drástica, pero un nuevo estilo empezaba a ganar el crédito de los aficionados.

[editar] La Nueva Ola

Artículo principal: Nueva ola (literatura)

Los años transcurridos entre 1965 y 1972 son el período de mayor experimentación literaria de la historia del género. En Reino Unido, se puede asociar con la llegada de Michael Moorcock a la dirección de la revista New Worlds. Moorcock, entonces un joven de 24 años, dio espacio a las nuevas técnicas ejemplificadas en la literatura de William Burroughs y J.G. Ballard. Los temas empezaron a distanciarse de los tan manidos robots e imperios galácticos de las edades de oro y plata de la ciencia ficción, centrándose en temas hasta entonces inexplorados: la consciencia, los mundos interiores, relativización de los valores morales, etcétera.

En Estados Unidos, los ecos de los cambios experimentados en el panorama británico tuvieron su reflejo. Autores como Samuel Ray Delany, Judith Merril, Fritz Leiber, Roger Zelazny, Philip K. Dick, Philip José Farmer y Robert Silverberg, representan la esencia de las nuevas vías de este género literario.

Durante un tiempo, los nuevos temas y estilos parecieron eclosionar y llegaron a copar la mayor parte de los galardones más importantes. Y, aunque los grandes maestros consagrados del género seguían teniendo sus lectores, parecía que las nuevas vías habrían de imponerse. Y de repente, los lectores empezaron a retornar a los antiguos temas: tanta relativización de valores, tanto estilo experimental en realidad les desconcertaba. Aunque el panorama literario ya no era el mismo... había crecido y madurado; los lectores ahora entendían que el género podía ser mucho más que leyes de la robótica y psicohistoria.

[editar] El Cyberpunk

Artículo principal: Cyberpunk

En la década de 1980 las cada vez más ubicuas computadoras y la aparición de las primeras redes informáticas globales dispararon la imaginación de jóvenes autores, convencidos de que tales prodigios producirían profundas transformaciones en la sociedad. Este germen cristalizó principalmente a través del llamado movimiento cyberpunk, un término que aglutinaba una visión pesimista y desencantada de un futuro dominado por la tecnología y el capitalismo salvaje con un ideario "punk" rebelde y subversivo, frecuentemente anarquista. Una nueva generación de escritores surgió bajo esta etiqueta, encabezados por los escritores William Gibson y Bruce Sterling.

[editar] Postcyberpunk

Artículo principal: Postcyberpunk

A principios de la década de los 90s del siglo XX ocurrió un cambio significativo en la literatura de ciencia ficción. Autores antes plenamente cyberpunk o que nunca habían pertenecido a esa corriente, comenzaron a rechazar explícitamente los clichés de dicho género, y de paso, a considerar a la tecnología con una visión más positiva. Es notorio que esto ocurría casi al mismo tiempo que se daba la acelerada introducción de las computadoras e Internet en la vida cotidiana. Conforme los autores empezaron realmente a usar las computadoras y la red global, sus opiniones y obras empezaron a cambiar y a rechazar la rebeldía y exaltación de la marginalidad del cyberpunk.

En las novelas post-cyperpunk, es mucho más frecuente que los protagonistas sean integrantes respetables de sus comunidades: científicos, militares, policías e incluso políticos. Aun en el caso de personajes más marginales, su interés suele residir en mantener o mejorar el statu quo, no en destruirlo tal y como era lo típico en el cyberpunk; y cuando no lo hacen, suelen ser los antagonistas.

La primera novela etiquetada como postcyberpunk es Snow Crash de Neal Stephenson. Además de Stephenson, han sido etiquetados como postcyberpunk autores tan dispares como Nancy Kress, Greg Egan, Tad Williams, Charles Stross o Richard K. Morgan.

[editar] La ciencia ficción en otros medios

[editar] En las revistas

Portada de la revista Amazing Stories (1928)

La ciencia ficción está ineludiblemente ligada a las revistas. La propia expresión ciencia ficción apareció en una de ellas. Probablemente, la primera revista periódica con algunos cuentos de este género (todavía sin nombre oficial) se podría considerar The Argosy 1896. No obstante, The Argosy no era una revista exclusivamente dedicada a las historias fantásticas con contenido científico. Otra revista temprana fue All Story, que comenzó a publicarse en 1911; en ella aparecieron la mayoría de los cuentos de Edgar R. Burroughs de fantasía científica.

Sin embargo, las dos revistas precursoras más famosas no llegarían hasta la década de 1920; en 1923 empezó a publicarse Weird Tales (cuya versión española se llamó Narraciones Terroríficas), y 1926, año en el que Hugo Gernsback acuñó el término con el que definitivamente se conocería el género para la otra de las dos «precursoras oficiales»: Amazing Stories. Amazing fue la primera de todas ellas en dedicarse de forma exclusiva a la ficción de corte científico y tuvo una larga trayectoria. Sus primeras historias eran principalmente reimpresiones de obras de Poe, Wells y Verne; pero también se publicaron relatos inéditos de gente como Burroughs y Merrit. Amazing se puede considerar como la revista más influyente durante muchos años y un punto de referencia durante todo el curso de su existencia. En 1980, tras su última etapa bajo la edición de Kim Mohan, la revista dejó de publicarse y, aunque varios editores han intentado resucitarla desde entonces, actualmente se puede considerar fuera de circulación.

En 1930 surgió otra de las revistas clásicas que todos los historiadores incluyen en su relación de publicaciones de la «edad de oro», Astounding Stories, la que más tarde sería reeditada por John W. Campbell como Astounding Science Fiction (1938) y que finalmente derivaría en la actual Analog Science Fiction and Fact (1960) y en la que escribieron los grandes escritores del género de aquellos días, entre los que se incluyen a Isaac Asimov, Robert A. Heinlein y Poul Anderson. Astounding/Analog (también conocida por sus siglas ASF) es considerada una revista de corte más cientificista que otras, siendo una de las publicaciones esenciales desde sus inicios hasta el presente. En 1971, tras la muerte de Campbell, Analog pasó a ser editada por Ben Bova, también conocido por ser el valedor de Orson Scott Card y aquél que lo lanzó a la fama. Desde 1978 la edita Stanley Schmidt.

En 1949 empezó a publicarse otra revista que tiene en su haber la mayor serie de colaboraciones (en este caso ensayos científicos) de Isaac Asimov, un total de 399 colaboraciones mensuales a lo largo de 33 años. Se trata de The Magazine of Fantasy & Science Fiction. Esta revista fue primeramente editada por Antony Boucher, y su editor actual, Gordon van Gelder, mantiene una revista de gran calidad literaria. En sus páginas se han publicado clásicos como Flores para Algernon de Daniel Keyes.

Otra de las revistas que no podíamos dejar de mencionar es Galaxy (1950). Inicialmente editada por Horace Leonard Gold tiene en su haber las mejores críticas literarias gracias a la aceptación del público de un género que empezaba a consagrarse fuera de los círculos del pulp. Con ver la lista de autores que publicaron en su primer número podemos hacernos una idea de su calidad y empuje: Clifford D. Simak, Theodore Sturgeon, Fritz Leiber o Isaac Asimov. Esta revista llegó a publicarse en Europa (en Francia y Alemania), tuvo cierto éxito durante casi treinta años hasta que en 1980 dejó de publicarse. A principio de los años 1990 el hijo de su fundador retomó la publicación de Galaxy, pero finalmente la empresa terminó de forma infructuosa en 1995.

El género está en alza. Todos los años aparecen nuevas revistas. Algunas intentan aprovechar el tirón publicitario de un nombre conocido para entrar en un mercado muy competitivo. Es, por ejemplo, el caso de Asimov's Science Fiction que empezó a publicarse en 1977 bajo la dirección del propio Isaac Asimov y con George H. Scithers como editor. Este hecho, no obstante, no tiene porqué restar calidad a estas empresas y, por ejemplo, las historias publicadas en Asimov's han sido galardonadas con frecuencia con premios Hugo y Nébula.

También en español, llegaron a publicarse algunas revistas clásicas, como la anteriormente mencionada Narraciones. Aunque también hubo iniciativas puramente autóctonas. De ellas, la más conocida comenzó su vida en 1968. Se trata de Nueva Dimensión (ND), fundada por Domingo Santos, y estuvo en circulación hasta 1983, habiendo obtenido durante esos años varios premios internacionales. Otra revista, esta mucho más moderna, con cierto renombre es Gigamesh, que empezó a publicarse en 1991; no obstante, nunca ha llegado a tener la repercusión literaria de ND. Tras varios publicaciones sin periodicidad alguna ha dejado también de publicarse. También la revista Galaxia, que bajo la dirección de León Arsenal, obtuvo en 2003 el premio a la mejor publicación de literatura fantástica, concedido por la Sociedad Europea de Ciencia-ficción. Como vemos, muchas revistas han sufrido una trayectoria muy irregular, con sucesivas resucitaciones y desapariciones, hecho que ha impedido que lleguen a ser conocidas de forma extensa. Volvió a aparecer durante un tiempo una de estas últimas: Asimov Ciencia Ficción (versión española de su homónima estadounidense), pero cerró definitivamente al cabo de unos pocos años. Ninguna de las importaciones de la célebre revista estadounidense en España ha tenido éxito.

Ya en los últimos años, ha aparecido el magazine online Scifiworld Magazine que dedicado principalmente al género fantástico en el medio audiovisual informa cada mes de las novedades del género junto a interesantes artículos de diversa índole. A partir de julio de 2006, la revista pasa a formar parte de la cadena de televisión Sci Fi y pasa a llamarse scifi.es

También en 2006, la A.C. Xatafi comienza la publicación digital de la revista Hélice: reflexiones críticas sobre ficción especulativa. Desde entonces ha mantenido una regularidad notable con un considerable éxito. Esta revista ha sido la primera en plantear una dignificación del género en España mediante estudios y críticas de mayor nivel, entre la difusión y el academicismo, con una consideración profesional de la figura del crítico. Ganó el premio Ignotus de la AEFCFT a la mejor revista publicada en 2007.

En 2008 también la A.C. Xatafi publica el primer número digital de Artifex, revista de cuentos de género que recoge el relevo de la edición en papel. Su precursora, tras pasar por varios formatos, se ha mantenido durante años como el referente para la publicación de relatos de ciencia ficción en España.

[editar] En el cine

Artículo principal: Cine de ciencia ficción

En el cine hubo y hay grandes valedores del género de la ciencia ficción. Bien mediante la adaptación de cuentos y novelas, bien mediante la producción de películas con guiones especialmente creados para la gran y la pequeña pantalla. El cine de ciencia ficción se ha utilizado en ocasiones para comentarios críticos de aspectos políticos o sociales, y la exploración de cuestiones filosóficas como la definición de ser humano.

El género ha existido desde los comienzos del cine mudo, cuando el Le Voyage dans la Lune (1902) de Georges Méliès asombró a su audiencia con sus efectos fotográficos. Desde la década de 1930 hasta la de 1950, el género constía principalmente en películas de serie B de bajo presupuesto. Tras el hito de Stanley Kubrick de 2001: A Space Odyssey de 1968, el cine de ciencia ficción fue tomado más en serio. A finales de la década de 1970, películas de presupuesto alto con efectos especiales se convirtieron en populares entre la audiencia. Películas como Star Wars o Close Encounters of the Third Kind allanaron el camino de éxitos de ventas en las siguientes décadas como E. T.: El extraterrestre (1982) y Men in Black (1997).

[editar] En la televisión

La ciencia ficción apareció primeramente en televisión durante la época de oro de la ciencia ficción, primero en Gran Bretaña y después en los Estados Unidos. Los efectos especiales y otras técnicas de producción permiten que los creadores presenten una imagen viviente de un mundo imaginario que no se limita a la realidad; esto hace de la televisión un medio excelente para la ciencia ficción, que a su vez contribuye a su popularidad de esta forma.

Debido a su modo de presentación visual, la televisión emplea mucha menos exposición que los libros para explicar los apuntalamientos de la puesta de ficción. Como resultado, la definición y los límites del género son observados de una forma menos estricta que en los medios impresos. Como el costo de crear un programa de televisión es relativamente alto en comparación con el costo de escribir e imprimir libros, los programas de televisión están obligados a atraer a una audiencia mucho mayor que la ficción impresa. Algunos escritores y lectores creen que un efecto de mínimo común denominador le resta calidad de la ciencia ficción en televisión, en relación con los libros.

Al debilitarse los límites del género, los guionistas y espectadores deben utilizar estándares más inclusivos que los autores y lectores, de tal modo que en muchos contextos se considera que la categoría de ciencia ficción en televisión incluye a todos los géneros especulativos, entre ellos el de fantasía y el de terror. En Reino Unido, a este grupo se le llama "telefantasía".

Los ejemplos más famosos y duraderos sobre trabajos en este campo son Doctor Who y Star Trek, aunque muchas otras series han atraído audiencias grandes y pequeñas durante décadas.

[editar] En la historieta

Artículo principal: Historieta de ciencia ficción

La historieta o cómic de ciencia ficción constituye uno de los géneros más importantes en los que puede dividirse la producción historietística. Los años 70 y 80 fue el momento de mayor auge de la ciencia ficción en este medio, que popularizó el género entre millones de lectores. Las historietas ofrecieron las escenas más acertadas de la navegación interestelar, de los alunizajes, de las bombas atómicas o de las sociedades hiperindustrializadas.

La ciencia ficción también está presente en numerosos videojuegos y juegos de rol.

[editar] Premios

[editar] Literarios

Los dos premios más importantes del género son los premios Hugo y los premios Nébula.

Los premios Hugo, llamados así en memoria del pionero de la ciencia ficción Hugo Gernsback, son concedidos en diversas categorías por la Sociedad mundial de ciencia ficción (WSFS) durante la celebración anual de la Worldcon. Durante la misma se entrega además el premio John W. Campbell al mejor autor novel del año.

Los Nébula son concedidos anualmente también en varias categorías por la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos (SFWA). Esta asociación además concede los cotizados premios Gran Maestro a los más importantes escritores del género por la labor de toda una vida.

Algunos otros premios también tienen nombres de otros insignes autores y editores del ramo: John W. Campbell Memorial (no confundir con el del mismo nombre al mejor autor novel) y los premios Clarke, Sturgeon y Philip K. Dick Memorial.

También las publicaciones especializadas otorgan algunos premios de relevancia como es el caso de la revista estadounidense Locus Magazine, que anualmente otorga los premios Locus.

En Europa, la Sociedad Europea de Ciencia Ficción (ESFS) se creó en 1972 y reúne a diversos profesionales del sector. Inicialmente programaba una convención bianual que a partir de 1982 se convirtió en anual, durante la cual se otorgan los premios europeos de ciencia ficción en los que se nomina al mejor: autor, traductor, promotor, publicación periódica, editorial, artista y revista.

En España, existen dos grandes premios. Los premios Ignotus, otorgados por la AEFCFT, que son votados por los socios y por los asistentes a la convención nacional anual Hispacón. Serían los equivalentes españoles a los Hugo. Han sido otorgados desde 1991 y cuentan con varias categorías. Por otra parte, el Premio Xatafi-Cyberdark es otorgado por la A.C. Xatafi y por la librería virtual Cyberdark. Los premiados son elegidos por un jurado rotativo compuesto por varios críticos de toda España que a lo largo de un año discuten en lista privada sobre todo lo publicado el año anterior. Se concede desde 2006 e incluye las categorías de Mejor libro español, Mejor libro extranjero, Mejor cuento español, Mejor cuento extranjero y Mejor iniciativa editorial en España.

Otros países también tienen sus premios nacionales: el premio Seiun en Japón, los BSFA británicos, los Ditmar australianos, etcétera.

[editar] Cinematográficos

En Estados Unidos, cuna del género, se otorgan los Saturno por la Academia de cine de ciencia ficción, fantasía y horror, siendo, probablemente, los premios más importantes del género.

