Blogia
petalofucsia

Literatura

LITERATURA: FRANCISCO DE QUEVEDO. Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (Madrid, 14 de septiembre de 1580[1] — Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más destacados de la historia de la literatura española. Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago.

Francisco de Quevedo

De Wikipedia, la enciclopedia libre

«Quevedo» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Quevedo (desambiguación).
Francisco de Quevedo
Retrato de Francisco de Quevedo.jpg
Retrato de Francisco de Quevedo, atribuido a Juan van der Hamen o Velázquez
Nacimiento14 de septiembre de 1580
Madrid, España
Fallecimiento8 de septiembre de 1645
Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, España

Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (Madrid, 14 de septiembre de 1580[1]Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más destacados de la historia de la literatura española. Ostentó los títulos de señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago.

Contenido

[ocultar]

Biografía [editar]

Quevedo, extraido de Lutero: asunto tomado de un sueño del infierno de Quevedo del pintor catalán Francisco Sans Cabot.

Quevedo nació en Madrid y fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de 1580. Su infancia transcurrió en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio. Estudió Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse y lenguas antiguas y modernas. Durante la estancia de la Corte en Valladolid parece ser que circularon los primeros poemas de Quevedo, que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés, quien dejó en estos versos constancia de la deuda que Quevedo le tenía contraída (cit. en Pablo Jauralde Pou, Francisco de Quevedo (1580-1645) Madrid: Castalia, 1999, pág. 906-907:

Musa que sopla y no inspira y sabe que es lo traidor poner los dedos mejor en mi bolsa que en su lira, no es de Apolo, que es mentira.

Quevedo también se aproximó a la prosa escribiendo como juego cortesano, en el que lo más importante era exhibir ingenio, la primera versión manuscrita de una novela picaresca, la Vida del Buscón, y un cierto número de cortos opúsculos burlescos que le ganaron cierta celebridad entre los estudiantes y de los que habría de renegar en su edad madura como travesuras de juventud; igualmente por esas fechas sostiene un muy erudito intercambio epistolar con el humanista Justo Lipsio, deplorando las guerras que estremecen Europa, según puede verse en el Epistolario reunido por Luis Astrana Marín. Por 1604 intenta explorar nuevos caminos métricos creando un libro de silvas que no terminó, a imitación de las de Publio Papinio Estacio, combinando versos de siete y once sílabas libremente.

Vuelta la Corte a Madrid, arriba a ella Quevedo en 1606 y reside allí hasta 1611 entregado a las letras; escribe cuatro de sus Sueños y diversas sátiras breves en prosa; obras de erudición bíblica como su comentario Lágrimas de Jeremías castellanas; una defensa de los estudios humanísticos en España, la España defendida; y una obra política, el Discurso de las privanzas, así como lírica amorosa y satírica. Se gana la amistad de Félix Lope de Vega (hay numerosos elogios a Quevedo en los libros de Rimas del Fénix y Quevedo aprobó las Rimas humanas y divinas, de Tomé Burguillos, heterónimo del Fénix), así como de Miguel de Cervantes (se le alaba en el Viaje del Parnaso del alcalaíno y Quevedo corresponde en la Perinola), con quienes estaba en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento; por el contrario, atacó sin piedad a los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, cuyos defectos físicos le hacían gracia (era pelirrojo y jorobado), siendo él mismo deforme, así como Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo ciertas disputas. Contra este último escribió La Perinola, cruel sátira de su libro misceláneo Para todos. Sin embargo, el más atacado sin duda fue Luis de Góngora, al que dirigió una serie de terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja e indecente. Quevedo, descaradamente, violentaba la relación metiéndose hasta con su aspecto (como en su sátira A una nariz, en la que se ensaña con el apéndice nasal de Góngora, pues en la época se creía que el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos). En su descargo, cabe decir que Góngora le correspondió casi con la misma violencia. Por entonces estrecha una gran amistad con el grande Pedro Téllez-Girón, el Gran Duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza, Venecia y finalmente a Madrid, donde se integrará en el entorno del Duque de Lerma, siempre con el propósito de conseguir a su amigo el Duque de Osuna el nombramiento de virrey de Nápoles, lo que al fin logrará en 1616. Vuelto a Italia de nuevo con el Duque, éste le encargó dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato y desempeña otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente, como se ha creído hasta hace poco, y obtiene en recompensa el hábito de Santiago en 1618.

Caído el grande Osuna, Quevedo es arrastrado también como uno de sus hombres de confianza y se le destierra en 1620 a la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo señorío había comprado su madre con todos sus ahorros para él antes de fallecer. Los vecinos del lugar, sin embargo, no reconocieron esa compra y Quevedo pleiteará interminablemente con el concejo, si bien el pleito sólo se resolverá a su favor tras su muerte, en la persona de su heredero y sobrino Pedro Alderete. Llegado allí a lomos de su jaca "Scoto", llamada así por lo sutil que era, como cuenta en un romance, y aislado ya de las tormentosas intrigas cortesanas, a solas con su conciencia, escribirá Quevedo algunas de sus mejores poesías, como el soneto "Retirado a la paz de estos desiertos..." o "Son las torres de Joray..." y hallará consuelo a sus ambiciones cortesanas y su desgarrón afectivo en la doctrina estoica de Séneca, cuyas obras estudia y comenta convirtiéndose en uno de los principales exponentes del neoestoicismo español. Completa el número de sus Sueños y redacta tratados políticos como Política de Dios, morales como Virtud militante y dos sátiras extensas: Discurso de todos los diablos y La hora de todos. Tomó parte muy activa en la controversia sobre el patronato de España con dos obras: Memorial por el patronato de Santiago y Su espada por Santiago, 1628. La cuestión se había suscitado cuando una reforma del Breviario Romano en el siglo XVII no citó la predicación y enterramiento de Santiago en España, lo que provocó un cruce de cartas y presiones que duró treinta y dos años hasta conseguir su revocación; el asunto se reavivó cuando se pretendió otorgar el patronazgo de España a Santa Teresa de Jesús, lo que acabó por convertirse en una auténtica batalla de intelectuales en pro de una u otro, y Quevedo, bastante misógino, se inclinó por el santo guerrero Santiago.

La entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del Conde Duque de Olivares. Quevedo acompaña al joven rey en viajes a Andalucía y Aragón, algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas. Por entonces denuncia sus obras a la Inquisición, ya que los libreros habían impreso sin su permiso muchas de sus piezas satíricas que corrían manuscritas haciéndose ricos a su costa. Quevedo quiso asustarlos y espantarlos de esa manera y preparar el camino a una edición definitiva de sus obras que nunca llegó a aparecer. Por otro lado, lleva una vida privada algo desordenada de solterón: fuma mucho, frecuenta las tabernas (Góngora le achaca ser un borrachín consumado y en un poema satírico se le llama don Francisco de Quebebo) y frecuenta los lupanares, pese a que vive amancebado con una tal Ledesma. Sin embargo, es nombrado incluso secretario del monarca, en 1632, lo que supuso la cumbre en su carrera cortesana. Era un puesto sujeto a todo tipo de presiones: su amigo, el Duque de Medinaceli, es hostigado por su mujer para que lo obligue a casarse contra su voluntad con doña Esperanza de Mendoza,[2] señora de Cetina, viuda y con hijos, y el matrimonio, realizado en 1634, apenas dura tres meses. En contrapartida, son años de una febril actividad creativa. En 1634 publica La cuna y la sepultura y la traducción de La introducción a la vida devota de Francisco de Sales; de entre 1633 y 1635 datan obras como De los remedios de cualquier fortuna, el Epicteto, Virtud militante, Las cuatro fantasmas, la segunda parte de Política de Dios, la Visita y anatomía de la cabeza del cardenal Richelieu o la Carta a Luis XIII. En 1635 aparece en Valencia el más importante de uno de los numerosos libelos destinados a difamarle, El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.

En 1639, con motivo del memorial aparecido bajo la servilleta del Rey Sacra, católica, cesárea, real Majestad..., donde se denuncia la política del Conde Duque, se le detuvo, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse, es llevado al frío Convento de San Marcos en León hasta la caída del valido y su retirada a Loeches en 1643. En el monasterio Quevedo se dedicó a la lectura, como cuenta en la Carta moral e instructiva, escrita a su amigo, Adán de la Parra, pintándole por horas su prisión y la vida que en ella hacía:

Desde las diez a las once rezo algunas devociones, y desde esta hora a la de las doce leo en buenos y malos autores; porque no hay ningún libro, por despreciable que sea, que no tenga alguna cosa buena, como ni algún lunar el de mejor nota. Catulo tiene sus errores, Marcus Fabius Quintilianus sus arrogancias, Cicerón algún absurdo, Séneca bastante confusión; y en fin, Homero sus cegueras, y el satírico Juvenal sus desbarros; sin que le falten a Egecias algunos conceptos, a Sidonio medianas sutilezas, a Ennodio acierto en algunas comparaciones, y a Aristarco, con ser tan insulsísimo, propiedad en bastantes ejemplos. De unos y de otros procuro aprovecharme de los malos para no seguirlos, y de los buenos para procurar imitarlos.

