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POLÍTICA/FORMAS DE GOBIERNO: TEOCRACIA. Una teocracia (del griego Teos τεοσ /teos/ [Dios] y Cracia χρατοσ /kratos/ [Gobierno], gobierno de Dios) es una forma de gobierno en la que los líderes gubernamentales coinciden con los líderes de la religión dominante, y las políticas de gobierno son idénticas o están muy influidas por los principios de la religión dominante; normalmente el gobierno afirma gobernar en nombre de Dios o de una fuerza superior, tal como especifica la religión local.

Teocracia

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Una teocracia (del griego Teos τεοσ /teos/ [Dios] y Cracia χρατοσ /kratos/ [Gobierno], gobierno de Dios) es una forma de gobierno en la que los líderes gubernamentales coinciden con los líderes de la religión dominante, y las políticas de gobierno son idénticas o están muy influidas por los principios de la religión dominante; normalmente el gobierno afirma gobernar en nombre de Dios o de una fuerza superior, tal como especifica la religión local.

El diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española la define como el "gobierno ejercido directamente por Dios", y en una segunda acepción: "Sociedad en que la autoridad política, considerada emanada de Dios, se ejerce por sus ministros."

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[editar] Otras definiciones

Flavio Josefo

Flavio Josefo historiador judío del siglo I E.C. Debió acuñar el término en su obra Contra Apión (libro II, sec. 16) de la siguiente manera:

Unos han confiado el poder político a las monarquías, otros a las oligarquías y otros al pueblo. Nuestro legislador, sin embargo, no puso su mirada en ninguna de estas formas de gobierno, sino que instituyó lo que podría llamarse, haciendo violencia a la lengua, teocracia, poniendo la soberanía y la autoridad en manos de Dios.

[editar] La teocracia entre los hebreos

La teocracia mosaica en la historia del pueblo de Israel se restringe principalmente a los primeros 400 años desde su salida de Egipto, según se describe en el libro del Éxodo de la Torá o Antiguo Testamento. La ley de Yahvé, basada en los diez mandamientos otorgados a Moisés en el monte Santo, y desarrollada en los libros del Levítico, Éxodo y Números, es el verdadero código civil de las tribus de Israel, y estipula que el único Señor terrenal del pueblo es Yahvé, y la tribu de Leví (los levitas), los únicos poseedores del grado de sacerdocio que sirve de intermediario entre Dios y el pueblo elegido de sus creyentes.