En Europa los premios están más relacionados con festivales concretos, en los que se exhiben diferentes películas. El Festival de Cine de Sitges junto con el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas son las dos citas europeas más importantes del género.

En latinoamérica existen pocos festivales especializados, uno de ellos es el Buenos Aires Rojo Sangre.

[editar] Subgéneros

Artículo principal: Subgéneros de ciencia ficción

[editar] Ciencia ficción Hard y Soft

Esta clasificación dicotómica, literalmente dura y blanda, se refiere a dos tendencias opuestas a la hora de elaborar los planteamientos científicos sobre los que se basa la obra.

En el caso de la ciencia ficción hard los elementos científicos y técnicos están tratados con el máximo rigor, incluso cuando éstos entran dentro de la pura especulación, y la narración se subordina a este rigor. La película de ciencia ficción hard por excelencia es 2001: Una odisea del espacio. Gran parte de la ciencia ficción soviética se inscribe en esta línea.

Miquel Barceló en su libro Ciencia-ficción, guía de lectura dice con referencia al hard:

Cuando la ciencia ficción retoma los temas más estrictamente científicos y se basa principalmente en el mundo de la ciencia, se habla de ciencia ficción "dura", comúnmente de ciencia ficción hard, utilizando directamente la palabra original inglesa ya que casi nadie usa su traducción literal del castellano. Por lo general, la física, la química de la biología, con sus derivaciones el ámbito de la tecnología, las ciencias que soportan la mayor parte de especulación temática de la ciencia ficción hard.
Miquel Barceló, Ciencia-ficción, guía de lectura, p. 55

Respecto a la ciencia-ficción soft escribe:

En contraposición a la base científico-tecnológica de la ciencia ficción más clásica, los años sesenta contemplaron [...] los intentos [...] por incorporar las ciencias sociales como la antropología, la historia, la sociología y la psicología al ámbito de la ciencia ficción. [...] Sus autores suelen caracterizarse por una escasa o nula formación científica y un interés casi exclusivo por lo meramente literario. Gracias a ello [...] ha incorporado una mayor calidad literaria a la ciencia ficción y [...] ha provocado una evidente mejora del género.
Miquel Barceló, Ciencia-ficción, guía de lectura, p. 59

Obviamente la distinción entre ambas vertientes es difusa y podemos encontrarnos obras que comparten ambos enfoques. Pero, por lo general, los autores de ciencia ficción se pueden englobar en una categoría u otra.

[editar] Principales géneros

[editar] Temas frecuentes

Artículo principal: Recursos de la ciencia ficción

En la ciencia ficción se tratan una gran cantidad de temas. Algunos de ellos son:

[editar] Aportes de la ciencia ficción a la ciencia

De igual manera que la ciencia ficción ha tomado muchos de sus argumentos y elementos de ambientación de conceptos o creaciones de la ciencia, ésta ha tomado en ocasiones elementos de la literatura de CF para convertirlos en conceptos reales o hipótesis de trabajo de cara al futuro científico o tecnológico.

Los casos más conocidos de esta transferencia son los del término robot empleado por primera vez por el escritor checo Karel Čapek -el cual deriva de la palabra "robota", que en su idioma significa "trabajo duro y pesado"; dado que se entendía por éstos como máquinas específicas para realizar estas funciones- en su obra R.U.R. (Robots Universales de Rossum), el término derivado robótica, creado en las novelas de robots de Isaac Asimov o el ascensor espacial imaginado independientemente por Arthur C. Clarke y Charles Sheffield.

Otros conceptos, aunque creados por eminentes científicos, han sido profusamente desarrollados por la ciencia ficción antes incluso de ser tenidos en cuenta por la ciencia. Por ejemplo, Julio Verne en De la Tierra a la Luna (1865) describió como tres hombres son lanzados desde Florida hacia la Luna. De ese mismo punto partieron los astronautas del Apolo 11 cien años después.[4] En The world set free (El mundo liberado, 1914), H.G. Wells predijo la energía nuclear y la utilización de la bomba atómica en una futura guerra con Alemania. [5] [6] [7] Y en la novela Ralph 124C 41+ (1911), Hugo Gernsback descrió detalladamente el radar antes de haber sido inventado.[8] La ciencia ficción también ha especulado sobre la antimateria, los agujeros de gusano o la nanotecnología antes que la propia ciencia.

Algunos conceptos han tenido una notable influencia, a pesar de no ser en la actualidad más que meras invenciones de la imaginación. Por ejemplo, la psicohistoria de Asimov ha influido levemente en la forma de ver la sociología desde un punto de vista matemático.

Finalmente, y de modo sorprendente, algunas invenciones de la ciencia ficción han inspirado alguna de las líneas de investigación actual, como la comunicación instantánea (ansible, taquiones).

[editar] Terminología

Dentro de la terminología de la ciencia ficción, existen palabras que resultan comunes para los lectores asiduos del género pero no para los nuevos lectores.

Sin embargo, no están creadas como una forma de lenguaje identificativo, sino que la mayor parte de las veces son ideas y conceptos interesantes que se han convertido en dominio público, dentro del género e incluso fuera de él, en el mundo de la ciencia.

Estos términos son muy usados dentro de los relatos y novelas de ciencia ficción. Como ejemplo tenemos el hiperespacio, que es una especie de «espacio alternativo» por el que se puede viajar de un punto a otro; las sociedades o mentes colmena, que son sistemas con inteligencia compuestos por la mente de muchos seres y no sólo de uno, etcétera.

[editar] Véase también

  • La ciencia ficción en el mundo:

[editar] Referencias

  1. Otras definiciones de ciencia ficción en “Alt64-wiki”
  2. Real Academia Española: "Diccionario panhispánico de dudas"
  3. La ciencia ficción de Edgar Allan Poe, Trad. y notas de Julio Gómez de la Serna (Ed. Ultramar, Barcelona, 1985).
  4. Roger Crouch and Marc Timm. «¿Qué va a sustituir a la nave espacial». Consultado el 18 de octubre de 2009.
  5. Dyson, George (2002). Project Orion. Macmillan, pp. 10. ISBN 9780805059854.
  6. Flynn, John L. (2005). War of the Worlds. Galactic Books, pp. 14. ISBN 9780976940005.
  7. Parrinder, Parrinder (1997). H.G. Wells. Routledge, pp. 11. ISBN 9780415159104.
  8. Este hecho lo corroboró Arthur C. Clarke en Glide Path (1963)

[editar] Bibliografía

  • Aldiss, Brian W. & Wingrove, David. Trillion Year Spree: The History of Science Fiction. Atheneum, 1986. ISBN 0-689-11839-2
  • Amis, Kingsley. El universo de la ciencia ficción. Madrid: Editorial Ciencia Nueva, 1966.
  • Asimov, Isaac. Cuentos completos I y Cuentos completos II. Barcelona: Ediciones B, 2005. ISBN 978-84-666-2181-6/ ISBN 978-84-666-2285-1
  • Barceló, Miquel. Ciencia-ficción, guía de lectura. Barcelona: Ediciones B, 1990. ISBN 84-406-1420-9
  • Clute, John & Nicholls, Peter (eds.). The Encyclopedia of Science Fiction. St. Martin's Press, 1995. ISBN 0-312-13486-X
  • Disch, Thomas M. The Dreams Our Stuff Is Made Of. Touchstone, 1998. ISBN 0864824051
  • Ferreras, Juan Ignacio. La novela de ciencia ficción. Madrid: Siglo XXI, 1972.
  • James, Edward. The Cambridge companion to science fiction. Cambridge: Cambridge University Press, 2003. ISBN 0-521-01657-6
  • Kagarlitski, Yuli. ¿Qué es la ciencia-ficción? Barcelona: Ediciones Guadarrama, 1977.
  • Moreno Serrano, Fernando Ángel. La ciencia ficción en España (1950-2000). Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense de Madrid
  • Moreno Serrano, Fernando Ángel. "Notas para una historia de la ciencia ficción en España" en Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, nº 27, 2007, pp. 125-138. ISSN 0212-2952
  • Moreno Serrano, Fernando Ángel. "Planteamientos retóricos de la novela de ciencia ficción" en Letras de Deusto, vol. 38, nº 120, pp. 95-106. ISSN 0210-3516.
  • VV. AA. Obras Maestras: La Mejor Ciencia Ficción del Siglo XX. Barcelona: Ediciones B, 2007. ISBN 978-84-666-3391-8
  • Weldes, Jutta (ed.). To Seek Out New Worlds: Science Fiction and Politics. Palgrave Macmillan, 2003. ISBN 0-312-29557-X

[editar] Enlaces externos

Commons

Wikisource

Wikiquote

LITERATURA FANTÁSTICA. La literatura fantástica es un género literario de ficción, generalmente en forma de novelas o de relatos cortos. Se caracteriza porque utiliza la magia y otras formas sobrenaturales como un elemento primario del argumento, la temática o el ambiente.

Literatura fantástica

De Wikipedia, la enciclopedia libre


La literatura fantástica es un género literario de ficción, generalmente en forma de novelas o de relatos cortos. Se caracteriza porque utiliza la magia y otras formas sobrenaturales como un elemento primario del argumento, la temática o el ambiente.

Barbol y los Hobbits.

El género fantástico se asocia y se pone en contraste con la ciencia ficción y con el terror. Los tres géneros ofrecen elementos comunes tales como componentes alejados radicalmente de la realidad o especulaciones sobre cómo podría ser dicha realidad, o cómo pudiera haber sido. La "fantasía" parece reservarse temas tales como la magia, valientes caballeros, damas en peligro, bestias míticas y búsquedas, en un ambiente medieval mientras que el terror generalmente se lleva a cabo en el presente con la intención de aterrorizar al lector y la ciencia ficción suele enclavarse en el futuro en un ambiente altamente tecnológico.

Es una importante fuente de inspiración para juegos de rol y películas.

Contenido

[ocultar]

La historia [editar]

Los orígenes de la literatura fantástica se remontan a la mitología griega y la mitología romana. Dos famosos clásicos son la Odisea de Homero y la Eneida de Virgilio. Posteriormente se observa una influencia muy fuerte del romance medieval. Tanto el romance como el ciclo Artúrico, son considerados precursores claros de la fantasía contemporánea.

Durante el siglo XIX y principios del XX se publicaron muchas historias fantásticas bajo el nombre de ciencia ficción (escritas a menudo por los mismos autores). Después del gran éxito de El hobbit y El Señor de los Anillos escritas por J. R. R. Tolkien a mediados del siglo XX, así como las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis y las series de Terramar de Ursula K. Le Guin la escritura fantástica, influenciada a menudo por estos grandes trabajos y, también, por el mito, la epopeya, y romance medieval obtuvo renovada popularidad.

Actualmente, el género mantiene su popularidad gracias a autores como J.K. Rowling, autora de la fantástica heptalogía Harry Potter

La fantasía cómica, especialmente los trabajos de Terry Pratchett, también debe ser mencionado aquí, siendo un subgénero que parodia y ofrece una visión habitualmente sarcástica de las ideas antedichas, así como ideas fuera del género, de una manera posmoderna.

La literatura fantástica y sus más viejos precursores inspiraron los juegos de rol, tales como Dungeons & Dragons, que produjeron más ficción en el género. Las compañías del juego han publicado novelas fantásticas fijadas en los propios universos ficticios de sus juegos; las series Reinos Olvidados y Battletech son algunas de las más populares.

Del mismo modo, existen series de novelas basadas en las películas de la fantasía y series de la TV.

Aficionados a la fantasía se reúnen anualmente en la Convención de la Fantasía Mundial (World Fantasy Convention). El primer encuentro fue en 1975 y ha continuado cada año desde entonces. La convención se reúne en una ciudad distinta cada año.

Debido al aumento de la popularidad de este género durante el siglo XX, el género fantástico se ha subdividido en un número de ramas:

 

Literatura fantástica contemporánea [editar]

Si lo fantástico se define en oposición a lo real, el fantástico moderno nace con la instauración del paradigma racional durante la Ilustración.

Si bien comúnmente se suele considerar a los relatos antiguos y medievales como pertenecientes a la literatura fantástica, desde un punto de vista más riguroso, habría que clasificar a dichos relatos como pertenecientes al campo de la mitología.

Tanto la mitología como las religiones, constituyen narraciones donde se evidencia la cosmovisión de una determinada cultura en un determinado período histórico.

Esta concepción particular del universo era lo que constituía las bases de su propia realidad y esa era la función de dichos relatos.

Para las personas del medieval, la existencia de las brujas y los influjos satánicos, no eran considerados fantásticos, sino que constituían hechos cotidianos, creíbles y sin lugar a dudas, reales.

Durante la Ilustración y el desarrollo de la ciencia, la realidad del hombre medieval se convierte en superstición, como todo aquello que no es factible de ser comprobado a través del método científico.

Es aquí cuando nace el concepto de "fantástico", como un hecho que contraría las leyes de la ciencia.

La literatura fantástica, opera en esa zona donde ocurren hechos inexplicables para la lógica cartesiana, amenazando con subvertir el orden del mundo.

Al tiempo que se establece como una instancia crítica donde es posible indagar los límites del pensamiento racional como única instancia que regula la experiencia de lo real.

Si la literatura mitológica cumplía la función de instaurar un orden, la literatura fantástica contemporánea persigue la función de cuestionar dicho orden.

Es por esta razón que los relatos fantásticos modernos, suelen causar un efecto perturbador, donde la ansiedad y el miedo son las reacciones más frecuentes ante una persona racionalista, que no puede aceptar la fractura de una realidad concreta.

Por esta causa la literatura fantástica se superpone a otros criterios de clasificación, como los relatos góticos, la literatura romántica, los cuentos de terror, la ciencia ficción, etc.

Bajo esta premisa, habría que considerar como pionero del fantástico contemporáneo moderno a Edgar Allan Poe.

Véase también [editar]

Enlaces relacionados [editar]

LITERATURA: EL REALISMO MÁGICO. El realismo mágico es un género artístico y literario de mediados del siglo XX. El término fue inicialmente usado por un crítico de arte, el alemán Franz Roh, para describir una pintura que demostraba una realidad alterada, pero fue usado más tarde por ciertos escritores latinoamericanos.

Realismo mágico

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Para otros usos de este término, véase Realismo.

El realismo mágico es un género artístico y literario de mediados del siglo XX. El término fue inicialmente usado por un crítico de arte, el alemán Franz Roh, para describir una pintura que demostraba una realidad alterada, pero fue usado más tarde por ciertos escritores latinoamericanos.

Entre sus principales exponentes están el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el colombiano Gabriel García Márquez, ambos galardonados con el Premio Nobel de Literatura, aunque muchos aclaman como padres del Realismo Mágico a Juan Rulfo, Arturo Uslar Pietri con su cuento "La lluvia"(1935), José de la Cuadra, Pablo Palacio y otros. Jorge Luis Borges también ha sido relacionado al realismo mágico pero su negación absoluta del realismo como género o Una posibilidad literaria lo pone contra este movimiento. Laura Esquivel de México con "Como agua para chocolate" y Alejo Carpentier, de Cuba, en su prólogo al Reino de este mundo, define su escritura inventando el concepto de "real maravilloso", que a pesar de sus semejanzas con el realismo mágico de Gabriel García Márquez, no se tiene que asimilar con él. El realismo mágico se desarrolló muy fuertemente en las décadas del '60 y '70, producto de las discrepancias entre dos visiones que convivían en Hispanoamérica en ese momento: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Además surgió como modo de reaccionar mediante la palabra a los regímenes dictatoriales de la época. Sin embargo, existen textos de este tipo desde la década de 1930, de la mano de las obras de José de la Cuadra, en su nouvelles como "La Tigra".

El realismo mágico se define como la preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. No es una expresión literaria mágica, su finalidad no es la de suscitar emociones sino más bien expresarlas y es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad. Una de las obras más representativas de este estilo es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

El realismo mágico comparte ciertas características con el realismo épico, como la pretensión de dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal, a diferencia de la actitud nihilista asumida originalmente por las vanguardias como el surrealismo.