Pero Quevedo había salido ya del encierro, en 1643, achacoso y muy enfermo, y renuncia a la Corte para retirarse definitivamente en la Torre de Juan Abad. Es en sus cercanías, y tras escribir en su última carta que "hay cosas que sólo son un nombre y una figura", fallece en el convento de los padres Dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. Se cuenta que su tumba fue violada días después por un caballero que deseaba tener las espuelas de oro con que había sido enterrado y que dicho caballero murió al poco en justo castigo por tal atrevimiento. En 2009, sus restos fueron identificados en la cripta de Santo Tomás del la Iglesia de San Andrés Apóstol de la misma ciudad.[3]

Sus obras fueron muy mal recogidas y editadas por el humanista José Antonio González de Salas, quien no tiene empacho en retocar los textos, en 1648: El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas, pero es la edición más fiable; peor es la edición del sobrino de Quevedo y destinatario de su herencia, Pedro Alderete, en 1670: Las tres Musas últimas castellanas; en el siglo XX José Manuel Blecua las ha editado con rigor.

En 1663 se imprimió la primera biografía de Francisco de Quevedo, la de Pablo Antonio de Tarsia, abundante en anécdotas; posteriormente vendrán las de Aureliano Fernández Guerra en el siglo XIX, donde se le pinta como un hombre de estado, y la de Pablo Jauralde Pou en el siglo XX.

Análisis de su obra [editar]

Lo más original de la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al Conceptismo barroco y por lo tanto muy amigo de la concisión, de la elipsis y del cortesano juego de ingenio con las palabras mediante el abuso de la anfibología. Amante de la retórica, ensayó a veces un estilo oratorio lleno de simetrías, antítesis e isocola que lució más que nunca en su Marco Bruto. De léxico muy abundante, creó además muchos neologismos por derivación, composición y estereotipia y flexibilizó notablemente el mecanismo de la aposición especificativa en castellano ("clérigo cerbatana, zapatos galeones..."), mecanismo que los escritores barrocos posteriores imitaron de él. En su sátira se acerca a veces a la estética del expresionismo al degradar a las personas mediante la reificación o cosificación, y la animalización. Se ha señalado, además, como un rasgo característico de su verso, la esticomitía, esto es, la tendencia a transformar cada verso en una sentencia de sentido completo, lo cual hace a sus poemas muy densos de significado, como era prioritario en su poética, radicada en los principios del conceptismo barroco.

La mayor parte de la producción poética de Quevedo es satírica, pero como ya apercibió el abate José Marchena sus sátiras están mal dirigidas y, aunque consciente de las causas verdaderas de la decadencia general, es para él más un mero ejercicio de estilo que otra cosa y se vierte contra el bajo pueblo más que contra la nobleza, en lo cual no tuvo el atrevimiento de, por ejemplo, el otro gran satírico de su época, Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana. Cultivó también una fina lírica cortesana realizando un cancionero petrarquista en temas, estilo y tópicos, prácticamente perfecto en técnica y fondo, en torno a la figura de Lisi, que no hay que identificar como se ha querido con ninguna dama concreta, sino con un arquetipo quintaesenciado de mujer. Destacan sobre todo sus sonetos metafísicos y sus salmos, donde se expone su más íntimo desconsuelo existencial. La visión que da su filosofía es profundamente pesimista y de rasgos preexistencialistas. El cauce preferido para la abundante vena satírica de que hizo gala es sobre todo el romance, pero también la letrilla ("Poderoso Caballero es Don Dinero"), vehículo de una crítica social a la que no se le esconden los motivos más profundos de la decadencia de España, y el soneto. Abominó de la estética del Culteranismo cuyo líder, Luis de Góngora, fue violentamente atacado por Quevedo en sátiras personales. Contra la pedantería y obscuridad que le imputaba se propuso también editar las obras de los poetas renacentistas Francisco de la Torre y Fray Luis de León.

La poesía amorosa de Quevedo, considerada la más importante del Siglo XVII, es la producción más paradójica del autor: misántropo y misógino, fue, sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer. Escribió numerosos poemas amorosos (se conservan más de doscientos), dedicados a varios nombres de mujer: Flora, Lisi, Jacinta, Filis, Aminta, Dora. Consideró el amor como un ideal inalcanzable, una lucha de contrarios, una paradoja dolorida y dolorosa, en donde el placer queda descartado. Su obra cumbre en este género es, sin duda, su "Amor Constante Más Allá De La Muerte".

Obras [editar]

Monumento a Quevedo en Madrid (A. Querol, 1902).

Obras políticas [editar]

  • Política de Dios, gobierno de Cristo. Su primera parte fue escrita hacia 1617 (en la dedicatoria a Olivares, de 1626, le dice que "es el libro que yo escribí diez años ha") e impresa en 1626 con el título de Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás. La segunda parte, escrita en torno a 1635, se publicó en 1655. Las dos partes juntas se publicaron bajo el epígrafe Política de Dios, gobierno de Cristo, sacada de la Sagrada Escritura para acierto del Rey y del reino en sus acciones.
  • Mundo caduco y desvaríos de la edad (1621, ed. 1852)
  • Grandes anales de quince días (1621, ed. 1788), análisis de la transición entre los reinados de Felipe III y Felipe IV.
  • Memorial por el patronato de Santiago (1627, ed. 1628).
  • Lince de Italia y zahorí español (1628, ed. 1852).
  • El chitón de Tarabillas (1630), impreso muchas veces con el título de Tira la piedra y esconde la mano. Defiende las disposiciones económicas del Conde-Duque de Olivares, de quien luego se distanciaría.
  • Execración contra los judíos (1633), alegato antisemita que contiene una velada acusación contra don Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares y valido de Felipe IV.
  • Carta al serenísimo, muy alto y muy poderoso Luis XIII, rey cristianísimo de Francia (1635).
  • Breve compendio de los servicios de Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma (1636).
  • La rebelión de Barcelona ni es por el güevo ni es por el fuero. 1641, panfleto contra la revuelta catalana de 1640.
  • Vida de Marco Bruto, 1644, glosa de la vida correspondiente al famoso asesino de César escrita por Plutarco, escrita con algebraico rigor y una elevación de estilo conceptista poco menos que inimitable.
  • España defendida y los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros sediciosos, editada por primera vez en 1916.

Obras ascéticas [editar]

  • Providencia de Dios, 1641, tratado contra los ateos que intenta unificar estoicismo y cristianismo.
  • Vida de San Pablo, 1644.
  • Vida de Santo Tomás de Villanueva, 1620.
  • La constancia y paciencia del santo Job, publicada póstumamente en 1713.

Obras filosóficas [editar]

  • Doctrina moral del conocimiento propio, y del desengaño de las cosas ajenas (Zaragoza, 1630).
  • La cuna y la sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas (Madrid, 1634), que es una reescritura de la obra anterior, publicada sin su autorización, en la que amplificó y mejoró estilísticamente el texto precedente.
  • Epicteto, y Phocílides en español con consonantes, con el Origen de los estoicos, y su defensa contra Plutarco, y la Defensa de Epicuro, contra la común opinión (Madrid, 1635).
  • Las cuatro pestes del mundo y los cuatro fantasmas de la vida (1651).

Crítica literaria [editar]

  • La aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día (1631), satírica embestida contra los poetas que usan el lenguaje gongorino o culterano.
  • La culta latiniparla (1624), burlesco manual para hablar en lenguaje gongorino.
  • La Perinola (1633, ed. en 1788), ataque contra el "Para todos" de Juan Pérez de Montalbán.
  • Cuento de cuentos (1626), reducción al absurdo de los coloquialismos más vacíos de significado.

Obras festivas [editar]

  • Premática y aranceles, hechas por el fiel de las putas, Consejos para guardar la mosca y gastar la prosa, Premática del tiempo, Capitulaciones matrimoniales y Capitulaciones de la vida de la Corte son sátiras de los géneros burocráticos habituales en las cancillerías y que se aplican a temas grotescos.
  • Cartas del caballero de la Tenaza (1625), humorística descripción de las epístolas intercambiadas entre un caballero sumamente tacaño y su amante, que quiere sacarle dinero por cualquier medio.
  • Libro de todas las cosas y otras muchas más. Compuesto por el docto y experimentado en todas materias. El único maestro malsabidillo. Dirigido a la curiosidad de los entremetidos, a la turbamulta de los habladores, y a la sonsaca de las viejecitas.
  • Gracias y desgracias del ojo del culo. Opúsculo jocoso sobre los placeres y las dolencias relativos a semejante órgano.

