RELIGIÓN CELTA Y MUNDO CELTA: CULTOS Y CREENCIAS DE LOS CELTAS. Una creencia es una idea que es considerada verdadera por quien la profesa.
Culto a la fertilidad
Los pueblos celtas, inmersos en una cultura inminentemente agrícola, se preocupaban mucho por la fertilidad de sus tierras, ganado y familia. De este modo no es de extrañar que las divinidades más importantes tuvieran una función dadora de fertilidad, abundancia y prosperidad. Estos dioses aparecen representados con símbolos de fertilidad como huevos, recién nacidos, frutas, pan, pañales, toallas, palanganas o falos erectos…
Algo relacionado con lo que estamos hablando son los huevos de druida o de serpiente: se creía eran de cristal y del tamaño de una manzana (tal vez más pequeños). Provendrían de la espuma de los silbidos de dos serpientes copulando que al enfriarse y al convertirse en una bola si era cogida en el aire por un druida servía para realizar conjuros y como talismán.
Lugares sagrados
Los árboles como reflejo de la unión del mundo celeste con el subterráneo, con sus características de longevidad, equiparada a sabiduría, con la muda regeneradora cíclica de sus hojas, metáfora de la propia vida, muerte y posterior resurrección, son considerados sagrados. Aún, hoy en día encontramos recogidas esta creencia en nuestras tradiciones culturales. De este modo incluso los reyes solían tomar posesión de su cargo bajo las hojas de un árbol. El roble (también el águila) estaba ligado a la divinidad principal, al señor del cielo. Ciertos lugares como los bosques y alguno de ellos en particular, quizás aquellos más apartados, oscuros y tenebrosos, eran considerados por los celtas sagrados, es decir espacios donde la comunicación con el Más Allá y los poderes ocultos se hacía más propicia. Allí era donde moraban los druidas, en la espesura, en el silencio, en la penumbra. Allí adoraban a sus dioses y cultivaban la sabiduría. Eran los señores del bosque...
Los celtas veneraban los árboles en general, pero sin duda sus preferidos eran el roble, el serbal, el tejo y el avellano. Y de estos, el roble era el rey. Incluso se dice que la palabra druida significaría "conocimiento del roble". La admiración de estos pueblos por el roble quizás proviniera de muy antaño, de los antepasados indoeuropeos pues muchos de estos pueblos tenían a este árbol como protagonista de sus ritos religiosos. Se cree que admiraban en el los atributos de dureza, resistencia, majestuosidad, longevidad y utilidad. Los inmensos bosques de roble del 4000 antes de cristo y anterior proporcionaban alimento (bellotas), calor y vivienda a los hombres, por eso aquellos que supieran cómo utilizarlos adecuadamente, serían los más valiosos de la comunidad, los más sabios, por ello se les llamaría druidas, los que poseían el conocimiento del roble. Así, los restos del culto a los árboles no sólo quedaron registrados en la Europa fría, sino también en la mediterránea, pero en este caso se perdieron mucho antes. También se encuentran retazos en la India y en algunas de nuestras manifestaciones culturales actuales. El árbol de navidad, los numerosos árboles sagrados que existen en Occidente y sobre muchos de los cuales se acabaron construyendo edificaciones religiosas.
Parece ser que todas las tribus celtas poseían su árbol sagrado que actuaba como tótem de modo que en una batalla o escaramuza la destrucción del árbol significaría un presagio terrible para la tribu. Los ritos asociados particularmente al roble son numerosos, encontrándose este árbol relacionado con el dios del trueno en varias culturas.
Las zonas acuíferas también solían considerarse zonas sagradas. A los ríos, lagos, manantiales, ciénagas, pozos, se arrojaban objetos preciosos. Los celtas sentían especial predilección por los nacimientos y confluencias de los ríos. Se podían arrojar armas, amuletos, calderos, carros, animales e incluso seres humanos sacrificados a los dioses.
Los celtas como la mayoría de los pueblos indoeuropeos poseían una diosa madre, Danu, de la que se deriva el nombre Danubio y con la que se la relacionaba quizás por ser de sus riberas de donde habían surgido como pueblo. Tanto el Danubio como el Támesis fueron con gran probabilidad ríos sagrados al estilo del Ganges de la India, así lo parece confirmar el gran número de ofrendas halladas. Los ríos transportaban el alma de los muertos hacia el Más Allá. Lo vemos claramente hoy con el río Ganges y lo vemos registrado en la muerte del mítico rey Arturo, por poner unos ejemplos. El río al representar a una diosa madre consigue a través del bautismo en sus aguas que el ser humano absorba el poder femenino de la naturaleza y la purificación tanto física como espiritual.
Los pozos y manantiales eran centros de curación y purificación. Las propiedades medicinales de algunos de estos manantiales como ocurre hoy en día, atraían a peregrinos de lejanos lugares. Estos peregrinos dejaban sus ofrendas entre las que era común una figurita representativa de si mismo o de la parte enferma que querían curar, todo ello en busca de un efecto curativo mágico. El siguiente acto sería descansar en un recinto especialmente preparado donde contactarían a través de sueños con el dios del que pretendían ayuda. Las fosas o pozos eran objeto de especial atención religiosa, tal vez imaginándolas como los oídos desde donde escuchaban los dioses del Submundo. Allí se les arrojaba animales y humanos sacrificados como ofrendas para ganarse sus favores. Los santuarios celtas podían contener estas fosas, también estructuras circulares de madera o altos postes centrales también de este material. A parte de sangre, también se ofrecía a los dioses metal, armas, herramientas y monedas rotas ritualmente con el objeto de que no pudiesen volver a ser utilizadas. El celta siempre se desprendía de algo valioso y el ser humano era lo más precioso, por lo que los sacrificios de personas, eran llevados a cabo en ocasiones de especial dificultad o agradecimientos a sus dioses.
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