Una vez Gabriel García Márquez dijo: “Mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía. Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga.” [cita requerida]

Contenido

[ocultar]

Aspectos destacables del Realismo mágico [editar]

Los siguientes elementos están presentes en muchas novelas del realismo mágico, pero no necesariamente todos se presentan en las novelas y también otras obras pertenecientes a otros géneros pueden presentar algunas características similares.

  • Contenido de elementos mágicos/ficticios, percibidos por los personajes como parte de la "normalidad".
  • Elementos mágicos tal vez intuitivos, pero (por lo regular) nunca explicados.
  • Presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.
  • Se puede apreciar en el contenido de la novela, representaciones de mitos y leyendas que por lo general son latinoamericanas. Incluso, en el libro Cien años de soledad, se hace alusión al mito de la humanidad, en el momento en que Adán y Eva se marchan del jardín del Eden.
  • Contiene multiplicidad de narradores (combina primera, segunda y tercera persona), con el fin de darle distintos puntos de vista a una misma idea y mayor complejidad al texto.
  • El tiempo es percibido como cíclico, no como lineal, según tradiciones disociadas de la racionalidad moderna.
  • Se distorsiona el tiempo, para que el presente se repita o se parezca al pasado.
  • Transformación de lo común y cotidiano en una vivencia que incluye experiencias "sobrenaturales" o "fantásticas".
  • Preocupación estilística, partícipe de una visión "estética" de la vida que no excluye la experiencia de lo real.
  • El fenómeno de la muerte es tomado en cuenta, es decir, los personajes pueden morir y luego volver a vivir.
  • Planos de realidad y fantasía: hay hechos de la realidad cotidiana combinándose con el mundo irreal, fantástico, del autor, con un final inesperado o ambiguo.
  • Escenarios americanos: en mayoría ubicados en los niveles más duros y crudos de la pobreza y marginalidad social, espacios donde la concepción mágica, mítica, aún es "vida real"....angela
  • Los hechos son reales pero tienen una connotación fantástica, ya que algunos o no tienen explicación, o son muy improbables que ocurran.
  • El autor se encuadra fuera de la realidad representada.
  • Se refiere a la novedad de los personajes irreales que siempre actuan sin actuar, es decir, que la copiosidad del personaje se ve reflejada en cada letra de la novela.

Características del Realismo mágico [editar]

Temas [editar]

  • Diversidad de épocas históricas.
  • Esencia cultural del mestizaje.
  • Lo prehispánico en sus valores mitológicos.

Personajes [editar]

Los personajes presentes en las obras de esta corriente suelen tener viajes, no solo de tipo físico, como los que sufren los personajes de las obras criollistas, por dar un ejemplo, sino que éstos cambian de espacios y tiempos desde sus pensamientos y su estado onírico.

Tiempo 1.12 [editar]

Encontramos 4 posturas:

  • Tiempo cronológico: Las acciones siguen el curso lógico del tiempo.
  • Ruptura de planos temporales: mezcla de tiempo presente con tiempo pasado (regresiones) y tiempo futuro (adelantos).
  • Tiempo estático: El tiempo cronológico se detiene, es como si no trascendiera.
  • Tiempo invertido: Es el más contradictorio: considerar la noche día cuando leemos: "Era el amanecer", "Se hizo la noche", entre otras.

LITERATURA: EL ROMANTICISMO. El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

Romanticismo

De Wikipedia, la enciclopedia libre

El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

Se desarrolló fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a países como Francia, Italia, Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Postromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, el arte y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

Contenido

[ocultar]

Características

Saturno devorando a un hijo, una de las Pinturas Negras de Goya, realizada durante el Trienio Liberal (1820–1823), y que, so capa mitológica, alude a la famosa frase de Vergniaud poco antes de ser guillotinado: «La Revolución devora a sus propios hijos».

El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:

  • La conciencia del Yo como entidad autónoma y fantástica.
  • La primacía del Genio creador de un Universo propio.
  • La supremacía del sentimiento frente a la razón neoclásica.
  • La fuerte tendencia nacionalista.
  • La del liberalismo frente al despotismo ilustrado.
  • La de la originalidad frente a la tradición clasicista.
  • La de la creatividad frente a la imitación neoclásica.
  • La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante. Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.

Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón.

El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.

Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.

Manifestaciones culturales

El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán: tormenta e ímpetu), desarrollado durante la última mitad del siglo XVIII, fue el precedente importante del Romanticismo alemán.

Los autores importantes fueron (el joven) Johann Wolfgang von Goethe, (el joven) Friedrich Schiller, Friedrich Gottlieb Klopstock y Ludwig van Beethoven.

Romanticismo alemán

El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.

Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los fundadores del Idealismo Alemán).

Los autores más importantes son Goethe, Novalis, Ludwig Tieck, Friedrich Schlegel, Clemens Brentano, August Wilhelm Schlegel, Achim von Arnim, E.T.A. Hoffmann, y Friedrich Hölderlin.

Postromántico se puede considerar a Heinrich Heine.

Romanticismo francés

El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en Alemania (1813), de Madame de Staël, aunque el gran precursor en el siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio, Julia, o La Nueva Eloísa y El contrato social, entre otras obras.

En el siglo XIX sobresalieron Charles Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred de Musset, George Sand, Alexandre Dumas (tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores representantes de esta estética literaria.

Romanticismo inglés

Lord Byron vestido de albanés, obra de Thomas Phillips de 1813.

El Romanticismo comenzó en Inglaterra casi al mismo tiempo que en Alemania; en el siglo XVIII ya habían dejado sentir un cierto apego escapista por la Edad Media y sus valores de falsarios inventores de heterónimos medievales como James Macpherson o Thomas Chatterton, pero el movimiento surgió a la luz del día con los llamados Poetas lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.

Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats son los líricos canónicos del Romanticismo inglés. Después vinieron el narrador Thomas De Quincey, y los ya postrománticos Elizabeth Barrett Browning y su marido Robert Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el mundo moderno, el monólogo dramático.

En narrativa destaca Walter Scott, creador del género de novela histórica moderna con sus ficciones sobre la Edad Media inglesa, o las novelas góticas El monje de Matthew Lewis o Melmoth el Errabundo, de Charles Maturin.

Romanticismo español

José de Espronceda es el prototipo de poeta romántico en España. Liberal exaltado, activista político y lírico desbordado, su temprana muerte a los 34 años lo convirtió en el poeta del Romanticismo español por excelencia.

En España la ideología romántica tuvo precedentes en los afrancesados ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches lúgubres de José de Cadalso o en los prerrománticos (Nicasio Álvarez Cienfuegos, Manuel José Quintana...), que reflejan una nueva ideología presente ya en figuras disidentes del exilio, como José María Blanco White. Pero el lenguaje romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado, debido a la reacción emprendida por Fernando VII tras la Guerra de la Independencia, que impermeabilizó en buena medida la asunción del ideario romántico.

Durante la Década Ominosa en España (1823-1833) vuelve a instaurarse un régimen absolutista, y quedan suspendidas todas las publicaciones periódicas, las universidades cerradas y la mayoría de las principales figuras literarias y políticas en el exilio; el principal núcleo cultural español se sitúa, sobre todo, en Gran Bretaña y Francia. Desde allí, periódicos como Variedades, de Blanco White, contribuyeron a fomentar las ideas del Romanticismo entre los exiliados liberales, que paulatinamente fueron abandonando la estética del Neoclasicismo.

A pesar de ello, ya en la segunda década del siglo XIX, el diplomático Juan Nicolás Böhl de Faber publicó en Cádiz una serie de artículos entre 1818 y 1819 en el Diario Mercantil a favor del teatro de Calderón de la Barca contra la postura neoclásica que lo rechazaba, que suscitó un debate en torno a los nuevos postulados románticos. Más tarde, en el periódico barcelonés El Europeo (1823-1824), Bonaventura Carles Aribau y Ramón López Soler defendieron el Romanticismo moderado y tradicionalista del modelo de Böhl, negando decididamente las posturas neoclásicas. En sus páginas se hace por primera vez una exposición de la ideología romántica a través de un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.

Algunos escritores liberales españoles, emigrados por vicisitudes políticas, entraron en contacto con el Romanticismo europeo, y trajeron ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII en 1833. La poesía del romántico exaltado está representada por la obra de José de Espronceda y la prosa, por la figura decisiva de Mariano José de Larra. Un romanticismo moderado encarnan José Zorrilla, dramaturgo, autor del Don Juan Tenorio; y el Duque de Rivas, que, sin embargo, escribió la obra teatral que mejor representa los temas y formas del romanticismo exaltado: Don Álvaro o la fuerza del sino.

Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco inclinado por temas político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad del siglo XIX, con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, y Augusto Ferrán, que experimentaron el influjo directo con la lírica germánica de Heinrich Heine y del folclore popular español, recopilado en cantares, soleás y otros moldes líricos, que se publicó en esta época.

Romanticismo italiano

El Romanticismo italiano tuvo su manifiesto en la Lettera semiseria di Grisostomo al suo figliolo de Giovanni Berchet (1816) y destaca, sobre todo, por la figura de los escritores Ugo Foscolo, autor del famoso poema Los sepulcros, y Giacomo Leopardi, cuyo pesimismo se vierte en composiciones como El infinito o A Italia. El romanticismo italiano tuvo también una gran novela histórica, I promesi sposi (Los novios), de Alessandro Manzoni.

Romanticismo ruso

En Rusia, el Romanticismo supuso toda una revolución, pues autorizó como lengua literaria el hasta entonces poco cultivado idioma ruso. El artífice de este cambio fue el gran escritor ruso Alejandro Pushkin, acompañado de numerosos seguidores e imitadores.

Romanticismo checo

En la literatura checa destacan los escritores Karel Hynek Mácha y František Čelakovský y el eslovaco, y también ideólogo del paneslavismo romántico, Ján Kollár.

Romanticismo portugués

En Portugal introdujeron el Romanticismo Almeida Garret y Alejandro Herculano; puede considerarse postromántico al gran poeta Antero de Quental.

Romanticismo rumano

En Rumania, su máximo exponente fue Mihai Eminescu y, entre los húngaros, sobresalió el poeta Sándor Petőfi.

Romanticismo estadounidense

El Romanticismo estadounidense, salvo precedentes como William Cullen Bryant, proporcionó a un gran escritor y poeta, Edgar Allan Poe, creador de una de las corrientes fundamentales del Postromanticismo, el Simbolismo, y a James Fenimore Cooper (discípulo de las novelas históricas de Scott). Se puede considerar un postromántico el originalísimo pensador anarquista Henry David Thoreau, introductor de ideas anticipadas a su tiempo como la no violencia y el ecologismo, y autor del famoso ensayo Sobre la desobediencia civil. En los Estados Unidos también se habla de transcendentalismo.

Romanticismo argentino

Esteban Echeverría, figura destacada del romanticismo argentino, escribió «La cautiva» y «El matadero».

El Romanticismo tuvo su primera manifestación en la Argentina con la aparición en 1832 del poema Elvira o la novia del Plata de Esteban Echeverría, quien lideró el movimiento que se concentró en la llamada Generación del 37 y tuvo uno de sus centros en el Salón Literario. El romanticismo argentino integró la lengua tradicional española con los dialectos locales y gauchescos, incorporó el paisaje rioplatense a la literatura y los problemas sociales. El romanticismo argentino se produjo íntimamente ligado con el romanticismo uruguayo. En Hispanoamérica, el contenido nacionalista del romanticismo confluyó con la recién terminada Guerra de Independencia (1810–1824), convirtiéndose en una herramienta de consolidación de las nuevas naciones independientes, recurriendo al costumbrismo como una herramienta de autonomía cultural.

Entre las obras más importantes del movimiento se destacan «La cautiva» y «El matadero», ambas de Echeverría,[1] [2] el Martín Fierro obra maestra de José Hernández, Amalia de José Mármol, Facundo de Domingo F. Sarmiento y el folletín y obra dramática Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, considerado fundador del teatro rioplatense.

Romanticismo mexicano

El romanticismo mexicano se distinguía por amalgamar el periodismo, la política, el positivismo y el liberalismo, pues surgió en los años previos a la Revolución Mexicana. El poeta Manuel Acuña es posiblemente el máximo representante del romanticismo en México.

Otros romanticismos en Latinoamérica

Hay quienes sostienen que el Romanticismo poético en español tuvo manifestaciones pobres[cita requerida], y que obras más acordes con esta sensibilidad se encuentran en las crónicas histórico-ficticias (Tradiciones) del peruano Ricardo Palma. Otros nombres a destacar son el cubano José María de Heredia. Cabe destacar también, la primera parte de la obra del notable narrador chileno Alberto Blest Gana, cuya producción modelada por el costumbrismo de Balzac, se interna en las fisuras del idealismo romántico.

Lugares de reunión

Los lugares donde se reunían los románticos eran muy diversos. Fuera de las redacciones de las revistas románticas, existían determinadas tertulias, como por ejemplo El Parnasillo en Madrid, o, en París, El Arsenal, del cual, si hemos de creer a Alphonse de Lamartine, «era la gloria Víctor Hugo y el encanto Charles Nodier» (Las Noches, de Alfred de Musset, precedida del estudio de dicho poeta por A. Lamartine. Madrid: Biblioteca Universal, 1898). En este cenáculo reuníanse entre otros Alfred de Musset, Alfred de Vigny, Boulanger, Deschamps, Emile y Antoine Sainte-Beuve, etc.

También los rusos tuvieron su cenáculo: la Sociedad del Arzamas (La revolución y la novela en Rusia, por Emilia Pardo Bazán, Madrid, s. a., pág. 245).

Romanticismo musical

Artículo principal: Música del Romanticismo

Comenzó en Alemania, partiendo de Beethoven y siendo seguido por Carl Maria von Weber en 1786 y Félix Mendelssohn. Es un estilo musical imaginativo y novelesco. Este movimiento afectó a todas las artes y se desarrolló sobre todo en Francia y Alemania.

La estética del romanticismo se basa en el sentimiento y la emoción. En el romanticismo se piensa que la música pinta los sentimientos de una manera sobrehumana, que revela al hombre un reino desconocido que nada tiene que ver con el mundo de los sentimientos que le rodea.

El estilo romántico es el que desarrolla la música de programa y el cromatismo de una forma predominante. Se da a lo largo de todo el siglo XIX, aunque al principio del siglo XX se entra en el impresionismo.

De forma diferente a la Ilustración dieciochesca, que había destacado en los géneros didácticos, el Romanticismo sobresalió sobre todo en los géneros lírico y dramático; en este se crearon géneros nuevos como el melólogo o el drama romántico que mezcla prosa y verso y no respeta las unidades aristotélicas. Incluso el género didáctico pareció renovarse con la aparición del cuadro o artículo de costumbres. La atención al yo hace que empiecen a ponerse de moda las autobiografías, como las Memorias de ultratumba de François René de Chateaubriand. También surgió el género de la novela histórica y la novela gótica o de terror, así como la leyenda, y se prestó atención a géneros medievales como la balada y el romance. Empiezan a escribirse novelas de aventuras y folletines o novelas por entregas.

El espíritu romántico

El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.

Véase también

Referencias

  1. Weinberg, Félix (1980). «La época de Rosas. El Romantiscismo», en Historia de la literatura argentina, Tomo I, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina. págs. 217–240.
  2. Jitrik, Noé (1980). «El Romantiscismo: Esteban Echeverría», en Historia de la literatura argentina, Tomo I, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina. págs. 241–263.