En momentos de crisis (principalmente por ataques de enemigos), Yahvé suscita de entre su pueblo a un caudillo para regir en su nombre a los israelitas. El nombre hebreo vertido tradicionalmente al latín es el de Juez, si bien sus atribuciones de gobierno entran más en el ámbito de lo militar que en el de los judicial. Usualmente es un sacerdote o un profeta (normalmente de la casa de Leví) el instrumento elegido por Yahvé y la casta sacerdotal para nombrar un Juez. Este cargo es temporal, no hereditario, y normalmente su autoridad se extiende únicamente durante los momentos de crisis, aunque en el Libro de los Jueces se les atribuya un gobierno continuado en el tiempo hasta la aparición del siguiente juez, la crítica histórica ha llegado a la conclusión de que durante los periodos de paz cada tribu se administraba de forma autónoma. El primer juez de la teocracia hebrea puede ser considerado el mismo Moisés, encargado de sacar al pueblo de Israel de Egipto y conducirlo a través del desierto, donde recibe la Ley de Dios. Moisés fue sucedido posteriormente por su sobrino Josué, el que introdujo a Israel en la Tierra prometida, haciendo la guerra y expulsando a sus moradores. Tras la muerte de Josué, se sucede la instalación paulatina y pacífica de los hebreos entre los cananeos, de los cuales adoptan rasgos culturales y en ocasiones también cultos a sus dioses e ídolos. La debilidad y división causa la invasión de los edomitas, que sojuzgan a Israel. La casta sacerdotal atribuye la derrota al abandono al culto de Yahvé, y así se suscita el primer juez, Otoniel, hermano menor de Caleb, de la tribu de Judá, que vence y expulsa a los edomitas. 40 años más tarde se produce la invasión de los moabitas, que someten Canaán durante 18 años. Aod, de la tribu de Benjamín, asesina al rey Eglón de Moab, y comanda al ejército de su tribu en la victoria y expulsión de los moabitas. Tras 40 años de paz, una expedición filistea es derrotada por un ejército hebreo al mando de Samgar, hijo de Amat. Se produce entonces la hegemonía efímera del rey cananeo Jabín de Jasor, en el norte. La profetisa Débora de Efraím (incluida también en el catálogo de los jueces) nombra a Barac, de la tribu de Neftalí, para que reúna un ejército de las tribus de Neftalí y Zabulón, con el que derrota al ejército cananeo en el monte Tabor. Tras otros 40 años de paz, los nómadas semitas de las tribus de Madián y Amalec efectúan saqueos en las tierras hebreas durante 7 cosechas. Entonces un profeta desconocido (probablemente un levita) advierte a los israelitas de que su abandono del culto a Yahvé es la causa de sus males, y escoge como juez a Gedeón, de la tribu de Benjamín. Gedeón destruye todos los altares al dios cananeo Baal, y tras purificar religiosamente a la nación, une los ejércitos de las tribus de Benjamín, Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí, con los que rechaza la invasión de Madián y Amalec, llegando a cruzar el río Jordán en su persecución, para derrotarlos definitivamente, ejecutando a sus reyes. La tribu de Efraím manifiesta su rechazo al juez, por no haberles invitado a la expedición, y de esa forma se nos revelan los límites del gobierno de los jueces, y las tensiones intertribales que su mando temporal provoca. Por sus victorias militares, quisieron las tribus que había comandado nombrar rey a Gedeón, pero él se mantuvo fiel a la teocracia yahvista, y rechazó la elección. A su muerte, Abimelec, sobrino de Gedeón, se proclamó rey en Siquem, pero murió en la campaña emprendida contra los nobles de Samaria, rebelados contra él, fracasando de este modo el primer intento monárquico en Israel. Posteriormente se describen dos jueces menores, Tola de Isacar y Jair de Galad, aparentemente sin relación con crisis alguna, y posiblemente simples jefes de tribu prestigiosos, citados por los cronistas posteriores para cubrir un periodo "vacío" de la historia de Israel. Inmediatamente después acontece el ascenso de Ammon, en alianza con los filisteos, que sojuzga a las tribus hebreas transjordanas durante 18 años, llegando a realizar incursiones en Canaán, y amenazando los territorios de las tribus de Judá, Benjamín y Efraím. Yahvé, por medio de los levitas, logra el abandono del culto cananeo entre los hebreos. Los jefes de la ciudad de Galad eligen al desterrado Jefté como comandante del ejército coaligado de las tribus amenazadas, que derrota a los ammonitas. Con ese mismo ejército derrota a la tribu de Efraím, celosa de su independencia, que nuevamente había presentado reclamaciones al juez. Luego son citados como jueces Abesán de Zabulón, Elón de Zabulón y Abdón de Efraím. Todas las tensiones previas entre tribus y las coaliciones exitosas contra el invasor anuncian la crisis de la teocracia mosaica de los jueces, necesitada de mayor organización y complejidad para rechazar a enemigos cada vez más poderosos y resueltos, y limitada por el tradicional poder centrífugo de los ancianos de cada tribu, con el único elemento de solidaridad de la fe yahvista (encarnada en el santuario de Silo, donde se halla el arca de la alianza) y el pasado ancestral común (resumido en la fórmula de "el Dios de Abraham, Isaac y Jacob). El desafío definitivo llega con la gran invasión de los filisteos, situada alrededor del 1150 a.C, que llegan a dominar casi toda la montaña de Judea durante 40 años. Yahvé finalmente suscita un nuevo juez en Sansón, un nazareo de la tribu de Dan. Sansón, de vida personal turbulenta y poco apegada a las costumbres mosaicas, vive y emparenta entre los filisteos y lucha para ellos, terminando por rebelarse contra los invasores. Su derrota y muerte, pese al heroismo con el que el Libro de los Jueces la presenta, supone el fracaso definitivo del sistema de judicatura teocrática entre los hebreos. Las tribus del sur quedan sojuzgadas a los filisteos, las del norte se hacen la guerra entre sí. Un poderoso de Efraím, llamado Mica, aprovechó la confusión para construirse un santuario privado a Yahvé, incluyendo una imagen idolátrica, poniendo a su frente un sacerdote levita, con la intención de constituir un centro de culto nacional en su provecho. Una expedición de la tribu de Dan robó la imagen y al levita y con ese tótem nacional destruyó la ciudad cananea de Lais, rebautizándola con el nombre de Dan, donde establecieron un culto propio, separado del yahvismo de los levitas. Del mismo modo, una coalición de tribus guerreó contra Benjamín. La descomposición de la nación es irreversible tras la derrota de la nueva insurrección contra los filisteos, comandada por los sacerdotes del santuario de Silo, con la gravísima pérdida del arca de la alianza, donde la tradición afirmaba que se hallaban las tablas de la Ley. La teocracia hebrea ha fracasado, y el último de los jueces, el levita Samuel, se ve obligado a ungir al primer rey de Israel, Saúl.