Obras satírico-morales [editar]

  • Los Sueños, compuestos entre 1606 y 1623, circularon abundantemente manuscritos pero no se imprimieron hasta 1627. Se trata de cinco narraciones cortas de inspiración lucianesca donde se pasa revista a diversas costumbres, oficios y personajes populares de su época. Son, por este orden, El Sueño del Juicio Final (llamado a partir de la publicación de Juguetes de la niñez, la versión expurgada de 1631 El sueño de las calaveras), El alguacil endemoniado (redenominado El alguacil alguacilado), El Sueño del Infierno (esto es, Las zahúrdas de Plutón en su versión expurgada), El mundo por dentro (que mantuvo su nombre siempre) y El Sueño de la Muerte (conocido como La visita de los chistes).
  • De la estirpe de los Sueños son dos llamadas "fantasías morales", el Discurso de todos los diablos y de La Hora de todos. Ambas son también sátiras lucianescas de característico tono jocoserio, aunque en su factura y creatividad superan a los Sueños:
    • Discurso de todos los diablos o infierno emendado (1628), publicado en algunas versiones como El peor escondrijo de la muerte y, a partir de 1631, en la versión expurgada en la que aparecen también los cinco Sueños con los títulos cambiados que se enumeran más arriba, con el título de El entremetido y la dueña y el soplón.
    • La hora de todos y la Fortuna con seso, variación sobre el tema del mundo al revés en que la Fortuna recobra el juicio y da a cada persona lo que realmente merece, provocando tan gran trastorno y confusión que el padre de los dioses debe volverlo todo a su primitivo desorden.
  • La novela picaresca Historia de la vida del Buscón llamado Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños, apareció impresa en Zaragoza en 1626, pero existen tres versiones más de la obra con grandes divergencias textuales. El problema es complejo, pues todo parece indicar que Quevedo retocó su obra varias veces. La versión más antigua es el manuscrito 303 bis (olim Artigas 101) de la Biblioteca de Menéndez Pelayo a causa del cotejo de las variantes y la manera en que unos testimonios se agrupan frente a otros. La impresión de 1626 fue asumida, si no controlada, por Quevedo, según el propio autor declara en su memorial Su espada por Santiago (1628) y la sinceridad de sus palabras es confirmada por otros datos, así que en realidad no puede sostenerse que se hiciera sin permiso del autor. Pero esta versión no fue la última, pues don Francisco volvió sobre ella para retocar algunos pormenores narrativos, amplificar el retrato satírico de varios personajes secundarios y paliar las expresiones que juzgaron irreverentes o blasfemas los redactores de dos libelos antiquevedia­nos, el Memorial enviado a la Inquisición contra los escritos de Quevedo (1629) y El Tribunal de la Justa Venganza (1635). De estos retoques dan fe los otros manuscritos. El Buscón es un divertimento en que el autor se complace en ridiculizar los vanos esfuerzos de ascensión social de un pobre diablo perteneciente al bajo pueblo; para ello exhibe cortesanamente su ingenio por medio de un brillante estilo conceptista que degrada todo lo que toca cosificándolo o animalizándolo, utilizando una estética preexpresionista que se aproxima a Goya, Solana y Valle-Inclán y no retrocediendo ante las gracias más repugnantes. La caracterización apenas existe: se trata sólo de un vehículo para el lucimiento aristocrático del autor.

Epistolario [editar]

Fue editado por Luis Astrana Marín, en dicho epistolario, aparecieron 43 cartas ineditas, de los últimos diez años de la vida del autor, que le escribió a su amigo Sancho de Sandoval de Beas (Jaén). (Epistolario completo de Don Francisco de Quevedo / edición crítica..., Madrid: Instituto Editorial Reus, 1946).

Traducciones [editar]

Quevedo frecuentó a humanistas como el distante Justo Lipsio y el más cercano José Antonio González de Salas; ambos le transmitieron su fervor por Propercio. Como helenista, las traducciones de Quevedo del griego dejan bastante que desear; se atrevió, sin embargo, a traducir pésimamente a Anacreonte (traducción que circuló manuscrita y no se imprimió en vida de Quevedo, sino en 1656), al pseudo Focílides y la Vida de Marco Bruto de Plutarco para su Marco Bruto. Mayor mérito tienen sus Lamentaciones de Jeremías desde el hebreo, o sus versiones de excelente latinista de los satíricos Marcial, Persio y Juvenal; sus obras están esmaltadas también de reminiscencias de Virgilio, Propercio, Tibulo, Ovidio, Estacio y Séneca, autores que, como los citados satíricos, frecuentó no poco. También son excelentes sus versiones del italiano y el francés; en esta última lengua, conocía la obra de líricos como Joachim du Bellay y leía y admiraba la de Montaigne e incluso es posible que tradujese el primer libro de sus Essais. En su haber se cuentan:

Obras perdidas [editar]

  • La segunda parte de la Vida de Marco Bruto, mencionada por Quevedo en sus últimas cartas, en 1644.
  • Historia de don Sebastián, rey de Portugal.
  • La polilla de las repúblicas.
  • Historia del año 1631.
  • Dichos y hechos del Duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia.

Quevedo, personaje literario y cinematográfico [editar]

Como prototipo del intelectual cortesano que exhibía su ingenio y con frecuencia la gustaba escandalizar o épater le bourgeois, Quevedo pasó a la literatura popular como personaje de chistes con frecuencia groseros, volviéndose personaje de leyendas urbanas como algunos de sus seguidores, por ejemplo Camilo José Cela. Igualmente fue el afortunado personaje de gran número de piezas teatrales y novelas; ya Diego de Torres Villarroel lo resucitó a principios del siglo XVIII en sus Sueños morales, visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por Madrid, y en el XIX es personaje principal de los dramas Don Francisco de Quevedo (1848) del poeta romántico Eulogio Florentino Sanz, de Una broma de Quevedo y Cuando ahorcaron a Quevedo, de Luis de Eguílaz, o, ya en el siglo XX, de El caballero de las espuelas de oro de Alejandro Casona. De la misma manera tentó a la novela histórica: en el XIX escribió Francisco José Orellana Quevedo (1857) y Antonio de San Martín su novela por entregas Aventuras de don Francisco de Quevedo (1883-1884). Francisco de Quevedo es también, junto a otros personajes históricos de la España de Felipe IV, un personaje secundario en la saga conocida como Las Aventuras del Capitán Alatriste (1996), de Arturo Pérez-Reverte, y en la película basada en ella, Alatriste (2006), dirigida por Agustín Díaz Yanes, en donde el personaje de Quevedo es interpretado por el actor Juan Echanove. En esta obra de Ficción, Quevedo es presentado como amigo personal del mal llamado Capitán Don Diego Alatriste y Tenorio, veterano de las guerras de Flandes, quien se gana la vida como sicario en el Madrid del siglo XVII. La primera aparición de Quevedo se da en el primer título de la saga, El Capitán Alatriste (1996), donde es representado como un hombre ingenioso, apasionado y excelente espadachín, quien regularmente debe hacer uso de la herreruza (espada) para zanjar los contantes coflictos en los que se involucra, ya sea por los desafortunados versos que dedica a numerosas personas (incluidas personalidades de renombre), como por aquellos relacionados con su amigo Alatriste. En términos narrativos, Francisco de Quevedo representa en la obra el contrapunto alegre y deshinibido a la personalidad reservada y tosca de Alatriste, aportando a la lectura del texto momentos frescos y de un humor elegante e imaginativo, aunque también cumple el rol de factor determinante en muchos de los sucesos de la obra, especialmente en el segundo volumen de la saga Limpieza de Sangre (1997). Cabe destacar que en la obra como en sus numerosos epílogos, aparecen algunas obras (mayoritariamente sonetos) que son "atribuidos" a este personaje, entre los que destaca aquel que Alaba la virtud militar, en la persona del Capitán Alatriste. Este poema, que Quevedo dedicaría a Alatriste, narra de manera alegórica la vida y carácter del personaje, loando su valentía y temple.

Referencias [editar]

Notas [editar]

Bibliografía [editar]

  • Arellano, Ignacio (1999). Rostros y máscaras: personajes y temas de Quevedo. Pamplona: EUNSA. ISBN 84-313-1737-X.
  • Ayala, Francisco (1984). Cervantes y Quevedo. Barcelona: Ariel. ISBN 84-344-8374-2.
  • Carreira Vérez, Antonio, y Schwartz, Lidia (1997). Quevedo a nueva luz. Málaga: Universidad de Málaga. ISBN 84-7496-637-X.
  • Ettinghausen, Henry (1972). Francisco de Quevedo and the Neostoic movement. Oxford: Oxford University Press. ISBN 0-19-815521-2.
  • Garciasol, Ramón de (seud. de Miguel Alonso Calvo) (1976). Quevedo. Pozuelo de Alarcón: Espasa Calpe. ISBN 84-239-1608-1.
  • Gutiérrez, Carlos M. (2005). La espada, el rayo y la pluma: Quevedo y los campos literario y de poder. West Lafayette: Purdue UP. ISBN 1-55753-361-X.
  • Pérez-Reverte, Arturo (1996). El Capitán Alatriste. Pamplona: Ediciones Alfaguara, S.A. Grupo Santillana. ISBN 978-84-204-8353-5.
  • Iffland, James ed. (1982). Quevedo in perspective: eleven essays for the quadricentennial: proceedings from the Boston Quevedo Symposium, October 1980. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta. ISBN 0-936388-17-X.
  • Jaramillo Cervilla, Manuel (1981). Personalidad y pensamiento político de Quevedo. Granada: Diputación Provincial de Granada. ISBN 84-500-4396-4.
  • Jauralde Pou, Pablo (1998). Francisco de Quevedo (1580-1645). Madrid: Castalia. ISBN 84-7039-796-6.
  • Lázaro Carreter, Fernando (1966). Estilo barroco y personalidad creadora: Góngora, Quevedo, Lope de Vega. Salamanca: Anaya. ISBN 978-84-376-0022-2.
  • Martinengo, Alessandro (1992). La astrología en la obra de Quevedo: una clave de lectura. Pamplona: EUNSA. ISBN 84-313-1192-4.