Bibliografía

  • Abrams, M. H. (1975). El espejo y la lámpara. Barcelona: Barral. ISBN 978-84-211-0331-9.
  • Berlín, Isaiah & Hardy, Henry (editor) (2000). Las raíces del romanticismo. Madrid: Taurus. ISBN 978-84-306-0369-5.
  • De Paz, Alfredo (1986). La revolución romántica; poéticas, estéticas, ideologías. Traducción de María García Lozano. Madrid: Editorial Tecnos. ISBN 978-84-309-3960-2.
  • VV.AA. (1994). Fragmentos para una teoría romántica del arte. Antología y edición de Javier Arnaldo. Madrid: Editorial Tecnos. ISBN 978-84-309-1388-6.
  • Ward, Thomas (2004). La teoría literaria: Romanticismo, krausismo y modernismo ante la globalización industrial. University, Miss.: Romance Monographs. ISBN 978-1-889441-14-6.

Enlaces externos

Commons

Wikiquote

LITERATURA: HISTORIA DE LA NOVELA. La novela es, según la RAE, una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres. Como género literario, se desarrolló tardíamente, principalmente en el Edad Moderna, alcanzando su madurez en el siglo XIX, aunque tiene sus precedentes en épocas anteriores, tanto en la Antigüedad clásica grecolatina como en las literaturas orientales.

Historia de la novela

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Portada de la 4.ª edición del Quijote (1605), posiblemente la primera novela moderna

La novela es, según la RAE, una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte, y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres. Como género literario, se desarrolló tardíamente, principalmente en el Edad Moderna, alcanzando su madurez en el siglo XIX, aunque tiene sus precedentes en épocas anteriores, tanto en la Antigüedad clásica grecolatina como en las literaturas orientales.

La novela es el más tardío de todos los géneros literarios. Aunque tiene precedentes en la Edad Antigua no logró implantarse hasta la Edad Media. El término novella comenzó a utilizarse para nombrar los relatos de ficción con una extensión entre el cuento y el romanzo. En español, primero se utilizó con la acepción italiana pasando luego a designar las narraciones extensas (romanzo en italiano y roman en francés). El relato breve será denominado a partir de entonces novela corta.

Contenido

[ocultar]

Antigüedad [editar]

Las primeras novelas se producen entre los siglo II a. C. y siglo III en Grecia y Roma, y se han clasificado en cuatro tipos básicos: novelas de viaje, novelas románticas, novelas satíricas y novela bizantina.

Como Pierre Daniel Huet señaló en 1670, la tradición de obras épicas tiene su precedente en Virgilio y Homero. Se solía usar el verso, adecuado a una tradición de representaciones orales. Hoy, esta tradición se remonta más atrás, a la época sumeria (Epopeya de Gilgamesh), y a la mitología hindú (Ramayana y Mahábharata).

Es más difícil asegurar la influencia de los cuentacuentos medievales en el desarrollo de la novela.

Había una tercera tradición de ficción en prosa, tanto en su modalidad satírica (con el Satiricón de Petronio, las increíbles historia de Luciano de Samosata, y la obra protopicaresca de Lucio Apuleyo El Asno de Oro) y una veta heroica (con los romances de Heliodoro, Longo y otros). El antiguo romance griego fue revitalizado por los novelistas bizantinos del siglo XII.

Todas estas tradiciones fueron redescubiertas en los siglos XVII y XVIII.

Romance [editar]

Artículo principal: Romance (narración)

En la Edad Media surge la novela sentimental y la caballeresca.

El periodo 1200-1750 vio el ascenso de la "novela" (en el sentido al principio de un relato corto de ficción) que rivalizaba con el "romance" (que tenía la extensión de la epopeya). Esto ocurrió en toda Europa, pero sólo en español e inglés se fue más allá, y novela se convirtió en el término normal para las narrativas de ficción.

Los romances eran narraciones en verso que se hicieron en lengua "romance" (de ahí tomaron el nombre). Las primeras obras de este género datan de los siglos XI y XII). Se desarrolló con temas como la caballería arturiana, no siendo fácil concretar cuánto de estos primeros "romances" se debieron a los modelos de la antigua Grecia y cuánto a las epopeyas en verso folclóricas como Beowulf y el Cantar de los Nibelungos. La trama estándar de un romance de este tipo consistía en una serie de aventuras inesperadas y peculiares. Pueden citarse clásicos como el Roman de la Rose.

Los siglos XIV y XV vieron la emergencia de los primeros romances en prosa junto, así como de un nuevo mercado de libros, que se desarrolló incluso antes de que se expandiera la imprenta. Las leyendas, vidas de santos y visiones místicas en prosa fueron el principal objeto de este nuevo mercado de producciones en prosa. La élite urbana y las lectoras de clases altas y de los monasterios leían prosa religiosa. Los romances en prosa irrumpieron en este mercado como una moda nueva y cara. Sólo podía florecer verdaderamente con la invención de la imprenta y con la divulgación del papel, en la segunda mitad del siglo XV. Para entonces, el antiguo romance competía en el mercado con géneros más breves; el más destacados de estos géneros era la novela, una forma que nació en el curso del siglo XIV.

Primeras novelas, 1000-1600 [editar]

Los peregrinos entreteniéndose con cuentos; grabado en madera de la edición de Caxton, 1486, de Los cuentos de Canterbury de Chaucer

No es fácil indicar qué géneros acabaron desembocando en la "novela". Los primeros ejemplos están categorizados hoy como "novella": Genji Monogatari del siglo XI, seguido por las obras de Boccaccio, Geoffrey Chaucer, Maquiavelo, incluso Miguel de Cervantes.

Una primera novela podía ser básicamente cualquier historia que se contaba por sus elementos espectaculares o reveladores. Se incluían en una conversación (entendida como entretenimiento), con una mínima ambientación. Podían ser sermones extendidos. Las colecciones de ejemplos facilitaban la labor de los predicadores, que mediante una fábula o una breve reflexión histórica ilustraban una conclusión moral. Según las colecciones medievales, eran determinantes los gustos y la clase social. Los trabajadores preferían historias tremendas, con engaños ingeniosos, de los que hacían víctimas a las clases sociales que odiaban o a otros competidores de los narradores de historias. Parte de este género original persiste en los pequeños chistes que se añaden para poner un toque humorístico en la conversación.

Siglo XIV: Boccaccio y Chaucer [editar]

Se solía recurrir a una historia dentro de la historia. Se describen situaciones en las que se supone que se relatan toda una serie de historias, de diversos gustos y géneros. Los ejemplos clásicos son El Decamerón de Boccacio y Los cuentos de Canterbury de Chaucer; en el primero son un grupo de florentinos que huyen de la peste y se entretienen narrando historias de todo tipo; en el segundo, son unos peregrinos que van a Canterbury a visitar la tumba de Tomás Becket y cada peregrino escoge cuentos que se relacionan con su estado o su carácter. Así los nobles cuentan historias más "románticas", mientras que los de clase inferior prefieren historias de la vida cotidiana. El género no tenía entonces un término propio que lo individualizara. "Novela" podía simplemente indicar la novedad de los eventos que se contaban. La inclusión de distintos tipos de historias, todas en un mismo marco, sin embargo, evidenciaba la consciencia del hecho de que los géneros se estaban desarrollando en este campo.

Mediante este recurso se justificaban los autores verdaderos, como Chaucer y Boccaccio. Los romances usaban un lenguaje sublime, justificándose a sí mismos en la medida que cultivaban un estilo "superior". Pero si cambiaba el gusto en las enseñanzas morales y la poesía, los romances rápidamente pasaban de moda. Estas historias de trampas y travesuras, de amores ilícitos e inteligentes intrigas en las que se reía de profesiones respetables o de los habitantes de otra ciudad, no tenían esa justificación moral ni poética. Así que llevaron la justificación al exterior. El narrador ofrecería unas pocas palabras explicando por qué creía que la historia merecía la pena. De nuevo, Los cuentos de Canterbury ofrecen los mejores ejemplos: el verdadero autor podía contar historias sin más justificación que el que esa historia ofrecía un buen retrato de quien la contaba y de sus gustos.

El romance se había hecho tedioso, después de reiterar tramas sin introducir otras nuevas. Las colecciones de cuentos o novelas los criticaron: un personaje del grupo de narradores empezaría a contar un romance, e inmediatamente se vería interrumpido por los otros narradores que escuchaban la historia, para que se callase, o hablase de forma comprensible, o que rápidamente fuera al meollo del asunto. El resultado fue el auge del relato corto. Los pasos de este desarrollo pueden seguirse con el aprecio que iba ganando el cuento y el valor de los romances en nuevas colecciones versificadas a finales del siglo XIV.

Siglo XV [editar]

No existe unanimidad en cuanto al momento inicial de la novela o cuál sea la primera novela. Parece indudable que debe situarse en el Renacimiento. Es entonces cuando, orientándose hacia Italia surge en España la novela sentimental, como última derivación de las convencionales teorías provenzales del amor cortés. La obra fundamental del género fue la Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro.[1]

Un género intermedio entre el romance y la novela fueron los Libros de caballerías. En España, este tipo de prosa novelesca se difundió sobre todo en el siglo XV en idioma catalán o valenciano: Tirante el Blanco del valenciano Joanot Martorell (1490) o la novela anónima Curial e Güelfa. Alcanzó su máxima popularidad a partir de los últimos años del siglo XV, siendo la obra más representativa del género el Amadís de Gaula (1508). Solían editarse en varios volúmenes, dirigiéndose al público que se suscribiría a esta producción. Estas obras llevaban a sus lectores a mundos ilusorios, inculcándoles el ideal caballeresco de un pasado que nadie podía reinstaurar.

Siglo XVI [editar]

La difusión de la imprenta incrementó la comercialización de las novelas y los romances, aunque los libros impresos eran caros. La alfabetización fue más rápida en cuanto a la lectura que en cuanto a la escritura.

Las primeras colecciones de novelas no eran necesariamente proyectos prestigiosos. Surgió una enorme variedad de historias, desde las más jocosas hasta las de Boccaccio o Chaucer. Autores italianos como Maquiavelo, entre otros, dieron a la novela un nuevo formato. Seguía siendo una historia de intriga que acababa de forma sorprendente, pero estaba más trabajada en cuanto a la forma en que los protagonístas llevaban a cabo su intriga, cómo mantenían sus secretos y cómo reaccionaban si alguien les amenazaba con revelarlos.

Todo el siglo estuvo dominada por el subgénero de la novela pastoril, que situaba el asunto amoroso en un entorno bucólico. Puede considerarse iniciada con La Arcadia (1502), de Jacopo Sannazaro y se expandió a otros idiomas, como el portugués (Menina e Moça, 1554, de Bernardim Ribeiro) o el inglés (La Arcadia, 1580, de Sidney).

La reforma protestante incrementó los lectores de panfletos religiosos, periódicos y diarios. La población urbana aprendió a leer. Surgieron entonces los chapbooks, libros de bolsillo baratos que contenían tanto romances como historias cortas, relatos y fábulas. Solían embellecerse con grabados de madera, sirviendo a veces la misma imagen para varios libros. Los romances fueron reducidos a historias simples y abruptas, parecidas a los libros de comic modernos.

A mediados del siglo XVI, se produjo un cambio de ideas hacia un mayor realismo, superando en este punto las novelas pastoriles y caballerescas. Así se advierte en el Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais y en la Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), origen esta última de la novela picaresca.

Conflicto entre novelas y romances, 1600-1700 [editar]

La novela, como técnica y género literario está en el siglo XVII en la lengua española, siendo su mejor ejemplo Don Quijote de la Mancha (1605) de Miguel de Cervantes. Se considera como una de las primeras novelas modernas del mundo, innovaba respecto a los modelos clásicos de la literatura greco-romana como lo eran la epopeya o la crónica. Esta novela ya incorpora una estructura episódica según un propósito fijo premeditadamente unitario. Se inició como una sátira del Amadis, que había hecho que Don Quijote perdiera la cabeza. Los defensores del Amadís criticaron la sátira porque apenas podía enseñar algo: Don Quijote ni ofrecía un héroe al que emular ni satisfacía con bellos diálogos; todo lo que podía ofrecer es hacer burla de los ideales nobles. Don Quijote fue la primera obra auténticamente anti-romance de este periodo; gracias a su forma que desmitifica la tradición caballeresca y cortés, representa la primera obra literaria que se puede clasificar como novela.

Con posterioridad al Quijote, Cervantes publicó las Novelas Ejemplares (1613). Por "novela" se entendía en el siglo XVII la narración breve intermedia entre el cuento y la novela extensa, o sea lo que hoy llamamos novela corta.[2] Las Novelas ejemplares de Cervantes son originales, no siguen modelos italianos, y frente a la crítica al Quijote, que se decía que no enseñaba nada, pretendían ofrecer un comportamiento moral, una alternativa a los modelos heroico y satírico. No obstante, siguió suscitando críticas: Cervantes hablaba de adulterio, celos y crimen. Si estas historias proporcionaban ejemplo de algo, era de acciones inmorales. Los defensores de la "novela" respondieron que sus historias proporcionaban buenos y malos ejemplos. El lector podía aún sentir compasión y simpatía con las víctimas de los crímenes y las intrigas, si se narraban ejemplos de maldad.

Surgió entonces como respuesta a estas novelas dudosas un romance más noble y elevado, con incursiones al mundo bucólico, siendo La Astrea (1607-27) de Honoré d'Urfé, la más famosa. Se criticaron estos romances por su falta de realismo, a lo que sus defensores replicaban que sí lo eran, aludiendo al roman à clef ("novela en clave"): novelas que, adecuadamente entendidas, se referían a personajes del mundo real. Argenis (1625-26) de John Barclay aparecía como un Roman à clef político. Los romances de Madeleine de Scudéry tuvieron más influencia, con tramas ambientadas en el mundo antiguo y contenido tomado de la vida real: la vida de sus amigos en los círculos literarios de París. Estos libros ofrecían las más refinadas observaciones de los motivos humanos, personajes tomados de la realidad, y excelentes enseñanzas morales sobre cómo debe comportarse uno, y cómo no, si quería triunfar en la vida pública y en los círculos íntimos que ella retrataba.

Uno de los héroes en los romances de Scudéry, Paul Scarron, publicó el primer volumen de su Roman Comique en 1651 (aparecieron otros volúmenes en 1657 y, por mano ajena, en 1663), pidiendo expresamente que se desarrollase lo Cervantes había creado en España: Francia debería (Roman Comique, cap. 21) imitar el español con pequeñas historias como aquellas que llamaban "novelas". El propio Scarron añadió numerosas de esas historias a su propio trabajo.

Veinte años más tarde, Madame de La Fayette dio los pasos decisivos en sus dos novelas. La primera, su Zayde (publicada en 1670 junto con el famoso Tratado sobre el origen de los romances), de Pierre Daniel Huet, fue una "historia española". La princesa de Clèves (1678) probó que podían escribirse novelas adaptadas al gusto francés. Los españoles disfrutaban las historias de orgullosos españoles que se batían en duelo para vengar su reputación. Los franceses tenían un gusto más refinado y se inclinaban a la observación detallada de los motivos y el comportamiento humanos. La historia era decididamente una "novela" y no un "romance": una historia de virtud femenina sin parangón, con una heroina que tuvo la oportunidad de arriesgarse en un amor ilícito y no sólo resistió a la tentación, sino que acrecentó su infelicidad confesando sus sentimientos a su marido. La melancolía que su historia creaba era enteramente nueva y sensacional.

A finales del siglo XVII el mercado europeo comenzó a interesarse por el escándalo, con libros franceses apareciendo sobre todo en los Países Bajos (donde la censura era liberal) para ser importados clandestinamente a Francia y llegar también a Alemania y Gran Bretaña. La novela floreció en este mercado como el mejor género para contar noticias escandalosas. Los autores sostenían que las historias eran verdaderas y no se narraban para escandalizar, sino para proporcionar lecciones morales. Para probarlo, ponían nombres ficticios a sus personajes y contaban las historias como si fueran novelas. El público se entretenía averiguando la identidad de los personajes. Aparecieron los periódicos de historietas, como el Mercure Gallant. También surgieron colecciones de cartas, que incluían estas historietas, y que llevaron al desarrollo de la novela epistolar.