En un pasaje del Libro de los Jueces, se representa a Gedeón rechazando la realeza que el pueblo le ofrece tras su victoria sobre los madianitas, en términos que implican que el establecimiento de una monarquía permanente supondría una deslealtad para con el gobierno de Yahvé. “No seré yo el que reine sobre vosotros, ni mi hijo; el Señor reinará sobre vosotros” (Jueces 8, 23). Más explícita y contundente expresión se da a la misma opinión en el Primer Libro de los Reyes en relación con la apelación del pueblo al anciano profeta Samuel de que constituya un rey para ellos a la manera de las demás naciones. La petición disgusta a Samuel y al propio Yahvé, que ordena al profeta que acceda a los deseos del pueblo que puede ser castigado por el rechazo de su reino. “Y el Señor dijo a Samuel: Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8,7). De nuevo en el capítulo 12, Samuel, en su discurso final al pueblo, le reprocha en términos similares: “ me habéis dicho: No, que reine un rey sobre nosotros, siendo así que el Señor vuestro Dios era vuestro rey”. Y a la llamada del profeta el Señor envía el trueno y la lluvia como signo de su disgusto, “y reconoceréis y veréis el gran mal que habéis hecho a los ojos del Señor, al pedir un rey para vosotros”.

La relación de estos pasajes con la institución histórica de la teocracia varía en la estimación de diversos eruditos según la fecha que los mismos asignan a las fuentes a que pertenecen los pasajes. Wellhausen y su escuela, principalmente sobre bases a priori, los consideran un retoque del periodo posterior al exilio, pero es mucho más probable que formen parte de una tradición mucho más antigua e indiquen que una creencia en la realeza del Señor sobre el Pueblo Elegido existía antes del establecimiento de una monarquía terrenal. Al mismo tiempo, no hay suficiente garantía como para suponer por la autoridad de estos textos que el gobierno teocrático en Israel acabó con la inauguración de la monarquía, como es evidente en la narración del pacto del Señor con el rey David y su descendencia (2 Samuel 7, 1-17).

Según los términos de este pacto, el monarca terrenal continúa bajo el control del Rey celestial, y es constituido como su delegado y representante. Y esta dependencia directa del rey respecto del Señor en cuanto a sabiduría y guía es dada por supuesta en todos los datos históricos de la monarquía hebrea. La prueba suprema del merecimiento de cualquier rey para ocupar su elevada posición es su fidelidad al Señor y a la ley revelada por Éste. Los libros históricos y aún más los escritos de los profetas, proclaman la constante creencia de que Dios ejercía un gobierno especial y eficiente sobre Israel mediante sus bendiciones, castigos y rescates. En el periodo posterior al exilio el gobierno hierocrático se convirtió en el rasgo dominante de la teocracia judía. (Tomado de "Dictionnaire de la Bible", James. F. Driscoll. VIGOUROUX)

[editar] Tipos

El sistema teocrático más antiguo conocido dataría de las sociedades tribales primitivas en donde en muchos casos el chamán ejercía un doble rol como líder espiritual y jefe tribal. Dicho sistema está contenido en los libros de Moisés que contienen las Leyes dictadas por Yahve. El faraón en el antiguo Egipto era, a la vez, sacerdote y representante de los dioses. Existen otros tipos de teocracias o seudoteocracias. Un ejemplo es el cesaropapismo, en que el poder es compartido entre un líder secular (un emperador, un César) y un líder religioso (un papa). La teocracia también puede ser ejercida directamente por el clero (como ocurre en Irán) o indirectamente (como a través del derecho divino de los reyes).