Véase también [editar]

Enlaces externos [editar]

LITERATURA: LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE. Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 – ibídem, 23 de mayo de 1627) fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo, que más tarde imitarían otros artistas. Sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.[1]

Luis de Góngora y Argote

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Para otros usos de este término, véase Góngora.
Luis de Góngora y Argote
Diego Velázquez 034.jpg
Luis de Góngora, por Diego Velázquez.
NombreLuis de Góngora y Argote
Nacimiento11 de julio de 1561[1]
Bandera de España España, Córdoba[1]
Defunción23 de mayo de 1627, 65 años[1]
Bandera de España 
España, Córdoba[1]
OcupaciónSacerdote, poeta y dramaturgo.
Nacionalidadespañol
PeríodoSiglo de Oro[1]
MovimientosCulteranismo o gongorismo[1]
FirmaGóngora sign.gif

Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 – ibídem, 23 de mayo de 1627) fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo, que más tarde imitarían otros artistas. Sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.[1]

Contenido

[ocultar]

Biografía [editar]

Nació en la Casa de las Pavas de Córdoba, de su tío Francisco de Góngora, racionero de la catedral, en el lugar que ocupa el hoy número 10 de la calle de Tomás Conde. Era hijo del juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba don Francisco de Argote y de la dama de la nobleza Leonor de Góngora. Estudió en Salamanca, tomó órdenes menores en 1585 y fue canónigo beneficiado de la catedral cordobesa, donde fue amonestado ante el obispo Pacheco por acudir pocas veces al coro y por charlar en él, así como por acudir a diversiones profanas y componer versos satíricos. Desde 1589 viajó en diversas comisiones de su cabildo por Navarra, León (Salamanca), Andalucía y por ambas Castillas (Madrid, Granada, Jaén, Cuenca o Toledo). Compuso entonces numerosos sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas, y músicos como Diego Gómez, Gabriel Díaz o Claudio de la Sablonara le buscaron para musicar estos poemas.[2]

En 1609 regresó a Córdoba y empezó a intensificar la tensión estética y el barroquismo de sus versos. Entre 1610 y 1611 escribió la Oda a la toma de Larache y en 1613 el Polifemo, un poema en octavas que parafrasea un pasaje mitológico de las Metamorfosis de Ovidio, tema que ya había sido tratado por su coterráneo Luis Carrillo y Sotomayor en su Fábula de Acis y Galatea; el mismo año divulgó en la Corte su poema más ambicioso, las incompletas Soledades. Este poema desató una gran polémica a causa de su oscuridad y afectación y le creó una gran legión de seguidores, los llamados poetas culteranos (Salvador Jacinto Polo de Medina, fray Hortensio Félix Paravicino, Francisco de Trillo y Figueroa, Gabriel Bocángel, el Conde de Villamediana, sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Soto de Rojas, Miguel Colodrero de Villalobos, Anastasio Pantaleón de Ribera...) así como enemigos entre conceptistas como Francisco de Quevedo o clasicistas como Lope de Vega, Lupercio Leonardo de Argensola y Bartolomé Leonardo de Argensola.[3]

Algunos de estos, sin embargo, llegaron con el tiempo a militar entre sus defensores, como Juan de Jáuregui. El caso es que su figura se revistió de aun mayor prestigio, hasta el punto de que Felipe III le nombró capellán real en 1617. Para desempeñar tal cargo, vivió en la Corte hasta 1626, arruinándose para conseguir cargos y prebendas a casi todos sus familiares; al año siguiente, en 1627, perdida la memoria, marchó a Córdoba, donde murió de una apoplejía en medio de una extrema pobreza. Velázquez lo retrató con frente amplia y despejada, y por los pleitos, los documentos y las sátiras de su gran enemigo, Francisco de Quevedo, se sabe que era jovial, sociable, hablador y amante del lujo y de entretenimientos como los naipes y la tauromaquia, hasta el punto de que se le llegó a reprochar frecuentemente lo poco que dignificaba los hábitos eclesiásticos. En la época fue tenido por maestro de la sátira, aunque no llegó a los extremos expresionistas de Quevedo ni a las negrísimas tintas de Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana, que fue amigo suyo y uno de sus mejores discípulos poéticos.[2]

En sus poesías se solían distinguir dos períodos. En el tradicional hace uso de los metros cortos y temas ligeros. Para ello usaba décimas, romances, letrillas, etc... Este período duró hasta el año 1610, en que cambió rotundamente para volverse culterano, haciendo uso de metáforas difíciles, muchas alusiones mitológicas, cultismos, hipérbatos, etc... pero Dámaso Alonso demostró que estas dificultades estaban ya presentes en su primera época y que la segunda es solamente una intensificación de estos recursos realizada por motivos estéticos.[4]

Obra [editar]

Portada del Manuscrito Chacón, que transmitió la obra poética de Luis de Góngora.

Aunque Góngora no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó), éstas pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías publicados con su permiso o sin él. El manuscrito más autorizado es el llamado Manuscrito Chacón (copiado por Antonio Chacón, Señor de Polvoranca, para el Conde-Duque de Olivares), ya que contiene aclaraciones del propio Góngora y la cronología de cada poema; pero este manuscrito, habida cuenta del alto personaje al que va destinado, prescinde de las obras satíricas y vulgares. El mismo año de su muerte Juan López Vicuña publicó ya unas Obras en verso del Homero español que se considera también muy fiable e importante en la fijación del corpus gongorino; sus atribuciones suelen ser certeras; aun así, fue recogida por la Inquisición y después superada por la de Gonzalo de Hoces en 1633.[5] Por otra parte, las obras de Góngora, como anteriormente las de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega, gozaron el honor de ser ampliamente glosadas y comentadas por personajes de la talla de Díaz de Rivas, Pellicer, Salcedo Coronel, Salazar Mardones, Pedro de Valencia y otros.[6]

Aunque en sus obras iniciales ya encontramos el típico conceptismo del barroco, Góngora, cuyo talante era el de un esteta descontentadizo («el mayor fiscal de mis obras soy yo», solía decir), quedó inconforme y decidió intentar según sus propias palabras «hacer algo no para muchos» e intensificar aún más la retórica y la imitación de la poesía latina clásica introduciendo numerosos cultismos y una sintaxis basada en el hipérbaton y en la simetría; igualmente estuvo muy atento a la sonoridad del verso, que cuidaba como un auténtico músico de la palabra; era un gran pintor de los oídos y llenaba epicúreamente sus versos de matices sensoriales de color, sonido y tacto. Es más, mediante lo que Dámaso Alonso, uno de sus principales estudiosos, llamó elusiones y alusiones, convirtió cada uno de sus poemas últimos menores y mayores en un oscuro ejercicio para mentes despiertas y eruditas, como una especie de adivinanza o emblema intelectual que causa placer en su desciframiento. Es la estética barroca que se llamó en su honor gongorismo o, con palabra que ha hecho mejor fortuna y que tuvo en su origen un valor despectivo por su analogía con el vocablo luteranismo, Culteranismo, ya que sus adversarios consideraban a los poetas culteranos unos auténticos herejes de la poesía.

La crítica desde Marcelino Menéndez Pelayo ha distinguido tradicionalmente dos épocas o dos maneras en la obra de Góngora: el «Príncipe de la Luz», que correspondería a su primera etapa como poeta, donde compone sencillos romances y letrillas alabados unánimemente hasta época Neoclásica, y el «Príncipe de las Tinieblas», en que a partir de 1610, en que compone la oda A la toma de Larache se vuelve autor de poemas oscuros e ininteligibles. Hasta época romántica esta parte de su obra fue duramente criticada e incluso censurada por el mismo neoclásico Ignacio de Luzán. Esta teoría fue rebatida por Dámaso Alonso, quien demostró que la complicación y la oscuridad ya están presentes en su primera época y que como fruto de una natural evolución llegó a los osados extremos que tanto se le han reprochado. En romances como la Fábula de Píramo y Tisbe y en algunas letrillas aparecen juegos de palabras, alusiones, conceptos y una sintaxis latinizante, si bien estas dificultades aparecen enmascaradas por la brevedad de sus versos, su musicalidad y ritmo y por el uso de formas y temas tradicionales.[7]

Poemas [editar]

Se suele agrupar su poesía en dos bloques, poemas menores y mayores, correspondientes más o menos a dos etapas poéticas sucesivas. En su juventud, Góngora compuso numerosos romances, de inspiración literaria, como el de Angélica y Medoro, de cautivos, de tema piratesco o de tono más personal y lírico, algunos de ellos de carácter autobiográfico en los que narra sus recuerdos infantiles, y también numerosas letrillas líricas y satíricas y romances burlescos. La gran mayoría son una constante acumulación de juegos conceptistas, equívocos, paronomasias, hipérboles y juegos de palabras típicamente barrocos. Entre ellos se sitúa el largo romance Fábula de Píramo y Tisbe (1618), complejísimo poema que fue el que costó más trabajo a su autor y tenía en más estima, y donde se intenta elevar la parodia, procedimiento típicamente barroco, a categoría tan artística como las demás. La mayor parte de las letrillas están dirigidas, como en Quevedo, a escarnecer a las damas pedigüeñas y a atacar el deseo de riquezas. Merecen también su lugar las sátiras contra distintos escritores, especialmente Quevedo o Lope de Vega.[2]

Junto a estos poemas, a lo largo de su vida no dejó Góngora de escribir perfectos sonetos sobre todo tipo de temas (amorosos, satíricos, morales, filosóficos, religiosos, de circunstancias, polémicos, laudatorios, funerarios), auténticos objetos verbales autónomos por su intrínseca calidad estética y donde el poeta cordobés explora distintas posibilidades expresivas del estilo que está forjando o llega a presagiar obras venideras, como el famoso «Descaminado, enfermo, peregrino…», que anuncia las Soledades.[8] Entre los tópicos usuales (carpe diem, etc.) destacan, sin embargo, como de más trágica grandeza los consagrados a revelar los estragos de la vejez, la pobreza y el paso del tiempo por el poeta, que son los últimos.