La novela había interesado al público inglés desde los tiempos de Chaucer, se habían leído traducciones de novelas españolas y francesas a lo largo del siglo XVII. A finales de los años 1680 autores como Aphra Behn y William Congreve escribieron nuevas "novelas" en inglés.

El mercado alrededor de 1700 [editar]

Las novelas y los romances de comienzos del siglo XVIII no eran considerados parte de la "literatura", sino bienes mercantiles. La integración de la ficción en prosa dentro del mercado de las historias, apareció bajo el siguiente esquema:

image positioning
  3.1
Romances heroicos:
Telémaco de Fénelon(1699)
  
1
Vendidos como creaciones románticas, leídos como verdaderas historias de asuntos públicos:

New Atalantis de Manley (1709)

2
Vendidos como creaciones románticas, leídos como verdaderas historias de asuntos privados:

Satyrischer Roman (1706) de Menantes
3.2
Clásicos de la novela de Las mil y una noches hasta La princesa de Clèves (1678) de M. de La Fayette
4
Vendidos como historia privada auténtica, arriesgándose a ser leídos como creaciones románticas:

Robinson Crusoe (1719) de Defoe
5
Vendido como historia pública auténtica, arriesgándose a ser leídos como creaciones románticas:

La Guerre d'Espagne (1707)
  3.3
Romances satíricos:
Cervantes Don Quijote (1605)
de Olaf Simons, Marteaus Europa
(Amsterdam, 2001), p.194

En centro del mercado estaba sostenido por ficciones que sostenían que eran ficciones y que se leían como tales. Comprendían una gran producción de romances y, al final, una producción opuesta de romances satíricos. En el centro, la novela había crecido, con historias que no eran heroicas ni predominantemente satíricas, sino realistas, cortas y estimulantes con sus ejemplos de conductas humanas.

Fuera del centro, el mercado tenía dos alas: a la izquierda, libros que pretendían ser romances, pero que amenazaban con ser todo menos ficticios. Delarivier Manley escribió el más famoso de ellos, su New Atalantis, llena de historias que la autora sostenía que había inventado. Los censores se veían impotentes: Manley vendía historias que desacreditaban a los whigs en el poder, pero que supuestamente ocurrían en una isla de fantasía llamada Atalantis, lo que les impedía demandar a la autora por difamación, salvo que acreditasen que eso era lo que ocurría en Inglaterra. En el mismo mercado aparecieron historias privadas, creando un género diferente de amor personal y batallas públicas sobre reputaciones perdidas.

Al lado opuesto, había títulos que sostenían que eran estrictamente de no ficción, como el Robinson Crusoe de Daniel Defoe. La identificación del género: "Vendido como una verdadera historia privada, arriesgándose a ser leída como una invención romántica", abría el prefacio:

SI alguna vez la historia de las aventuras de un hombre particular en el mundo, merecían que se hicieran públicas, y que se aceptasen al ser publicadas, el editor de este relato cree que será ésta.
     Las maravillas de la vida de este hombre exceden todo eso que (él cree) existe; rara vez la vida de un hombre ofrece mayor variedad.
    
La historia se narra con modestia, con seriedad, y con una aplicación religiosa de los acontecimientos a los usos a los que los hombres sabios siempre los aplicarán (viz.) a la instrucción de otros por este ejemplo, y para justificar y honrar la sabiduría de la Providencia en toda la variedad de nuestras circunstancias, dejemos que ocurran como quieran.
     El editor cree que es una justa historia de hechos; no hay ninguna apariencia de ficción en ella: y sea como piensa, debido a que todas tales cosas se despachan [ediciones posteriores: disputan], que el mejoramiento de ello, así como al diversión, para la instrucción del lector, será lo mismo; y como piensa así, sin más cumplidos al mundo, les hace un gran servicio con esta publicación.[1]

Historias de verosimilitud parecida caían en lo abiertamente político. Gatien Courtilz de Sandras (1644-1712) se convirtió en el autor más importante en este campo con Memorias de D´Artagnan, historia contada de nuevo más de un siglo después por Alejandro Dumas, padre. Se le atribuye La Guerre d'Espagne (1707), historia de un espía francés desilusionado, que analizaba la política francesa, y de sus propios asuntos amorososo. Hechos y ficción se mezclaban en todos estos títulos, hasta el punto de que ya no se podía decir lo que el autor había inventado y lo que simplemente eran secretos traicionados.

El "romance nuevo", 1700-1800 [editar]

Portada de la versión inglesa del Telémaco de Fénelon (Londres: E. Curll, 1715). No califica su obra como "novela", como habían hecho Aphra Behn y William Congreve.
Portada de Robinson Crusoe de Defoe (Londres: W. Taylor, 1719), tampoco califica su obra de "novela".

A comienzos de del siglo XVIII la novela comenzó a zambullirse en el escándalo público y privado, por lo que había llegado el momento en el que una nueva reforma resultaba deseable. El viejo Amadis había trasportado a sus lectores a mundos idealizados, y las nuevas novelas, carecientes de diálogos nobles o actos de increíble heroísmo habían hecho mucho por refinar los gustos de la gente. Sin embargo, el crear historias de amor en las que unos críos engañan a sus padres había levantado nuevos riesgos, al convertir el cotilleo público y privado en materia publicable.

Entre las voces que reclamaban un regreso a los anticuados romances se encontraba Jane Barker, cuyo "romance nuevo" Exilius (1715) se convirtió en el boceto de una nueva tradición. Según Jane Barker, el romance se venía desarrollando desde Geoffrey Chaucer hasta François Fénelon, el último de los cuales era un autor que se había hecho famoso en ese tiempo con su romance Telémaco (1699/1700).

Los editores ingleses de Fénelon habían evitado el término "romance", prefiriendo publicarlo como "nueva épica en prosa" (de ahí los prefacios). Jane Barker, por el contrario insistió en publicar Exilius como un "Romance nuevo [...] siguiendo la forma de Telémacho", y no consiguió ganarse al mercado. En 1719 su editor, Edmund Curll, eliminó finalmente las viejas páginas del título ofreciendo Exilius como una colección de novelas.

El gran éxito de la siguiente década, Robinson Crusoe de Daniel Defoe, apareció ese mismo año, y el editor, William Taylor, evitó esas trampas con una cubierta en la que afirmaba que no se trataba de una novela ni de un romance, sino de una historia, sin embargo el diseño de página recordaba demasiado al "romance nuevo" con el que Fénelon se había hecho famoso.

Tal y como el término se entendía en la época, Robinson Crusoe es cualquier cosa menos una novela. No era una historia corta, ni se centraba en la intriga, ni se contaba en beneficio de un final bien cortado. Tampoco es Crusoe el antihéroe de un romance satírico, a pesar de hablar en primera persona del singular y haber tropezado con toda clase de miserias. Crusoe no invita realmente a la risa (aunque los lectores con gusto sabrán, por supuesto, entender como humor sus proclamas acerca de ser un hombre real) No es el autor real sino el fingido el que es serio, su vida le ha arrastrado contra su voluntad a las más románticas aventuras: ha caído en las garras de los piratas y sobrevivido durante años en una isla desierta. Lo que es más, lo ha sobrevivido con un heroísmo ejemplar, siendo un mero marinero de York. Si los lectores leyeron su obra como un romance no podría culparles, tan lleno está el texto de pura imaginación. Defoe y su editor sabían que todo lo que se decía resultaba totalmente increíble, y sin embargo clamaban que era cierto (o, que si no lo era, seguía mereciendo la pena leerlo como una buena alegoría). Este complicado juego es el que sitúa este trabajo en la cuarta columna en el diagrama de arriba.

La reforma, 1700-1800 [editar]

Clásicos de la novela desde el siglo XVI en adelante: portada de Colección selecta de novelas (1720-22)

El periodo 1700-1800 vio el auge de un "nuevo romance" como reacción a la producción de novelas potencialmente escandalosas. El movimiento se encontró en una compleja situación en el mercado inglés, donde el término "nuevo romance" podía raramente aventurarse, después de que la novela hubiera hecho tanto para transformar el gusto. El nuevo género adoptó también el nombre novela: esta nueva novela fue obra de nuevas proporciones épicas, con el efecto de que el inglés (y con el tiempo el español) precisaron una nueva palabra para la "novela" corta. En español se conoce al relato corto de ficción con el nombre de "cuento". En inglés, "romance" tendió a reservarse para una historia de amor, sea en la vida real o en la ficción.

La publicación de Robinson Crusoe no condujo directamente a la reforma del mercado de mediados del dieciocho. Los libros de Crusoe se publicaron como historias dudosas, por lo que entraban en el juego escandaloso del mercado del XVIII. La novela estaba totalmente integrada el en círculo de las historias, incluso aparecían de nuevo publicadas en uno de los periódicos de Londres como una posible relación de hechos. Filósofos como Jean-Jacques Rousseau hicieron de Robinson Crusoe un clásico décadas más tarde, y no fue hasta una centuria más tarde que se viera como la primera "novela" inglesa, publicada, como afirma Ian Watt en 1957, como respuesta al mercado de los romances franceses.

La reforma en el mercado de principios del dieciocho vino de la mano de la producción de clásicos: En 1720 gran cantidad de títulos de novela europea se reeditaron en Londres, desde Maquiavelo a Madame de La Fayette. Las "novelas" de Aphra Behn habían aparecido en conjunto en colecciones, y la autora del siglo XVII se había convertido en un clásico. Fénelon ya lo era desde hacía años, al igual que Heliodoro. Aparecieron las obras de Petronio y Longos, equipadas con prefacios que los situaban en la tradición de ficción en prosa que Huet había definido. La propia ficción en prosa, de acuerdo con los críticos, tenía su historia de subidas y bajadas: habiendo entrado en una crisis con el Amadis, encontró una salida en la novela. Sin embargo necesitaba ahora de atención constante, aunque, con todo, podía clamar ser una de las partes más elegantes de las belles letres, un nuevo sector dentro del mercado de la literatura que abarcaba los nuevos clásicos.

Huet publicó en 1670 el Traitté de l'origine des romans, que circulaba por aquel entonces en distintas traducciones y ediciones. El tratado ganó una posición central entre los escritos sobre la prosa de ficción habiendo creado el primer corpus de textos para debatir y siendo el primer título que demostraba que estas ficciones mundanas se podían interpretar al igual que un teólogo interpreta las partes del evangelio en el debate teológico. La interpretación necesita, por supuesto, de un propósito, y Huet ofrecía cierto número de preguntas que uno podía hacerse: ¿Qué nos dice una obra de ficción de una cultura extranjera o de un periodo lejano sobre aquellos que la construyeron?, ¿Qué necesidades culturales respondían estas historias?, ¿Existen premisas antropológicas fundamentales que nos hacen crear mundos imaginarios?, ¿Divertían y enseñaban estas ficciones?, ¿Constituían un sustituto al más recomendable conocimiento científico, como uno puede asumir de la lectura de los mitos de la antigüedad y del medioevo, o se sumaban a los encantos de la vida que se dan en una cultura particular, como puede interpretarse de las antiguas historias eróticas del Mediterráneo?.

La interpretación y el análisis de los clásicos posicionaba a los lectores de ficción en una posició nueva y mejorada: constituía una gran diferencia si leías romances y te perdías en un mundo imaginario a leer esos mismo romances con un prefacio que te informaba de los griegos, romanos o árabes que habían producido títulos como la Aethopica o Las mil y una noches (que se publicó por primera vez en Europa entre 1704 a 1715, en francés, traducción en la que se basaron la edición inglesa y alemana).

En el siglo XVIII nace en Francia la novela de análisis psicológico y de crítica.

Novelas como literatura, 1740-1800 [editar]

Samuel Richardson, autor de Pamela (1741), novela publicada con intenciones claras: "Ahora publicada por primera vez para cultivar los principios de la virtud y la religión en las mentes de los jóvenes de ambos sexos, una narración que tiene el fundamento en la verdad y la naturaleza; y al mismo tiempo entretiene agradablemente..."

El mercado de comienzos del siglo XVIII para la ficción clásica en prosa inspiró a autores vivos. Aphra Behn, escribiendo en un relativo anonimato, se convirtió en un autor celebrado póstumamente. Fénelon consiguió la misma fama en vida. Delarivier Manley, Jane Barker y Eliza Haywood siguieron sus famosos modelos franceses que se habían atrevido a reclamar la fama con sus nombres verdaderos: Madame d'Aulnoy y Anne Marguerite Petit du Noyer. La mayor parte de las novelas se habían publicado antes mediante pseusónimo; ahora se convertían en las producciones de autores famosos.

El discurso necesario para apreciar semejante movimiento hacia la responsabilidad estaba aún infradesarrollado. Los periódicos que trataban de literatura se dentraban en el "aprendizaje", en la literatura en sentido de la palabra. Hasta entonces, la mayor parte de la discusión de novelas y romances habían tenido lugar dentro del propio campo. La crítica literaria, un discurso crítico y externo sobre la poesía y la ficción, se alzó únicamente en la segunda mitad del siglo XVIII. Abrió una interacción entre participantes separados en los que los novelistas escribirían para ser criticados y en los que el público observarçía la interacción entre la crítica y los autores. La nueva crítica de finales del siglo XVIII ofrecía una reforma al establecer un mercado de obras merecedoras de ser discutidas (mientras que el resto del mercado continuaría existiendo, pero perdería la mayor parte de su atractivo público). El resultado fue una división de mercado en un campo inferior de ficción popular y una producción literaria crítica. La última, obras privilegiadas — aquellas que rivalizarían con los antiguos poemas épicos en ser discutidos como arte, que jugaba con las tradiciones de la ficción en prosa (abrieron un discurso interno sobre la historia de la literatura), y que eran de un claro estatus ficcional - estos solos podían discutirse como obras creadas por un artista que quería que el público discutiera esto y no otra historia.

Cambió el diseño de las portadas: las nuevas novelas no pretendieron vender ficciones al tiempo que amenazaban con revelar secretos reales. Ni aparecían como falsas "historias verdaderas". El nuevo título ya indicaría que la obra era de ficción, e indicaba cómo debía tratarlas el público. Pamela, de Samuel Richardson (1740) fue uno de los títulos que introdujo un nuevo formato de título, con su fórmula [...], o [...] ofreciendo un ejemplo: "Pamela, o la virtud recompensada - Ahora publicada por vez primera para cultivar los principios de la virtud y la relgión en las mentes de los jóvenes de ambos sexos, una narrativa que tiene el fundamento en la verdad y la naturaleza; y al mismo tiempo entretiene agradablemente". Así dice el título, y deja claro que es una obra creada por un artista que pretende lograr un efecto determinado, pero para ser discutido por el público crítico. Décadas más tarde, las novelas ya no necesitaron ser más que novelas: ficción. Las ediciones actuales de novelas simplemente dicen "ficción" en la portada. Se ha convertido en una etiqueta prestigiosa, y pide discusión y pensamiento.

Desapareció del mercado el escándalo producido por DuNoyer o Delarivier Manley. No atraía a la crítica seria y se perdía si permanecía sin discutir. Necesitó al final su propio tipo de periodismo escandaloso, que se desarrolló hasta convertirse en la prensa amarilla. el mercado inferior de la ficción en prosa siguió enfocando la inmediata satisfacción de un público que disfrutaba su permanencia en el mundo ficticio. El mercado más sofisticado se hizo complejo, con obras que jugaban nuevos juegos.

En este mercado alto, podía verse dos tradiciones que se desarrollaban: obras que jugaban con el arte de la ficción — Laurence Sterne y su Tristram Shandy entre ellas — el otro más cercano a las discusiones que prevalían y modos de su audiencia. El gran conflicto del siglo XIX, de si el artista debe escribir para satisfacer al público o para producir el arte por el arte, aún no había llegado.