Ejemplos de gobiernos teocráticos que ya no están vigentes fueron el Califato del Imperio Islámico, el gobierno del emperador de Japón que era considerado un dios viviente en tiempos antiguos, el gobierno del Dalái Lama en Tíbet y el gobierno del Bogd Khan en Mongolia. El Imperio Sij de la India también fue una forma de gobierno teocrática durante su existencia, y en alguna medida, se aplicaría lo mismo a Inglaterra ya que el Rey de Inglaterra era a su vez, cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

Esta forma de gobierno fue apoyada por el reformista Juan Calvino.

Sin embargo resulta difícil definir hasta que punto un gobierno es teocrático o monárquico ya que muchas monarquías se definen como "divinas" en naturaleza o están directamente relacionadas con una religión. El zar de Rusia, por ejemplo, con la Iglesia Ortodoxa Rusa, el rey de Tailandia con el budismo, el emperador de China considerado un ser divino (de allí el término Imperio Celestial), el rey de Bután con el lamaísmo, etc.

Diferentes líderes han sido tanto políticos como religiosos. Tres casos similares serían los de el Papa dentro de la Iglesia Católica, el Califa del Islam y el Dalai Lama en el budismo tibetano. El Papa ejercía poder político sobre diferentes territorios clericales, incluyendo Roma, en la antigüedad y aún hasta hoy como monarca del Vaticano, al tiempo que era cabeza de la Iglesia Católica, lógicamente sin ser reconocido por otros cristianos como ortodoxos y protestantes, pero siempre con gran influencia política a nivel mundial. El Califa fue hasta la abolición del Califato otomano en 1924 el máximo gobernante del Imperio Islámico y a la vez "príncipe de los creyentes" y jerarca máximo del Islam, aunque sólo era reconocido por un cierto sector, usualmente mayoritario, de los musulmanes generalmente dentro del sunnismo. El Dalái Lama era gobernante monárquico de Tíbet hasta la invasión de China en 1950 y a su vez también era el máximo líder religioso del Imperio Mongol tras la declaratoria de “religión oficial” del lamaísmo por Altan Khan, y posteriormente en los países y regiones donde el lamaísmo o budismo tibetano era predominante como Mongolia, Bután, Ladakh, Tuvá, etc., pero sin ser reconocido como líder por otras escuelas budistas dentro del mundo budista.

[editar] Teocracias modernas

Ejemplos de teocracias modernas son las siguientes:

Ciudad del Vaticano

El gobierno de la Ciudad del Vaticano el cual es ejercido por el Papa directamente,[cita requerida] siendo éste gobernante político del Estado vaticano y a la vez, máximo jerarca religioso de la Iglesia Católica.

Régimen talibán en Afganistán (1996-2001)

En Afganistán, el régimen talibán fue un claro ejemplo moderno de teocracia.[cita requerida]

Répública islámica en Irán (desde 1979)

En Irán, tras la Revolución Islámica, se estableció una república islámica con una constitución de corte islámico y unos órganos de gobierno que deben velar por el cumplimiento de principios religiosos, aunque actualmente el poder ejecutivo lo ejerce el presidente electo democráticamente, el clero islámico debe dar su aprobación a cualquier candidato que opte a un puesto de elección popular. Este tipo de gobierno teocrático se inspira en el libro del chiita ayatolá Jomeini Velayat-e faqih (Persa: ولایت فقیه, (también conocido como Gobierno islámico en español), publicado en 1970, y probablemente el más influyente documento escrito en los tiempos modernos en favor de la Teocracia.

Arabia Saudí

En Arabia Saudí, la monarquía se declara como defensora del Islam con el Corán como constitución y la Sharia (ley islámica) como ley.

[editar] Véase también

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