Los poemas mayores fueron, sin embargo, los que ocasionaron la revolución culterana y el tremendo escándalo subsiguiente, ocasionado por la gran oscuridad de los versos de esta estética. Son la Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y las incompletas e incomprendidas Soledades (la primera compuesta antes de mayo de 1613). El primero narra mediante la estrofa octava real un episodio mitológico de las Metamorfosis de Ovidio, el de los amores del cíclope Polifemo por la ninfa Galatea, que le rechaza. Al final, Acis, el enamorado de Galatea, queda convertido en río. Se ensaya ahí ya el complejo y difícil estilo culterano, lleno de simetrías, transposiciones, metáforas de metáforas o metáforas puras, hipérbaton, perífrasis, giros latinos, cultismos, alusiones y elusiones de términos, procurando sugerir más que nombrar y dilatando la forma de manera que el significado se desvanezca a medida que va siendo descifrado.[9] [10]

Soledades [editar]

Página inicial de Las soledades (l. I, pág. 193) en el Manuscrito Chacón.

Las Soledades iba a ser un poema en silvas, dividido en cuatro partes, correspondientes cada una alegóricamente a una edad de la vida humana y a una estación del año, y serían llamadas Soledad de los campos, Soledad de las riberas, Soledad de las selvas y Soledad del yermo. Pero Góngora sólo compuso la dedicatoria al Duque de Béjar y las dos primeras, y dejó inconclusa la segunda, de la cual los últimos 43 versos fueron añadidos bastante tiempo después. La estrofa no era nueva, pero sí era la primera vez que se aplicaba a un poema tan extenso. Su forma, de carácter aestrófico, era la que daba más libertad al poeta, que de esa manera se acercaba cada vez más al verso libre y hacía progresar la lengua poética hasta extremos que sólo alcanzarían los poetas del Parnasianismo y el Simbolismo francés en el siglo XIX.[9] [11]

El argumento de la Soledad primera es bastante poco convencional, aunque se inspira en un episodio de la Odisea, el de Nausícaa: un náufrago joven llega a una costa y es recogido por unos cabreros. Pero este argumento es sólo un pretexto para un auténtico frenesí descriptivo: el valor del poema es lírico más que narrativo, como señaló Dámaso Alonso, aunque estudios más recientes reivindican su relevancia narrativa. Góngora ofrece una naturaleza arcádica, donde todo es maravilloso y donde el hombre puede ser feliz, depurando estéticamente su visión, que sin embargo es rigurosamente materialista y epicúrea (intenta impresionar los sentidos del cuerpo, no sólo el espíritu), para hacer desaparecer todo lo feo y desagradable. De esa manera, mediante la elusión, una perífrasis hace desaparecer una palabra fea y desagradable (la cecina se transforma en «purpúreos hilos de grana fina» y los manteles en «nieve hilada», por ejemplo).[11]

Las Soledades causaron un gran escándalo por su atrevimiento estético y su oscuridad hiperculta; las atacaron Francisco de Quevedo, Lope de Vega, el conde de Salinas y Juan de Jáuregui (quien compuso un ponderado Antídoto contra las Soledades y un Ejemplar poético contra ellas, pero sin embargo acabó profesando la misma o muy semejante doctrina), entre otros muchos ingenios, pero también contó con grandes defensores y seguidores, como Francisco Fernández de Córdoba (Abad de Rute), el conde de Villamediana,Gabriel Bocángel, Miguel Colodrero de Villalobos y, más allá del Atlántico, Juan de Espinosa Medrano y sor Juana Inés de la Cruz. Con las Soledades, la lírica castellana se enriqueció con nuevos vocablos y nuevos y poderosos instrumentos expresivos, dejando la sintaxis más suelta y libre que hasta entonces.[12]

Los poemas de Góngora merecieron los honores de ser comentados poco después de su muerte como clásicos contemporáneos, como lo habían sido tiempo atrás los de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega en el siglo XVI. Los comentaristas más importantes fueron José García de Salcedo Coronel, autor de una edición comentada en tres volúmenes (1629–1648), José Pellicer de Ossau, quien compuso unas Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Gongora y Argote (1630) o Cristóbal de Salazar Mardones, autor de una Ilustración y defensa de la fabula de Piramo y Tisbe (Madrid, 1636). En el siglo XVIII y XIX, sin embargo, se reaccionó contra este barroquismo extremo, en un primer momento utilizando el estilo para temas bajos y burlescos, como hizo Agustín de Salazar, y poco después, en el siglo XVIII, relegando la segunda fase de la lírica gongorina y sus poemas mayores al olvido. Sin embargo, por obra de la Generación del 27 y en especial por su estudioso Dámaso Alonso, el poeta cordobés pasó a constituirse en un modelo admirado también por sus complejos poemas mayores. A tal extremo llegó la admiración que incluso se intentó la continuación del poema, con fortuna en el caso de Alberti (Soledad tercera).[13]

Teatro [editar]

Luis de Góngora compuso también tres piezas teatrales, Las firmezas de Isabela (1613), la Comedia venatoria y El doctor Carlino, esta última inacabada y refundida posteriormente por Antonio de Solís.[4]

Ediciones modernas [editar]

Existen varias ediciones modernas de la obra de Luis de Góngora; la primera fue, sin duda, la del hispanista francés Raymond Foulché Delbosc, de Obras poéticas de Góngora (1921); después siguieron las de Juan Millé Giménez y su hermana Isabel, (1943) y las ediciones y estudios de Dámaso Alonso, (edición crítica de las Soledades, 1927; La lengua poética de Góngora, 1935; Estudios y ensayos gongorinos; Góngora y el Polifemo, 1960, tres vols.); Sonetos completos ed. de Biruté Ciplijauskaité (Madrid, Castalia, 1969); Romances ed. de Antonio Carreño (Madrid, Cátedra, 1982); Soledades ed. de John R. Beverley (Madrid, Cátedra, 1980) y sobre todo la ed. de Robert Jammes (Madrid, Castalia); Fábula de Polifemo y Galatea ed. de Alexander A. Parker (Madrid, Cátedra, 1983); Letrillas ed. de Robert Jammes (Madrid, Castalia, 1980); Canciones y otros poemas de arte mayor, ed. de José M.ª Micó (Madrid, Espasa Calpe, 1990) y Romances, ed. de Antonio Carreria (Barcelona: Quaderns Crema, 1998).

Curiosidades [editar]

Aquel que tiene de escribir la llave, con gracia y agudeza en tanto extremo, que su igual en el orbe no se sabe es don Luis de Góngora, a quien temo agraviar en mis cortas alabanzas, aunque las suba al grado más supremo.
  • La conmemoración del tercer centenario de su muerte en un homenaje en el Ateneo de Sevilla, organizado por el torero Ignacio Sánchez Mejías, dio lugar al encuentro de muchos de los integrantes de la generación del 27, quienes reivindicaron la poesía de Góngora.[13]

Referencias [editar]

  1. a b c d e f g Justo Alarcón. «Biografía de Luis de Góngora y Argote». Los Poetas. Consultado el 12 de abril de 2010.
  2. a b c Manuel Gahete Jurado. «Luis de Góngora. El autor». Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Consultado el 12 de abril de 2010.
  3. «Los poetas culteranos» (PDF). Raco. Consultado el 12 de abril de 2010.
  4. a b «Obras de Góngora». Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra. Consultado el 12 de abril de 2010.
  5. Juan López de Vicuña: TODAS LAS OBRAS DE D. LUIS DE GÓNGORA EN VARIOS POEMAS. RECOGIDOS POR DON GONZALO de Hozes… Corregido y enmendado en esta vltima impressior. Madrid, en la Imprenta del Reino, Año 1634. Wissenschaftliche Stadtbibliothek Mainz, Sign. VI l:4°/423
  6. Europa Press. «Noticias de arte y cultura». Lukor. Consultado el 12 de abril de 2010.
  7. G. Fernández San Emeterio (15 de febrero de 1999). «Luis de Góngora y Argote». Enciclopedia Universal Multimedia. Consultado el 12 de abril de 2010.
  8. Fred F. Jehle (17 de noviembre de 1999). «De un caminante enfermo». Antología de la poesía española. Consultado el 12 de abril de 2010.
  9. a b c «Poesía de Luis de Góngora». Consultado el 12 de abril de 2010.
  10. Luis de Góngora y Argote. «Fábula de Polifemo y Galatea». Porrúa.
  11. a b Luis de Góngora y Argote. «Soledades». Consultado el 12 de abril de 2010.
  12. Raúl Dorra. «Sobre Góngora y "Soledades"» (PDF). Revista dialéctica. Consultado el 12 de abril de 2010.
  13. a b Andrés Soria Olmedo. «¡Viva don Luis!». Revista Residencia. Consultado el 12 de abril de 2010.