Sentimentalismo, psicología, y el nuevo individuo, 1750-1850 [editar]

La novela sentimental de la segunda mitad del siglo XVIII creó un nuevo protagonista, con una actitud diferente hacia lo público y lo privado. Mientras que la heroína de principios de siglo había sido audaz y estaba preparada para proteger su reputación en una guerra de prensa si era necesario, su descendiente inmediato era demasiado modesto y tímido para hacer lo propio. Las heroínas de comienzos de siglo tenían sus secretos, amaban las intrigas, e intentaban cualquier cosa que creyeran necesaria para conseguir lo que querían. Por el contrario, las de la segunda mitad de siglo desarrollaron un sentimiento de modestia. Sufrían si tenían que mantener secretos, y sentían la necesidad de confesarlos, por lo que buscaban a sus amistades más íntimas para poder abrir sus corazones y exponer sus deseos más ocultos.

La audiencia del siglo XVIII veía a estos nuevos héroes y heroínas con asombro, pues se atrevían a confesarse con sus padres y amigos, una confianza que solo unas décadas antes les hubiera convertido en víctimas del mundo de ficción, intriga y escándalos de comienzos de siglo, y que, sin embargo, para éstos nuevos héroes se tornaba en un receptáculo de compasión. En vez de hacer de sus asuntos un entretenimiento público, los nuevos héroes desarrollaban un sentido de la intimidad que solo la novela podía plasmar.

Nuevos géneros prosperaban con estos nuevos protagonistas que no querían mostrar sus trapos sucios en público; sus cartas y diarios se encontraban y publicaban solo después de sus muertes. Una oleada de sentimentalismo fue el primer resultado, presentando a héroes como el de Man of Feeling (1771) de Henry Mackenzie. Una segunda oleada trajo consigo héroes más radicales que no podían ya soñar con un entorno en que buscar comprensión. Las cuitas del joven Werther, de Johann Wolfgang von Goethe (1774), se situó a la encabezada del nuevo movimiento, y forjó tal sentimiento de compasión y comprensión que muchos estaban preparados a seguir a Werther en su suicidio.

Los críticos percibían a éstos nuevos héroes como el mejor signo de que una nueva literatura que se prestaba al debate se estaba forjando. Las preguntas sobre el mundo y el hombre que los protagonistas tan desesparadamente se hacían permitía un nuevo tipo de debate literario-filosófico, el de la naturaleza de la mente humana que tan bien se observaba en estas novelas.

Este desarrollo de la novela había tornado la defensa de una reforma moral tanto individual como social en un género. Con la llegada del Romanticismo alrededor de 1770, este desarrollo fue más allá: la novela se convirtió en el medio de una vanguardia en la que las emociones se encontraban ejemplificadas y personificadas. Los escritores alemanes dieron nombre al Bildungsroman, un tipo de novela que se centraba en el desarrollo del individuo, su educación, y su camino hacia la individualidad en la preparación de su vida social. Las nuevas ciencias, como la sociología y la psicología se elaboraron al tiempo que el "nuevo individuo" e influenciaron las discusiones sobre la novela en el siglo XIX.

Siglo XIX [editar]

A finales del siglo XVIII aparecen unas novelas cargadas de un sentimentalismo melancólico que abren el período romántico que se desarrolla plenamente en el siglo XIX con la aparición de la novela histórica, psicológica, poética y social. El género alcanza su perfección técnica con el realismo y el naturalismo. Es en esta época cuando la novela alcanza su madurez como género. Su forma y su estética ya no cambiaron más hasta el siglo XX: su división en capítulos, la utilización del pasado narrativo y de un narrador omnisciente.

Novela gótica [editar]

Al comienzo del siglo XVII la novela había sido un género realista luchando contra el romance con sus salvajes fantasías. La novela se había vuelto primero hacia el escándalo antes de sufrir una reforma en las últimas décadas del siglo XVIII. Con el tiempo, la ficción se convirtió en el campo más honorable de la literatura. Este desarrollo culminó en una ola de novelas de fantasía en el tránsito hacia el siglo XIX. Se acentuó la sensibilidad en estas novelas. Las mujeres, alteradas e inclinadas a imaginar mundos más allá de aquel en que vivían, se convirtieron en las heroínas de un nuevo mundo de "romances" y novelas góticas, creando historias que ocurrían en tiempos y lugares lejanos. La Italia del Renacimiento era uno de los entornos favoritos para ambientar novelas góticas.

La novela gótica clásico fue Los misterios de Udolfo (1794). Como en otras novelas góticas, la noción de lo sublime es crucial. La teoría estética del siglo XVIII sostenía que lo sublime y lo bello se yuxtaponían. Lo sublime era sobrecogedor (awful, literalmente "awe-inspiring" inspiradora de sobrecogimiento) y aterradora mientras que lo bello era calmado y tranquilizador. Los personajes góticos y sus paisajes entraban casi por entero en lo sublime, siendo la heroína la gran excepción. La susceptibilidad de la "bella" heroína a los elementos sobrenaturales, que son elemento integral de estas novelas, al mismo tiempo celebra y "problematiza" lo que llegó a verse como hipersensibilidad.

Al comienzo del siglo XIX, las alteradas emociones de sensibilidad, tal como se expresaban en lo sublime gótico, se habían agotado. Jane Austen con La abadía de Northanger (1803) parodió la novela gótica, reflejando su muerte. Más aún, aunque la sensibilidad no desapareció, fue menos valorada. Austen introdujo un estilo diferente de escritura, la "comedia de costumbres". Sus novelas a menudo son no sólo cómicas, sino también mordazmente críticas de la cultura restrictiva y rural de principios del siglo XIX. Su novela más conocida, Orgullo y prejuicio (1811), es la más feliz, y ha sido un anteproyecto de mucha ficción romántica posterior. Las novelas de Austen aún tienen un seguimiento amplio, a pesar de la distancia entre los dilemas de sus heroinas y los del lector actual.

Romanticismo [editar]

El gato Murr de E.T.A. Hoffmann, edición de 1855.

Contrariamente a lo que se pudiera pensar, este género no fue cultivado por los románticos. Byron, Schiller, Lamartine o Leopardi prefirieron el drama o la poesía, pero aun así fueron los primeros en otorgar un lugar a la novela dentro de sus teorías estéticas.

El primer romanticismo es el alemán, con el movimiento Sturm und Drang. La novela trata los mismos temas que la poesía: leyendas, relatos de fantasía. Puede citarse la obra de Adelbert von Chamisso Historia maravillosa de Pedro Schemil, el hombre que vendió su sombra al diablo. Se dedicaron sobre todo al bildungsroman o novela de formación: Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe (1796), Enrique de Ofterdingen de Novalis (inacabada, 1801).

La obra de Jean Paul y E.T.A. Hoffmann están dominadas por la imaginación, pero conservaron la estética heteróclita del siglo XVIII, de Laurence Sterne y de la novela gótica.

En Francia los autores prerrománticos y románticos se consagraron más ampliamente a la novela. Se puede citar a Madame de Staël, Chateaubriand, Vigny ("Stello", "Servidumbre y grandeza militares", "Cinco de marzo"), Mérimée ("Crónica del reinado de Carlos IX ", "Carmen", "El Doble Despreciar"), Musset ("La Confesión de un hijo del siglo"), George Sand ("Lélia", "Indiana") e incluso Victor Hugo ("Nuestra Dama de París"). No obstante la inspiración novelesca de Victor Hugo, obtenida a un tiempo del realismo histórico y social y de la novela popular, está bastante alejada del espíritu romántico.

El género de la novela histórica está representado en Italia por la obra maestra de Alessandro Manzoni: Los Novios (1840-1842).

En Inglaterra, la novela romántica encuentra su máxima expresión con las hermanas Brontë y Walter Scott, cultivador de una novela histórica de carácter tradicional y conservador, ambientada en Escocia (Waverley, Rob Roy) o la Edad Media (Ivanhoe o Quintin Durward).

Dentro de este mismo idioma, aparecen los primeros escritores de renombre en los Estados Unidos. Cultivó la novela Fenimore Cooper, siendo su obra más conocida El último mohicano.

En Rusia, puede citarse la novela en verso de Pushkin, Eugenio Oneguin.

Realismo y naturalismo [editar]

La novela realista se caracteriza por la verosimilitud de las intrigas, a menudo inspiradas por hechos reales, así como por la riqueza de las descripciones y de la psicología de los personajes. Se retratan personajes de todas las capas sociales y a menudo a lo largo de generaciones sucesivas. Esta voluntad de construir un mundo novelístico a la vez coherente y completo vio su culminación con La Comedia humana de Honoré de Balzac. Este proyecto tuvo una influencia considerable en la historia de la novela. Además de Balzac, la escuela realista francesa cuenta igualmente con Flaubert y Maupassant. A finales del siglo XIX, el realismo evolucionó por un lado hacia el naturalismo objetivo de un Zola y por otro hacia la novela psicológica.

La tradición satírica inglesa del siglo XVIII se perpetuó con autores como Charles Dickens, William Makepeace Thackeray o, en Francia, Octave Mirbeau, integrantes en ciertos aspectos de la novela realista, principalmente en la importancia de las descripciones y la ambición de presentar una "imagen global" de toda la sociedad.

En Rusia, el estilo satírico queda ilustrado por Nikolái Gógol (Almas muertas, 1840), y por algunas novelas de Dostoievski (La ciudad de Stepanchikovo y sus habitantes, 1859). Este es el gran siglo de la literatura rusa, que dio numerosas obras maestras al género novelístico, especialmente en el estilo realista: Ana Karenina de Leon Tolstoy (1873-1877), Padres e hijos de Ivan Turgueniev (1862), Oblómov de Iván Goncharov (1858). En fin, la obra novelística de Dostoievski, cuya importancia para la historia de la novela es fundamental, puede por ciertos aspectos ser relacionada con este movimiento.

El realismo también se impone en el resto de Europa: George Eliot y Anthony Trollope en Inglaterra, Eça de Queiroz en Portugal. En Alemania y en Austria, el estilo Biedermeier impone una novela realista con rasgos moralistas (Adalbert Stifter).

Al principio del siglo XX, escritores estadounidenses como John Steinbeck, Jack London o Ernest Hemingway perpetuarán el estilo naturalista.

Separación de la alta y la baja producción [editar]

El mercado de la novela en el siglo XIX estaba claramente separada entre la producción "alta" y "baja".

La nueva producción superior puede verse en términos de tradiciones nacionales. La novela moderna reemplazó poco a poco a la poesía como medio de expresión privilegiado de la conciencia nacional de los pueblos que acceden a la modernidad. Pueden citarse como ejemplo:

La producción inferior se organizaba más bien en géneros por un esquema que se deriva del espectro de géneros de los siglos XVII y XVIII, aunque vio el nacimiento de dos nuevos géneros novelísticos populares: la novela policíaca con Wilkie Collins y Edgar Allan Poe y la novela de ciencia-ficción con Julio Verne y H. G. Wells.

La posición de los autores logra su forma moderna con el establecimiento de esta pauta. El autor moderno puede dirigirse bien a un amplio mercado o escribir con un ojo puesto en la discusión crítica seria. Los límites entre ambos reinos se han desarrollado de manera diferente, según los países. Mientras esta división del mercado moderno llegó relativamente tarde al mundo inglés, Alemania y Francia tuvieron un interés más temprano y fuerte en crear literaturas nacionales - Francia debido a la Revolución francesa, Alemania durante su unificación de mediados del siglo XIX. Estos dos países experimentaron una división entre la alta literatura -objeto de discusión en las escuelas y los periódicos, y celebrada en la vida pública - y una producción inferior o baja - que no merecía ser mencionada en tales círculos - mientras que el vasto mercado comercial del mundo angloparlante aún se resistía a esta división artificial.

La novela probó que era un medio para una comunicación tanto íntima (las novelas pueden leerse privadamente mientras que las obras de teatro son siempre un acontecimiento público) como públicamente (las novelas se publican y así se convierten en algo que afecta al público, si no a la nación, y sus intereses vitales), un medio de un punto de vista personal que puede abarcar el mundo. Nuevas formas de interacción entre los autores y el público reflejaban estos desarrollos: los autores hacían lecturas públicas, recibían premios prestigiosos, ofrecían entrevistas en los medios de comunicación y actuaban como la conciencia de su nación. Este concepto del novelista como una figura pública apareció a lo largo del siglo XIX.

1. La novela como un producto literario, apoyado por el discurso crítico

Literatura españolaLiteratura francesaLiteratura alemanaLiteratura inglesa…por idioma y nación

2. Ficción popular, no apoyada por la crítica

1
El moderno roman à clef (un ejemplo reciente es Primary Colors)
2
Sexo, incluyendo la pornografía "romántica" suave para la audiencia femenina
3
Ambientación histórica (la tradición de los romances heroicos), el crimen (la tradición de la novela del siglo XVII)
4
Aventura, ciencia ficción
5
Espionaje, conspiración

Siglo XX [editar]

La novela como universo [editar]

Entre 1880-1940, la novela acostumbraba a rendir cuentas a la experiencia humana individual (novela psicológica) o colectiva (Novela vienesa y americana). Las obras se hacen más largas y buscan unir en una estructura única diversos elementos heterogéneos.

La novela psicológica [editar]

Hacia finales del siglo XIX, numerosas novelas buscaban desarrollar un análisis psicológico de sus personajes. Algunos ejemplos son las novelas tardías de Maupassant, Romain Rolland, Paul Bourget, Colette o D.H. Lawrence. La intriga, las descripciones de lugares y, en menor medida, el estudio social, pasaron a un segundo plano.

Henry James introdujo un aspecto suplementario que se tornaría central en el estudio de la historia de la novela: el estilo se convierte en el mejor medio para reflejar el universo psicológico de los personajes. El deseo de aproximarse más a la vida interior de éstos hace que se desarrolle la técnica del monólogo interior, como ejemplifican El teniente Güstel, de Arthur Schnitzler (1901), Las olas de Virginia Woolf (1931), y el Ulises de James Joyce (1922).

El desarrollo de la novela psicológica refleja así mismo el de la psicología experimental (como en las obras de William James, hermano de Henry, de la escuela vienesa), por ejemplo el psicoanálisis. El interés de la novela por los desarrollos teóricos de la psicología puede verse ilustrado en novelas como La Conciencia de Zeno de Italo Svevo (1923).

El círculo de Viena [editar]

A comienzos del siglo XX muchos novelistas buscaban recuperar el proyecto de Balzac de construir una novela polifónica que reflejara todos los aspectos de una época. Este será el caso de muchas de las novelas vienesas. Así, El hombre sin atributos de Robert Musil (publicado póstumamente en 1943) y Los Sonámbulos de Hermann Broch (1928-1931) presentan la ambición de querer representar, a través del destino de algunos de sus personajes, la evolución de los valores de la sociedad occidental. Estas dos novelas integran largos pasajes de reflexiones y comentarios filosóficos que esclarecen la dimensión alegórica de la obra. En la tercera parte de Los sonámbulos, Broch alarga el horizonte de la novela mediante la yuxtaposición de diferentes estilos: narrativa, reflexión, autobiografía...

Podemos encontrar también esta ambición en otras novelas vienesas de la época, como las obras de: (Arthur Schnitzler, Heimito von Doderer, Joseph Roth) y con más frecuencia en otros autores en lengua alemana como Thomas Mann, Alfred Döblin o Elias Canetti, y también en otros autores como el francés Roger Martin du Gard en Les Thibault (1922-1929) o el americano John Dos Passos, en su trilogía U.S.A. (1930-1936).

Proust y Joyce [editar]

En busca del tiempo perdido, con correcciones del autor

Con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y el Ulises de James Joyce, la concepción de la novela como un universo encuentra su fin. En cierta manera es también una continuación de la novela de análisis psicológico. Estas dos dos novelas tienen igualmente la particularidad de proponer una visión original del tiempo: el tiempo cíclico de la memoria en Proust, el tiempo de un solo día dilatado infinitamente de Joyce. En este sentido, estas novelas marcan una ruptura con la concepción tradicional del tiempo en la novela, que estaba inspirado en la historia. Ambas obras tiene en común el virtuosismo estilístico, más homogéneo en la obra de Proust y más ecléctico en el Ulises. También podemos aproximar la obra de Joyce con la de la autora inglesa Virginia Woolf y el americano William Faulkner.