Véase también [editar]

Enlaces externos [editar]

LITERATURA: GÉNEROS LITERARIOS. ÉPICA, LÍRICA Y NARRATIVA. El género literario es un sistema que permite la clasificación de obras literarias de acuerdo a criterios semánticos, sintácticos, fónicos, discursivos, formales, contextuales, situacionales y afines. En la historia ha habido varias clasificaciones de los géneros literarios. Por lo cual no se puede asistir a una determinación en la cual se pueda categorizar todas las obras de la historia en un criterio común.

Género literario

De Wikipedia, la enciclopedia libre

FÁBULA DE POLIFEMO Y GALATEA

Al Conde de Niebla

Estas que me dictó, rimas sonoras,
Culta sí aunque bucólica Talía,
Oh excelso Conde, en las purpúreas horas
Que es rosas la alba y rosicler el día,
Ahora que de luz tu niebla doras,
Escucha, al son de la zampoña mía,
Si ya los muros no te ven de Huelva
Peinar el viento, fatigar la selva.

Templado pula en la maestra mano
El generoso pájaro su pluma,
O tan mudo en la alcándara, que en vano
Aun desmentir el cascabel presuma;
Tascando haga el freno de oro cano
Del caballo andaluz la ociosa espuma;
Gima el lebrel en el cordón de seda,
Y al cuerno al fin la cítara suceda.

Treguas al ejercicio sean robusto,
Ocio atento, silencio dulce, en cuanto
Debajo escuchas de dosel augusto
Del músico jayán el fiero canto.
Alterna con las Musas hoy el gusto,
Que si la mía puede ofrecer tanto
Clarín —y de la Fama no segundo—,
Tu nombre oirán los términos del mundo.

                              I

Donde espumoso el mar sicilïano
El pie argenta de plata al Lilibeo,
Bóveda o de las fraguas de Vulcano
O tumba de los huesos de Tifeo,
Pálidas señas cenizoso un llano,
Cuando no del sacrílego deseo,
Del duro oficio da. Allí una alta roca
Mordaza es a una gruta de su boca.

Guarnición tosca de este escollo duro
Troncos robustos son, a cuya greña
Menos luz debe, menos aire puro
La caverna profunda, que a la peña;
Caliginoso lecho, el seno obscuro
Ser de la negra noche nos lo enseña
Infame turba de nocturnas aves,
Gimiendo tristes y volando graves.

De este, pues, formidable de la tierra
Bostezo, el melancólico vacío
A Polifemo, horror de aquella sierra,
Bárbara choza es, albergue umbrío
Y redil espacioso donde encierra
Cuanto las cumbres ásperas cabrío,
De los montes esconde: copia bella
Que un silbo junta y un peñasco sella.

Un monte era de miembros eminente
Este que —de Neptuno hijo fiero—
De un ojo ilustra el orbe de su frente,
Émulo casi del mayor lucero;
Cíclope a quien el pino más valiente
Bastón le obedecía tan ligero,
Y al grave peso junco tan delgado,
Que un día era bastón y otro cayado.

Negro el cabello, imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo,
Al viento que lo peina proceloso
Vuela sin orden, pende sin aseo;
Un torrente es su barba, impetuoso
Que —adusto hijo de este Pirineo—
Su pecho inunda— o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano.

No la Trinacria en sus montañas, fiera
Armó de crueldad, calzó de viento,
Que redima feroz, salve ligera
Su piel manchada de colores ciento:
Pellico es ya la que en los bosques era
Mortal horror al que con paso lento
Los bueyes a su albergue reducía,
Pisando la dudosa luz del día.

Cercado es, cuando más capaz más lleno,
De la fruta, el zurrón, casi abortada,
Que el tardo otoño deja al blando seno
De la piadosa yerba encomendada:
La serva, a quien le da rugas el heno;
La pera, de quien fue cuna dorada,
La rubia paja y —pálida turora—
La niega avara y pródiga la dora.

Erizo es, el zurrón, de la castaña;
Y —entre el membrillo o verde o datilado—
De la manzana hipócrita, que engaña,
A lo pálido no, a lo arrebolado,
Y de la encina honor de la montaña,
Que pabellón al siglo fue dorado,
El tributo, alimento, aunque grosero,
Del mejor mundo, del candor primero.

Cera y cáñamo unió —que no debiera—
Cien cañas, cuyo bárbaro rüido,
De más ecos que unió cáñamo y cera
Albogues, duramente es repetido.
La selva se confunde, el mar se altera,
Rompe Tritón su caracol torcido,
Sordo huye el bajel a vela y remo:
¡Tal la música es de Polifemo!

Ninfa, de Doris hija, la más bella,
Adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
El terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
Lucientes ojos de su blanca pluma:
Si roca de cristal no es de Neptuno,
Pavón de Venus es, cisne de Juno.

Purpúreas rosas sobre Galatea
La Alba entre lilios cándidos deshoja:
Duda el Amor cuál más su color sea,
O púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
Émula vana. El ciego dios se enoja,
Y, condenado su esplendor, la deja
Pender en oro al nácar de su oreja.

Invidia de las ninfas, y cuidado
De cuantas honra el mar deidades, era;
Pompa del marinero niño alado
Que sin fanal conduce su venera.
Verde el cabello, el pecho no escamado,
Ronco sí, escucha a Glauco la ribera
Inducir a pisar la bella ingrata,
En carro de cristal, campos de plata.

Marino joven, las cerúleas sienes,
Del más tierno coral ciñe Palemo,
Rico de cuantos la agua engendra bienes,
Del Faro odioso al promontorio extremo;
Mas en la gracia igual, si en los desdenes
Perdonado algo más que Polifemo,
De la que, aún no le oyó, y, calzada plumas,
Tantas flores pisó como él espumas.

Huye la ninfa bella: y el marino
Amante nadador, ser bien quisiera,
Ya que no áspid a su pie divino,
Dorado pomo a su veloz carrera;
Mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino
La fuga suspender podrá ligera
Que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra
Delfín que sigue en agua corza en tierra!

Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece,
Copa es de Baco, huerto de Pomona:
Tanto de frutas ésta la enriquece,
Cuanto aquél de racimos la corona.
En carro que estival trillo parece,
A sus campañas Ceres no perdona,
De cuyas siempre fértiles espigas
Las provincias de Europa son hormigas.

A Pales su viciosa cumbre debe
Lo que a Ceres, y aún más, su vega llana;
Pues si en la una granos de oro llueve,
Copos nieva en la otra mil de lana.
De cuantos siegan oro, esquilan nieve,
O en pipas guardan la exprimida grana,
Bien sea religión, bien amor sea,
Deidad, aunque sin templo, es Galatea.

Sin aras, no: que el margen donde para
Del espumoso mar su pie ligero,
Al labrador, de sus primicias ara,
De sus esquilmos es al ganadero;
De la Copia a la tierra poco avara
El cuerno vierte el hortelano, entero,
Sobre la mimbre que tejió prolija,
Si artificiosa no, su honesta hija.

Arde la juventud, y los arados
Peinan las tierras que surcaron antes,
Mal conducidos, cuando no arrastrados,
De tardos bueyes cual su dueño errantes;
Sin pastor que los silbe, los ganados
Los crujidos ignoran resonantes
De las hondas, si en vez del pastor pobre
El céfiro no silba, o cruje el robre.

Mudo la noche el can, el día dormido
De cerro en cerro y sombra en sombra yace.
Bala el ganado; al mísero balido,
Nocturno el lobo de las sombras nace.
Cébase —y fiero deja humedecido
En sangre de una lo que la otra pace.
¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño,
El silencio del can siga y el sueño!

La fugitiva Ninfa en tanto, donde
Hurta un laurel su tronco al Sol ardiente,
Tantos jazmines cuanta yerba esconde
La nieve de sus miembros da una fuente.
Dulce se queja, dulce le responde
Un ruiseñor a otro, y dulcemente
Al sueño da sus ojos la armonía,
Por no abrasar con tres soles el día.

Salamandria del Sol, vestido estrellas,
Latiendo el Can del cielo estaba, cuando
—Polvo el cabello, húmidas centellas,
Si no ardientes aljófares, sudando—
Llegó Acis, y de ambas luces bellas
Dulce Occidente viendo al sueño blando,
Su boca dio, y sus ojos, cuanto pudo,
Al sonoro cristal, al cristal mudo.