La era de la sospecha [editar]

En los inicios del siglo XX nace la novela experimental. El naturalismo francés influyó en Italia (el verismo). En este momento la novela era un género conocido y respetado, al menos en sus expresiones más elevadas (los "clásicos"). El inicio del siglo XX vio el nacimiento del psicoanálisis, la lógica de Wittgenstein y Russell, la lingüística y la técnica narrativa intenta adecuarse a ello. Después de haber buscado refugio en la representación de clases bajas (verismo) o de clases altas, la novela no podía estar más basada sobre la relatividad, y eso modifica su estructura: la trama a menudo desaparece, no existe necesariamente una relación entre la representación espacial con el ambiente, la andadura cronológica se sustituye por una disolución del curso del tiempo y nace una nueva relación entre el tiempo y la trama. Cambia también la tipología de los personajes. Termina el mito del héroe que es sustituido por los nuevos antihéroes y cuyos rasgos principales son el sentimiento de frustración, la pérdida de su propia identidad, la falta de unidad psíquica, la sensación de no ser auténtico. Los protagonistas son los ineptos, los hombres sin ninguna cualidad, los enfermos físicos y psíquicos, de los cuales a menudo se pone en escena la inutilidad de la acción y de la palabra.

La novela existencialista [editar]

Portada de la primera edición de La metamorfosis de Franz Kafka.

La entrada del modernismo y el humanismo en la filosofía occidental, así como la conmoción causada por dos guerras mundiales consecutivas provocaron un cambio radical en la novela. Las historias se tornaron más personales, más irreales o más formales. El escritor se encuentra con un dilema fundamental, escribir, por un lado, de manera objetiva, y por el otro transmitir una experiencia personal y subjetiva. Es por esto que la novela de principios del siglo XX se ve dominada po la angustia y la duda.

La novela existencialista de la que se considera a Søren Kierkegaard como su precursor inmediato con novelas como Diario de un seductor, tiene fuertes influencias en la novela posterior. Desde éste punto de vista, solo la narración subjetiva puede informar de lo que es realmente la existencia. Especialmente en los años 30 podemos encontrar diversas novelas de corte existencialista. Estas novelas son narradas en primera persona, como si fuera un diario, y los temas que más aparecen son la angustia, la soledad , la búsqueda de un sentido para la existencia y la dificultad comunicativa. Estos autores son generalmente herederos del estilo de Dostoievski, y su obra más representativa es La náusea de Jean-Paul Sartre. Otros autores existencalistas notables son Albert Camus, cuyo estilo minimalista le sitúa en un contraste directo con Sartre, Knut Hamsun, Louis-Ferdinand Céline, Dino Buzzati, Cesare Pavese y la novela absurdista de Boris Vian. La novela japonesa de después de la guerra también comparte similitudes con el existencialismo, como puede apreciarse en autores como Mishima, Kawabata, Kōbō Abe o Kenzaburō Ōe.

Otro de los aspectos novedosos de la literatura de comienzos de siglo es la novela corta caracterizada por una imaginación sombría y grotesca, como es el caso de las novelas de Franz Kafka, como El proceso o La metamorfosis, que también tendrán un gran impacto en los escritores posteriores. Otro de los movimientos que participan de este desbordamiento de la imaginación son los pertenecientes al Boom latinoamericano, como Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Julio Cortázar o Carlos Fuentes.

La novela y el totalitarismo [editar]

La dimensión trágica de la historia del siglo XX se encuentra largamente reflejada en la literatura de la época. Las narraciones o testimonios de aquellos que combatieron en ambas guerras mundiales, los exiliados y los que escaparon de un campo de concentración trataron de abordar esa experiencia trágica y de grabarla en la memoria de la humanidad. Todo esto tuvo consecuencias en la forma de la novela, pues vemos aparecer gran cantidad de relatos de no-ficción que emplean la técnica y el formato de la novela, como pueden ser Si esto es un hombre (Primo Levi, 1947), La noche (Elie Wiesel, 1958) La especie humana (Robert Antelme, 1947) o Ser sin destino (Imre Kertész, 1975). Este tipo de novela influenciaría después a autores como Georges Perec o Marguerite Duras.

Por otro lado, el recurso de emplear la novela como denuncia a los crímenes soviéticos también se emplea de forma sistemática en novelas tales como Un día en la vida de Ivan Denissovitch de Aleksandr Solzhenitsyn (1962), Una tumba para Borís Davídovich de Danilo Kis (1976), o La broma de Milan Kundera (1967). Estas novelas denuncian específicamente la pérdida de la esfera privada, el lugar que retrata por excelencia la novela, en los estados soviéticos. En un sentido más propagandístico también puede notarse la proliferación de la Novela de espionaje que se da en la época.

También otro nuevo tipo de novela ve la luz en en el siglo XX, la distopía o antiutopía. En estas novelas la dimensión política es esencial, y describen un mundo dejado a la arbitrariedad de una dictadura. Este género tuvo un éxito espectacular en Europa central y en Rusia; entre las obras más notables se encuentran El proceso de Franz Kafka, 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley, y Nosotros de Yevgeni Zamiatin. Estas novelas anticiparon en cierto modo las vertientes totalitarias del siglo XX.

Los problemas para la novela del siglo XX son aún aquellos de la voz narradora, y del narrador que presenta el punto de vista dominante.

Bibliografía [editar]

Puntos de vista contemporáneos [editar]

  • 1651: Paul Scarron, The Comical Romance, capítulo XXI. "Que quizás no se encuentre muy entretenido" (Londres, 1700). Alegato de Scarron por una producción francesa que rivalizada con las "novelas" españolas. Marteau
  • 1670: Pierre Daniel Huet, "Traitté de l'origine des Romans", Prefacio a la obra de la condesa de La Fayette, Zayde, histoire espagnole (París, 1670). Una historia mundial de la ficción. Edición en pdf de Gallica France
  • 1683: [Du Sieur], "Sentimens sur l’histoire" de: Sentimens sur les lettres et sur l’histoire, avec des scruples sur le stile (París: C. Blageart, 1680). Las nuevas novelas, tal como han sido publicadas magistralmente por Marie de LaFayette . Marteau
  • 1702: Abbe Bellegarde, "Lettre à une Dame de la Cour, qui lui avoit demandé quelques Reflexions sur l’Histoire" en: Lettres curieuses de littérature et de morale (La Haya: Adrian Moetjens, 1702). Paráfrasis del texto de Du Sieur. Marteau
  • 1705/1708/1712: [Anon.] En inglés, francés y alemán, el Prefacio a La historia secreta de la reina Zarah y los zarazianos (Albigion, 1705). El artículo de Bellegarde plagiado. Marteau
  • 1713: Deutsche Acta Eruditorum, crítica alemana de la traducción francesa de la obra New Atalantis 1709, de Delarivier Manley (Leipzig: J. L. Gleditsch, 1713). Un raro ejemplo de una novela política discutida por un diario literario. Marteau
  • 1715: Jane Barker, prefacio a su Exilius or the Banish’d Roman. A New Romance (Londres: E. Curll, 1715). Alegato por un "nuevo romance" después del Telémaco de Fénelon. Marteau
  • 1718: [Johann Friedrich Riederer], "Satyra von den Liebes-Romanen", de: Die abentheuerliche Welt in einer Pickelheerings-Kappe, 2 (Núremberg, 1718). Sátira alemana sobre la amplia difusión de la lectura de novelas y romances. Marteau
  • 1742: Henry Fielding, prefacio a Joseph Andrews (Londres, 1742). La "épica cómica en prosa" y su poética. Blackmask. Una edición reciente de Joseph Andrews, en España, Círculo de Lectores, S.A., 1998, ISBN (10): 84-226-4645-5

Literatura secundaria [editar]

  • Lukács, Georg (1971, 1916). The Theory of the Novel, trad. Anna Bostock, Cambridge: M.I.T. Press. ISBN 0-262-12048-8. En España, El alma y las formas. Teoría de la novela (Grijalbo, 1974) ISBN (10): 84-253-0375-3; Teoría de la novela (Círculo de Lectores, S.A., 1999) ISBN (10): 84-226-7358-4
  • Watt, Ian (2000, 1957). The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and Fielding. Berkeley: University of Los Angeles Press. ISBN 0-520-23069-8. Watt considera Robinson Crusoe como la primera "novela" moderna e interpreta el auge de la novela moderna de realismo como un logro de la literatura inglesa, debido a un número de factores desde el temprano capitalismo al desarrollo del individuo moderno.
  • Burgess, Anthony (1963). The Novel To-day. Londres: Longmans, Green.
  • Burgess, Anthony (1967). The Novel Now: A Student's Guide to Contemporary Fiction. Londres: Faber.
  • Burgess, Anthony (1970). "Novel, The" – Artículo clásico de la Encyclopædia Britannica.
  • Miller, H. K., G. S. Rousseau y Eric Rothstein, The Augustan Milieu: Essays Presented to Louis A. Landa, (Oxford: Clarendon Press, 1970). ISBN 0-19-811697-7
  • Davis, Lennard J. (1983). Factual Fictions: The Origins of the English Novel. Nueva York: Columbia University Press. ISBN 0-231-05420-3.
  • Armstrong, Nancy (1987). Desire and Domestic Fiction: A Political History of the Novel. New York: Oxford University Press. ISBN 0-19-504179-8.
  • McKeon, Michael (1987). The Origins of the English Novel, 1600-1740. Baltimore: Johns Hopkins University Press. ISBN 0-8018-3291-8.
  • Hunter, J. Paul (1990). Before Novels: The Cultural Contexts of Eighteenth-Century English Fiction. Nueva York: Norton. ISBN 0-393-02801-1.
  • Ballaster, Ros (1992). Seductive Forms: Women's Amatory Fiction from 1684-1740. Oxford: Clarendon Press. ISBN 0-19-811244-0.
  • Doody, Margaret Anne (1996). The True Story of the Novel. New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press. ISBN 0-8135-2168-8.
  • Simons, Olaf (2001). Marteaus Europa, oder, Der Roman, Bevor er Literatur Wurde: eine Untersuchung des Deutschen und Englischen Buchangebots der Jahre 1710 bis 1720. Amsterdam: Rodopi. ISBN 90-420-1226-9. Un estudio del mercado de la novela sobre 1700 interpretando la crítica contemporánea.
  • Price, Leah (2003). The Anthology and the Rise of the Novel: From Richardson to George Eliot. Londres: Cambridge University Press. ISBN 0-521-53939-0.
  • Rousseau, George (2004. Nervous Acts: Essays on Literature Culture and Sensibility (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2004). ISBN 1-4039-3454-1
  • Madden, David; Charles Bane, Sean M. Flory (2006). A Primer of the Novel: For Readers and Writers, edición revisada edición, Lanham, MD: Scarecrow Press. ISBN 0-8108-5708-1. Edición actualizada de tipología pionera e historia de cerca de 50 géneros; índice de tipos y técnica, y una detallada cronología.

Referencias [editar]

  1. García López, J.
  2. García López, J. p. 158

Enlaces externos [editar]

LITERATURA: EL NATURALISMO. El naturalismo es un estilo artístico, sobre todo literario, basado en reproducir la realidad con una objetividad perfecta y documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el periodista Émile Zola que expuso esta teoría en el prólogo a su novela Thérèse Raquin y sobre todo en Le roman expérimental (1880). Desde Francia, el Naturalismo se extendió a toda Europa en el curso de los veinte años siguientes adaptándose a las distintas literaturas nacionales. El naturalismo presenta al ser humano sin albedrío, determinado por la herencia genética y el medio en que vive.

Naturalismo

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Para otros usos de este término, véase Naturalismo (desambiguación).

El naturalismo es un estilo artístico, sobre todo literario, basado en reproducir la realidad con una objetividad perfecta y documental en todos sus aspectos, tanto en los más sublimes como los más vulgares. Su máximo representante, teorizador e impulsor fue el periodista Émile Zola que expuso esta teoría en el prólogo a su novela Thérèse Raquin y sobre todo en Le roman expérimental (1880). Desde Francia, el Naturalismo se extendió a toda Europa en el curso de los veinte años siguientes adaptándose a las distintas literaturas nacionales. El naturalismo presenta al ser humano sin albedrío, determinado por la herencia genética y el medio en que vive.

Contenido

[ocultar]

Características [editar]

  • Determinismo positivista como orden vital supremo, traducido, con frecuencia, en fatalismo mecanicista. El naturalista presenta al ser humano sin albedrío, determinado por la herencia genética y el medio en que vive. En él influyen el Positivismo de Auguste Comte, que no valora que no puede ser objeto de experiencia, el Utilitarismo de Bentham y Stuart Mill, que juzga todo en función de su utilidad, y el Evolucionismo físico de Darwin y social de Herbert Spencer, que niega la espiritualidad del hombre al negar la intervención divina, y el materialismo histórico de Marx y Engels. En la mayoría de los escritos lo que se intenta es reflejar que la condición humana está mediatizada por tres factores: la herencia genética, las taras sociales (alcoholismo, prostitución, pobreza, violencia) y el entorno social y material en que se desarrolla e inserta el individuo. Esto es, lo que se conoce en filosofía como Determinismo. De aquí deriva otra importante característica del Naturalismo, una crítica (implícita, ya que el valor documental y científico que se pretende dar a la literatura de este tipo impide aportar opiniones propias) a la forma como está constituida la sociedad, a las ideologías y a las injusticias económicas, en que se hallan las raíces de las tragedias humanas.
  • La fisiología como motor de la conducta de los personajes;
  • Sátira y denuncia social. La novela naturalista no vale como simple pasatiempo, es un estudio serio y detallado de los problemas sociales, cuyas causas procura encontrar y mostrar de forma documental.
  • Concepción de la literatura como arma de combate político, filosófico y social;
  • Feísmo y tremendismo como repulsivos. Puesto que se presentan casos de enfermedad social, el novelista naturalista no puede vacilar al enfrentarse con lo más crudo y desagradable de la vida social.
  • Adopción de los temas relativos a las conductas sexuales como elemento central de las novelas. No se trata de un erotismo deleitoso y agradable, sino que es una manifestación de enfermedad social, suciedad y vicio. Por ello, frecuentemente el novelista naturalista se centra en el mundo de la prostitución, vista como lacra social y como tragedia individual. El público confundía sin embargo a veces naturalismo con pornografía, lo que no era la intención de los naturalistas. Estos critican con frecuencia la literatura folletinesca que trastorna la percepción de la realidad.

Cabe destacar que, si bien Realismo y Naturalismo son muy parecidos en el sentido de reflejar la realidad tal y como es (contrariamente al idealismo romántico), la diferencia radica en que el Realismo es más descriptivo y refleja los intereses de una capa social muy definida, la burguesía, mientras que el Naturalismo extiende su descripción a las clases más desfavorecidas, intenta explicar de forma materialista y casi mecanicista la raíz de los problemas sociales y alcanza a hacer una crítica social profunda; además, si el individualismo burgués es siempre libre y optimista en su fe liberal de que es posible el progreso sin contrapeso y labrar el propio destino, el Naturalismo es pesimista y ateo merced al determinismo, que afirma que es imposible escapar de las condiciones sociales que guían nuestro sendero en la vida sin que podamos hacer nada por impedirlo. Por otra parte los naturalistas españoles hacen uso de un narrador omnisciente y se alejan del impersonalismo que busca el maestro francés Zola; por otra parte, estas novelas no consiguen una reproducción fiel de la realidad, objetivo que sí busca Zola, sino que recargan excesivamente los aspectos que quieren destacar, con lo que pierden el valor documental que busca Zola.