Era Acis un venablo de Cupido,
De un Fauno —medio hombre, medio fiera—,
En Simetis, hermosa Ninfa, habido;
Gloria del mar, honor de su ribera.
El bello imán, el ídolo dormido,
Que acero sigue, idólatra venera,
Rico de cuanto el huerto ofrece pobre,
Rinden las vacas y fomenta el robre.

El celestial humor recién cuajado
Que la almendra guardó, entre verde y seca,
En blanca mimbre se lo puso al lado
Y un copo, en verdes juncos, de manteca;
En breve corcho, pero bien labrado,
Un rubio hijo de una encina hueca,
Dulcísimo panal, a cuya cera
Su néctar vinculó la primavera.

Caluroso, al arroyo da las manos,
Y con ellas, las ondas a su frente,
Entre dos mirtos que —de espuma canos—,
Dos verdes garzas son de la corriente.
Vagas cortinas de volantes vanos
Corrió Favonio lisonjeramente,
A la de viento, cuando no sea cama
De frescas sombras, de menuda grama.

La Ninfa, pues, la sonora plata
Bullir sintió del arroyuelo apenas,
Cuando —a los verdes márgenes ingrata—
Segur se hizo de sus azucenas.
Huyera... mas tan frío se desata
Un temor perezoso por sus venas,
Que a la precisa fuga, al presto vuelo
Grillos de nieve fue, plumas de hielo.

Fruta en mimbre halló, leche exprimida
En juncos, miel en corcho, mas sin dueño;
Si bien al dueño debe, agradecida,
Su deidad culta, venerado el sueño.
A la ausencia mil veces ofrecida,
Este de cortesía no pequeño
Indicio la dejó —aunque estatua helada—
Más discursiva y menos alterada.

No al Cíclope atribuye, no, la ofrenda;
No a Sátiro lascivo, ni a otro feo
Morador de las selvas, cuya rienda
El sueño aflija, que aflojó el deseo.
El niño dios, entonces, de la venda,
Ostentación gloriosa, alto trofeo
Quiere que al árbol de su madre sea
El desdén hasta allí de Galatea.

Entre las ramas del que más se lava
En el arroyo, mirto levantado,
Carcaj de cristal hizo, si no aljaba,
Su blanco pecho de un arpón dorado.
El monstruo de rigor, la fiera brava
Mira la ofrenda ya con más cuidado,
Y aun siente que a su dueño sea devoto,
Confuso alcaide más, el verde soto.

Llamáralo, aunque muda; mas no sabe
El nombre articular que más querría,
Ni lo ha visto; si bien pincel suave
Lo ha bosquejado ya en su fantasía.
Al pie —no tanto ya, del temor, grave—
Fía su intento; y, tímida, en la umbría
Cama de campo y campo de batalla,
Fingiendo sueño al cauto garzón halla.

El bulto vio y, haciéndolo dormido,
Librada en un pie toda sobre él pende
—Urbana al sueño, bárbara al mentido
Retórico silencio que no entiende—:
No el ave reina, así el fragoso nido
Corona inmóvil, mientras no desciende
—Rayo con plumas— al milano pollo,
Que la eminencia abriga de un escollo,

Como la Ninfa bella —compitiendo
Con el garzón dormido en cortesía—
No sólo para, mas el dulce estruendo
Del lento arroyo enmudecer querría.
A pesar luego de las ramas, viendo
Colorido el bosquejo que ya había
En su imaginación Cupldo hecho
Con el pincel que le clavó su pecho,

De sitio mejorada, atenta mira,
En la disposición robusta, aquello
Que, si por lo suave no la admira,
Es fuerza que la admire por lo bello.
Del casi tramontado Sol aspira
A los confusos rayos su cabello;
Flores su bozo es cuyas colores,
Como duerme la luz, niegan las flores.

(En la rústica greña yace oculto
El áspid del intonso prado ameno,
Antes que del peinado jardín culto
En el lascivo, regalado seno.)
En lo viril desata de su vulto
Lo más dulce el Amor de su veneno:
Bébelo Galatea, y da otro paso,
Por apurarle la ponzoña al vaso.

Acis —aún más, de aquello que dispensa
La brújula del sueño, vigilante—,
Alterada la Ninfa esté o suspensa,
Argos es siempre atento a su semblante,
Lince penetrador de lo que piensa,
Cíñalo bronce o múrelo diamante:
Que en sus Paladiones Amor ciego,
Sin romper muros introduce fuego.

El sueño de sus miembros sacudido,
Gallardo el joven la persona ostenta,
Y al marfil luego de sus pies rendido,
El coturno besar dorado intenta.
Menos ofende el rayo prevenido,
Al marinero, menos la tormenta
Prevista le turbó, o pronosticada:
Galatea lo diga, salteada.

Más agradable, y menos zahareña,
Al mancebo levanta venturoso,
Dulce ya conociéndole y risueña,
Paces no al sueño, treguas sí al reposo.
Lo cóncavo hacía de una peña
A un fresco sitial dosel umbroso,
Y verdes celosías unas yedras,
Trepando troncos y abrazando piedras.

Sobre una alfombra, que imitara en vano
El tirio sus matices —si bien era
De cuantas sedas ya hiló gusano
Y artífice tejió la Primavera—,
Reclinados, al mirto más lozano
Una y otra lasciva, si ligera,
Paloma se caló, cuyos gemidos
—Trompas de Amor— alteran sus oídos.

El ronco arrullo al joven solicita;
Mas, con desvíos Galatea suaves,
A su audacia los términos limita,
Y el aplauso al concento de las aves.
Entre las ondas y la fruta, imita
Acis al siempre ayuno en penas graves:
Que, en tanta gloria, infierno son no breve
Fugitivo cristal, pomos de nieve.

No a las palomas concedió Cupido
Juntar de sus dos picos los rubíes
Cuando al clavel el joven atrevido
Las dos hojas le chupa carmesíes.
Cuantas produce Pafo, engendra Gnido,
Negras víolas, blancos alhelíes,
Llueven sobre el que Amor quiere que sea
Tálamo de Acis y de Galatea.

                              II

Su aliento humo, sus relinchos fuego
—Si bien su freno espumas— ilustraba
Las columnas, Etón, que erigió el Griego,
Do el carro de la luz sus ruedas lava,
Cuando de amor el fiero jayán ciego,
La cerviz oprimió a una roca brava,
Que a la playa, de escollos no desnuda,
Linterna es ciega y atalaya muda.

Árbitro de montañas y ribera,
Aliento dio, en la cumbre de la roca,
A los albogues que agregó la cera,
El prodigioso fuelle de su boca;
La Ninfa los oyó, y ser más quisiera
Breve flor, yerba humilde y tierra poca,
Que de su nuevo tronco vid lasciva,
Muerta de amor, y de temor no viva.

Mas —cristalinos pámpanos sus brazos—
Amor la implica, si el temor la anuda,
Al infelice olmo, que pedazos
La segur de los celos hará, aguda.
Las cavernas en tanto, los ribazos
Que ha prevenido la zampoña ruda,
El trueno de la voz fulminó luego:
Referillo, Piérides, os ruego.

«¡Oh bella Galatea, más süave
Que los claveles que tronchó la aurora;
Blanca más que las plumas de aquel ave
Que dulce muere y en las aguas mora;
Igual en pompa al pájaro que, grave,
Su manto azul de tantos ojos dora
Cuantas el celestial zafiro estrellas!
¡Oh tú, que en dos incluyes las más bellas!

»Deja las ondas, deja el rubio coro
De las hijas de Tetis, y el mar vea,
Cuando niega la luz un carro de oro,
Que en dos la restituye Galatea.
Pisa la arena, que en la arena adoro
Cuantas el blanco pie conchas platea,
Cuyo bello contacto puede hacerlas,
Sin concebir rocío, parir perlas.

»Sorda hija del mar, cuyas orejas
A mis gemidos son rocas al viento:
O dormida te hurten a mis quejas
Purpúreos troncos de corales ciento,
O al disonante número de almejas
—Marino, si agradable no, instrumento—,
Coros tejiendo estés, escucha un día
Mi voz, por dulce, cuando no por mía.

»Pastor soy, mas tan rico de ganados,
Que los valles impido más vacíos,
Los cerros desparezco levantados
Y los caudales seco de los ríos;
No los que, de sus ubres desatados,
O derivados de los ojos míos,
Leche corren y lágrimas; que iguales
En número a mis bienes son mis males.

»Sudando néctar, lambicando olores,
Senos que ignora aun la golosa cabra
Corchos me guardan, más que abeja flores
Liba inquïeta, ingenïosa labra;
Troncos me ofrecen árboles mayores,
Cuyos enjambres, o el abril los abra,
O los desate el mayo, ámbar distilan,
Y en ruecas de oro rayos del Sol hilan.

»Del Júpiter soy hijo, de las ondas,
Aunque pastor; si tu desdén no espera
A que el monarca de esas grutas hondas
En trono de cristal te abrace nuera,
Polifemo te llama, no te escondas,
Que tanto esposo admira la ribera
Cual otro no vio Febo más robusto,
Del perezoso Volga al Indo adusto.