Se considera que el Naturalismo es una evolución del Realismo. De hecho, la mayoría de los autores realistas evolucionó hacia esta corriente materialista, si bien otros orientaron su descripción de la realidad hacia el interior del personaje llegando a la novela psicológica.

El Naturalismo, al igual que el Realismo, refuta el Romanticismo rechazando la evasión y volviendo la mirada a la realidad más cercana, material y cotidiana, pero, lejos de conformarse con la descripción de la mesocracia burguesa y su mentalidad individualista y materialista, extiende su mirada a las clases más desfavorecidas de la sociedad y pretende explicar los males de la sociedad de forma determinista.

El Naturalismo tenía como objetivo explicar los comportamientos del ser humano. El novelista del Naturalismo pretende interpretar la vida mediante la descripción del entorno social y descubrir las leyes que rigen la conducta humana. El Naturalismo surge en París; Zola fue el iniciador del movimiento Naturalista, al decidir romper con el romanticismo, crea este movimiento literario; siendo considerado el maestro de este movimiento junto con Gustave Flaubert. En sus obras más importantes describirían de manera cruda y realista el contexto social de París, el lugar de inicio del movimiento.

El Naturalismo en Europa [editar]

En Alemania destacan los escritores Carl Hauptmann (1858-1921) y Gerhart Hauptmann (1862-1946) entre otros. En Italia el Naturalismo se denominó Verismo y tiene su principal autor en Giovanni Verga (1840-1922), y su obra maestra en la novela de este autor titulada Los Malavoglia (Los Malasangre); también siguió esta estética Luigi Capuana (1839-1915). En Gran Bretaña el gran novelista y poeta del naturalismo fue Thomas Hardy, y en el terreno dramático puede reconocerse alguna influencia de los postulados naturalistas en George Bernard Shaw a través de la asimilación que hace de dicha estética el dramaturgo noruego Henrik Ibsen. En Alemania no se desarrolló este movimiento con tanta fuerza y en Estados Unidos este movimiento llegó bastante tarde, aunque es posible reconocer el Naturalismo en las obras de Theodore Dreiser (Una tragedia americana) y una evolución importante en el Nuevo periodismo americano de, por ejemplo, Truman Capote. En Francia, fuera del líder del movimiento, Emile Zola, existe naturalismo en Gustave Flaubert y en otros autores de menor fuste. En Rusia difundió el movimiento el gran crítico literario Belinski y lo siguieron en algunas de sus obras autores importantes, como Gógol, Dostoievski, Goncharov y otros. En Rusia difundió el movimiento el gran crítico literario Belinski y lo siguieron en algunas de sus obras autores importantes, como Gógol, Dostoievski, Goncharov y otros.

En España participaron de este movimiento hombres comprometidos con posturas cercanas al Krausismo o la izquierda como Galdós (La desheredada), Clarín y Vicente Blasco Ibáñez. Desde la óptica conservadora puede también hablarse de un Naturalismo cristiano no rigurosamente pesimista ni determinista en el que militaron autores como Pardo Bazán, Luis Coloma, José María de Pereda (que se acercó al naturalismo en su novela La Puchera), Juan Armada y Losada, José de Siles, Francisco Tusquets, Ángel Salcedo y Ruiz y Alfonso Pérez Gómez Nieva. Otro tercer grupo estaría integrado por los hombres de la revista Gente Nueva, luego ampliado en otra revista, Germinal, de ideología más extremista y que estaría integrado por los escritores del llamado Naturalismo radical: Eduardo López Bago, José Zahonero, Remigio Vega Armentero, Enrique Sánchez Seña, Joaquín de Arévalo, Jose María Matheu Aybar, Manuel Martínez Barrionuevo, Eugenio Antonio Flores, Silverio Lanza, Emilio Bobadilla, Alejandro Sawa, Joaquín Dicenta (quizá el poeta y dramaturgo del naturalismo más importante en castellano), José Ortega Munilla, Jacinto Octavio Picón, Ernesto Bark, Ricardo Macías Picavea y algunos otros más. Epígonos del naturalismo son en cierta medida Felipe Trigo y Augusto Martínez Olmedilla.

Empero, y con la excepción de algunos ensayos serios, como La desheredada, de Galdós, lo que se practica en España no es un auténtico naturalismo zolesco, sino una fórmula conciliadora que extrae algunos recursos formales de Zola sin seguir su doctrina ideológica (ateísmo, positivismo, determinismo). Este sincretismo es el que practican Pardo Bazán o el marqués de Figueroa.

El Naturalismo en Hispanoamérica [editar]

En América, vinculado al llamado Indigenismo, representan el Naturalismo los puertorriqueños Matías González García y Manuel Zeno Gandía, el chileno Augusto d'Halmar y la peruana Clorinda Matto de Turner quien alcanzó un gran éxito con su novela Aves sin nido. Otra figura destacada del naturalismo peruano fue Mercedes Cabello de Carbonera cuya novela Blanca Sol fue muy controvertida. El argentino Eugenio Cambaceres tiene importancia por destacar la decadencia de las clases priviligadas con novelas como Música Sentimental. En México, destacaron Federico Gamboa con su célebre novela Santa; Ángel del Campo, que usó el pseudónimo de "Micrós", y Vicente Riva Palacio. En Cuba destaca sobre todo Carlos Loveira, acompañado de Miguel de Carrión y Jesús Castellanos.

Véase también [editar]

LITERATURA: NOVELA REALISTA. Se llama novela realista al género narrativo aparecido en España en el siglo XIX como superación de la novela histórica y romántica anterior. Sus antecedentes más remotos hay que buscarlos en las grandes obras novelísticas del Siglo de Oro: El Quijote, Lazarillo de Tormes, El Buscón, etc., obras igualmente de corte realista.

Novela realista

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Se llama novela realista al género narrativo aparecido en España en el siglo XIX como superación de la novela histórica y romántica anterior. Sus antecedentes más remotos hay que buscarlos en las grandes obras novelísticas del Siglo de Oro: El Quijote, Lazarillo de Tormes, El Buscón, etc., obras igualmente de corte realista.

Contenido

[ocultar]

Introducción [editar]

El siglo XI en España es el siglo de la narrativa. En las primeras décadas del siglo hubo cultivadores de novela histórica, de escasa, si no nula, repercusión. Más tarde se adoptará el folletín. Y a partir de mediados de siglo (más exactamente de 1868) mostraron carta de naturaleza el realismo y su máxima expresión, el naturalismo. Muchos escritores, al mismo tiempo, se dedicaron al periodismo escrito, bien para alcanzar la gloria literaria o para defender posturas políticas o ideológicas. Los máximos exponentes del realismo español serán Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas (Clarín).

La novela realista española, como se ha dicho, se apoya en la extensa tradición que atesoraba el género, así como en la nueva visión del mundo que se había difundido por toda Europa, especialmente a cargo de los novelistas ingleses, franceses y rusos. La derivación del realismo que representa el llamado Naturalismo, se inicia con la obra La desheredada de Benito Pérez Galdós (1881), inspirada en L´Assomoir (1877), del fundador de la corriente, el francés Émile Zola.

Emilia Pardo Bazán se añadirá pronto al Naturalismo (para sorpresa de Zola) con su controvertido texto La cuestión palpitante (1882), y con La tribuna, primera novela española que cuenta con un protagonista de clase trabajadora. Se trata de la llamada Generación del 68, realistas y naturalistas a la española, con una literatura hasta cierto punto comprometida y progresista que no se conocía anteriormente.

En España, la corriente realista tendrá importantes repercusiones en novelistas posteriores pertenecientes a la Generación del 98, como Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, etc. Algunos estudiosos incluyen también en este grupo a Vicente Blasco Ibáñez.

Representantes más destacados en España [editar]

Caracteres específicos de la novela realista en España [editar]

El costumbrismo [editar]

El costumbrismo tiene en Galdós y Clarín a sus máximos representantes; parte del antiguo cuadro de costumbres romántico (Mesonero Romanos, Serafín Estébanez Calderón...), género literario que recoge aquellos aspectos de la vida española más castizos y populares y que, por serlo, omiten los libros de historia. Los costumbristas cultivan unas formas entre el relato y el reportaje periodístico, con el fin de describir la sociedad viva a través de tipos genéricos ('la campesina', ‘el torero’, 'el alguacil'...), con sus ires y venires, sus alegrías y penas, perfectamente comprensibles para el lector medio. Recrea también los espacios en que se desarrollan psicológica y socialmente dichos tipos: el café, el jardín público, el día de fiestas, la calle, las verbenas y romerías. Todos estos elementos serán manejados con gran soltura, y más o menos estilizadamente, por autores como Pedro Antonio de Alarcón, Fernán Caballero, José María de Pereda o Emilia Pardo Bazán. José María de Pereda elevó dicho costumbrismo, de carácter meramente folclórico y pintoresco, a la categoría de gran literatura (en el caso de este autor se aprecian rastros incluso de la novela picaresca).

El sello del catolicismo y la defensa de los valores tradicionales [editar]

La novela española de la época descrita presenta otros caracteres peculiares frente a la novela europea de aquellos años. Los franceses Stendhal, en la primera mitad, y posteriormente Balzac, Flaubert y Zola, contemporáneos de los Pereda, Fernán Caballero, Valera etc., demostraron una gran apertura mental y una ausencia de prejuicios sociales, culturales y religiosos a la hora de narrar la peripecia vital de sus héroes, actitud que no encontramos en la novelística española anterior a Galdós y que influirá negativamente en las proporciones artísticas y estructurales de muchas de sus obras. En el fondo, sin embargo, para todos los escritores inscritos en la corriente naturalista, ya sean españoles o extranjeros, la palabra "naturalismo", pese a las pretensiones de sus teóricos, tiene poco de científica, puesto que tiende más bien a retratar de modo selectivo y muchas veces despectivo los aspectos más sórdidos de la existencia, aspectos a los que, como buen burgués, el escritor se siente ajeno.

Indefinición de personajes [editar]

Lo dicho anteriormente tendrá importantes repercusiones a la hora de diseñar el personaje principal o protagonista. En la "novela de tesis" española, aun con pretensiones progresistas, como en el caso de Emilia Pardo Bazán, los protagonistas no acaban de caracterizarse convenientemente. Con frecuencia se sospecha la desgana, la contradicción intelectual, y aun el maniqueísmo moral en el novelista. Previamente a la ‘Benina’ de Galdós, a la ‘Ana Ozores’ de Clarín, a la ‘Juanita la Larga’ de Valera, personajes ya netamente, por así decir, europeos, la personalidad propia del héroe aparece solamente en esbozo, carente de individualidad y de matices definidos.

Personajes como ‘La Tribuna’ (de Pardo Bazán), ‘Marisalada’ (de La Gaviota, de Fernán Caballero) o ‘Sotileza’ (de Pereda) no se encuentran bien desarrollados psicológicamente, y en algún caso, como en el de ‘Marisalada’, llega a advertirse una cierta animadversión, de signo inequívocamente clasista, hacia el personaje por parte de su propia creadora (algo parecido se apreciará en un novelista de pleno siglo XX, como Camilo José Cela, en su obra La colmena). Si pensamos en la gran novela europea, ya plenamente desarrollada por esos mismos años, lo primero que se nos viene a la cabeza es precisamente la figura del protagonista principal. Sea cual sea la catadura moral con la que fue concebido, siempre reúne rasgos ejemplares, modélicos, sus proporciones gigantescas –en lo bueno o en lo malo- aún hoy nos siguen abrumando: los ‘Rastignac’, ‘Raskolnikov’, ‘Pierre Bezujov’, ‘Julian Sorel’, ‘Emma Bovary’, ‘Nana’, ‘Oliver Twist’... A sus autores, meros vehículos de su grandeza, evidentemente, no se les traslucía prejuicio alguno contra ellos.

Influencia de la novela rusa [editar]

Tuvieron gran peso en España los escritores Dostoievski, Gogol, Iván Turgenev, y en especial Tolstoi, ya a finales de siglo. En España tuvo gran influencia el idealismo ruso, caracterizado por su peculiar tendencia pesimista de connotaciones religiosas (se ha comparado muchas veces con el ‘pesimismo’ español de raíces más bien históricas).

Ideologías características [editar]

La novela del XIX, de la política, extrae el liberalismo. De la filosofía, el krausismo (filosofía racionalista liberal y antitradicionalista de procedencia alemana, introducida a partir de 1844, que junto con la Institución Libre de Enseñanza sirvió para despabilar las conciencias); también, el darwinismo, así como el positivismo de Augusto Comte y Herbert Spencer, pensadores de gran repercusión en el naturalismo. Galdós había aprendido del krausismo que podía establecerse entre las partes en conflicto una "armonía racional"; en este caso, la antítesis vendría establecida entre idealismo y naturalismo.

Anticlericalismo [editar]

Enlazando con lo anterior, el anticlericalismo es elemento tradicional en la literatura española desde la época medieval; se encuentra muy presente en la obra de los realistas más tardíos: Juan Valera, Clarín y Galdós.

La economía del escritor [editar]

La revolución liberal modificó sensiblemente las condiciones de la producción literaria haciendo surgir un tipo nuevo de escritor que, por primera vez, puede llegar a independizarse del yugo económico de sus mecenas, nobles, grandes burgueses, reyes y banqueros, adquiriendo con ello una independencia creativa que sólo encontrará el límite de la ley y de la iglesia. También el público lector aumentó considerablemente desde los comienzos de siglo, en que había un 94% de analfabetismo, bajando hasta el 66% hacia 1900; la novela era el principal de los géneros populares.

Personajes y modas específicos de la época [editar]

Enrique Tierno Galván destacó la presencia del personaje cursi, surgido hacia la segunda mitad del siglo XIX:

La burguesía media, la auténtica burguesía, propende a diferenciarse del pueblo imitando los modos de vida de las clases superiores a ella, plutocracia y aristocracia, espiando con avidez sus formas de comportamiento, con un afán mimético consecuencia del impulso de ascensión y poderío y de una intrínseca debilidad social y desazón psicológica.
en Hª y crítica de la literatura española Tomo V

Esta circunstancia, en la antigua sociedad estamental, por definición carente de permeabilidad entre clases, era impensable.

El señorito, por otro lado, es el burgués de nuevo cuño, que en Andalucía muestra ciertas particularidades. Lo negativo del personaje es su connotación clasista y jactanciosa. El "señorito" aparece prácticamente en todas las novelas del siglo XIX, unas veces en el papel de vil seductor de muchachas de clase baja, y otras dando pruebas de una conducta intachable: el Andrés de Sotileza, el Baltasar de La tribuna, el Marcelo de Peñas arriba, los pisaverdes sevillanos de La Gaviota...

Ambientaciones típicas [editar]

El ámbito rural, el mundo aristocrático y la vida provinciana, por cuanto, hasta Galdós, no existen en España escritores urbanitas al 100%, del estilo de Balzac, Dickens o Dostoievski.

Todo lo cual desembocará en la novela psicológica o novela espiritualista de fin de siglo, muy influida, como se ha dicho, por los rusos, pero también por el noruego Ibsen. La obra de Armando Palacio Valdés y también Morsamor, de D. Juan Valera, constituyen el ejemplo más llamativo de esta corriente.

Véase también [editar]

Referencias [editar]

  • Historia y crítica de la literatura española. Tomo V. Romanticismo y

Realismo, VV.AA. Ed. Crítica, 1979.

  • Historia de la literatura española, de Juan Luis Alborg. Gredos, 1996.
  • Historia social de la literatura y el arte, de Arnold Hauser. Guadarrama, 1978.
  • Historia de la literatura universal, de José Mª Valverde y Martín de Riquer. Planeta, 1990.

Ediciones comentadas:

  • La tribuna, de Emilia Pardo Bazán. Ed. Cátedra, 1991.
  • Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós. Ed. Cátedra, 1983.
  • La Gaviota, de Fernan Caballero. Ed. Castalia, 1990.
  • Pepita Jiménez, de Juan Valera. Ed. Alhambra, 1982.
  • La regenta, de Clarín. Alianza, 1981.