»Sentado, a la alta palma no perdona
Su dulce fruto mi robusta mano;
En pie, sombra capaz es mi persona
De innumerables cabras el verano.
¿Qué mucho, si de nubes se corona
Por igualarme la montaña en vano,
Y en los cielos, desde esta roca, puedo
Escribir mis desdichas con el dedo?

»Marítimo Alción, roca eminente
Sobre sus huevos coronaba, el día
Que espejo de zafiro fue luciente
La playa azul de la persona mía;
Miréme, y lucir vi un sol en mi frente,
Cuando en el cielo un ojo se veía:
Neutra el agua dudaba a cuál fe preste:
O al cielo humano o al cíclope celeste.

»Registra en otras puertas el venado
Sus años, su cabeza colmilluda
La fiera, cuyo cerro levantado,
De helvecias picas es muralla aguda;
La humana suya el caminante errado
Dio ya a mi cueva, de piedad desnuda,
Albergue hoy por tu causa al peregrino,
Do halló reparo, si perdió camino.

»En tablas dividida, rica nave
Besó la playa miserablemente,
De cuantas vomitó riquezas grave,
Por las bocas del Nilo el Oriente.
Yugo aquel día, y yugo bien suave,
Del fiero mar a la sañuda frente
Imponiéndole estaba, si no al viento,
Dulcísimas coyundas mi instrumento,

»Cuando, entre globos de agua, entregar veo
A las arenas ligurina haya,
En cajas los aromas del Sabeo,
En cofres las riquezas de Cambaya:
Delicias de aquel mundo, ya trofeo
De Escila, que, ostentado en nuestra playa,
Lastimoso despojo fue dos días
A las que esta montaña engendra Harpías.

»Segunda tabla a un ginovés mi gruta
De su persona fue, de su hacienda:
La una reparada, la otra enjuta,
Relación del naufragio hizo horrenda.
Luciente paga de la mejor fruta
Que en yerbas se recline, en hilos penda,
Colmillo fue del animal que el Ganges
Sufrir muros le vio, romper falanges:

»Arco, digo, gentil, bruñida aljaba,
Obras ambas de artífice prolijo,
Y de Malaco rey a deidad Java
Alto don, según ya mi huésped dijo,
De aquél la mano, de ésta el hombro agrava;
Convencida la madre, imita al hijo:
Serás a un tiempo, en estos horizontes,
Venus del mar, Cupido de los montes».

Su horrenda voz, no su dolor interno
Cabras aquí le interrumpieron, cuantas
—Vagas el pie, sacrílegas el cuerno—
A Baco se atrevieron en sus plantas.
Mas, conculcado el pámpano más tierno
Viendo el fiero pastor, voces él tantas,
Y tantas despidió la honda piedras,
Que el muro penetraron de las yedras.

De los nudos, con esto, más suaves,
Los dulces dos amantes desatados,
Por duras guijas, por espinas graves
Solicitan el mar con pies alados:
Tal redimiendo de importunas aves
Incauto meseguero sus sembrados,
De liebres dirimió copia así amiga,
Que vario sexo unió y un surco abriga.

Viendo el fiero Jayán con paso mudo
Correr al mar la fugitiva nieve
(Que a tanta vista el Líbico desnudo
Registra el campo de su adarga breve)
Y al garzón viendo, cuantas mover pudo
Celoso trueno, antiguas hayas mueve:
Tal, antes que la opaca nube rompa
Previene rayo fulminante trompa.

Con violencia desgajó infinita
La mayor punta de la excelsa roca,
Que al joven, sobre quien la precipita,
Urna es mucha, pirámide no poca.
Con lágrimas la Ninfa solicita
Las deidades del mar, que Acis invoca:
Concurren todas, y el peñasco duro
La sangre que exprimió, cristal fue puro.

Sus miembros lastimosamente opresos
Del escollo fatal fueron apenas,
Que los pies de los árboles más gruesos
Calzó el líquido aljófar de sus venas.
Corriente plata al fin sus blancos huesos,
Lamiendo flores y argentando arenas,
A Doris llega que, con llanto pío,
Yerno lo saludó, lo aclamó río.



Luis de Góngora y Argote, 1613


Muchas gracias a Carlos Ivorra Castillo, que nos envió una serie de correcciones sobre la versión de la edición de Editorial Porrúa recomendada, que consistían en:

(1) En la estrofa octava Un torrente es su barba impetuosa, por Un torrente es su barba, impetuoso
(2) En la estrofa décima La pera, a quien le da cuna dorada por La pera, de quien fue cuna dorada,
(3) En la estrofa vigésimo octava Seguir se hizo de sus azucenas por Segur se hizo de sus azucenas
(4) En la estrofa trigésimo quinta Que. por Que,. Este error era solo nuestro.
(5) En la estrofa trigésimo sexta En lo viril desata de su bulto por En lo viril desata de su vulto,
(6) En la estrofa cuadragésimo quinta Piéredes por Piérides
(7) En la estrofa cuadragésimo novena O derribados de los ojos míos, por O derivados de los ojos míos,

Además corregimos la estrofa cuadragésima El tiro sus matices por El tirio sus matices

MÁS EN:

http://es.wikipedia.org/wiki/Polifemo

Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 – ibídem, 23 de mayo de 1627) fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo, que más tarde imitarían otros artistas. Sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.[1]

DE: http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_de_G%C3%B3ngora_y_Argote

 

Para otros usos de este término, véase género.

El género literario es un sistema que permite la clasificación de obras literarias de acuerdo a criterios semánticos, sintácticos, fónicos, discursivos, formales, contextuales, situacionales y afines. En la historia ha habido varias clasificaciones de los géneros literarios. Por lo cual no se puede asistir a una determinación en la cual se pueda categorizar todas las obras de la historia en un criterio común.

Los géneros literarios son modelos de estructuración formal y temática de la obra literaria que se ofrecen al autor como esquema previo a la creación de su obra. Los géneros literarios son los distintos grupos o categorías en que podemos clasificar las obras literarias atendiendo a su contenido. La retórica clásica los ha clasificado en tres grupos importantes: lírico, épico y dramático. A éstos algunos suelen añadir el didáctico.

Contenido

[ocultar]

Propuestas acerca de los géneros literarios

Esta división de géneros en la literatura griega incluye los siguientes:

Se inicia con Aristóteles, quien en su obra La Poética habla sobre tres de los géneros anteriores:

Cada uno de ellos venía definido por un modo de expresión y un estilo propio que debía adecuarse a su finalidad estética. Cualquiera de estos géneros puede expresarse en verso o en prosa.

Épico: En este género los sucesos son sobre luchas reales o imaginarias que le han sucedido al autor o a otra persona. Su forma de expresión siempre fue el verso. Las especies más importantes son:

Epopeya: Cuenta las hazañas que se dieron en la edad antigua. Sus personajes son dioses y seres mitológicos. Entre las epopeyas más importantes se encuentran "La Iliada" y "La odisea".

Cantar de Gesta: Cuenta hazañas realizadas por los caballeros de la edad media. Generalmente son leyendas heroicas de un pueblo.Aquí destaca el cantar de "Los Nibelungos" y el cantar del "Mio Cid".

Poemas épicos: Nos cuenta las hazañas de un héroe, que en su mayoría es un conquistador, pues busca exaltar o engrandecer a un pueblo.

Observación: En la civilización romana fue el poeta Horacio quien recogió las teorías griegas referentes a la creación literaria, en su Epístola a los Pisones, también conocida como Arte poética.

Actualmente también se consideran géneros literarios aquellos que son didácticos como:

Géneros literarios en Japón

Algunos géneros literarios de Japón son Waka, Katatu, Chooka, Sedooka, Tanka, Renga, Haikai, Haiku.

Género literarios de Grecia clásica

Lírica coral

Oda, Himno, Anacreóntica, Epitalamio, Peán.

Géneros aristotélicos

Literario, lírico y dramático.

Géneros literarios en la biblia

Las distintas maneras de escribir que tenían los autores de la época. Narrativo, apocalíptico, sapiencial, jurídico, lírico, evangélico, profético y epistolar.

Géneros Literarios Contemporáneos

En la actualidad es difícil hablar de género, especialmente con respecto a la producción de obras después del modernismo. Debido a que no existen características formales para determinar qué obras pertenecen a determinado género. Por ejemplo, la novela que tuvo una ascensión como obra literaria al finales del siglo XIX en Francia con Gustave Flaubert, y en el siglo XX y comienzos del siglo XXI se ha convertido en el género por excelencia donde hay más propuestas de escritura, se le denomina a un corpus de obras donde abarca cierta extensíon, donde se puede alojar varios discursos y donde no es necesaria, ni la unidad ni la coherencia en la acción de acuerdo al canon aristotélico. Y donde es más concurrente la existencia de la polifonía, como también hay una múltiple temática en las obras que se crean. No obstante de tal clasificación de la novela, no existe un elemento formal común que pueda reunirlo en un grupo.

Género narrativo

Se refiere a aquellos géneros discursivos con una extensión limitada. Se pueden distinguir dos series de narrativas: la narrativa de la modernidad y la narrativa de la posmodernidad. El que narra la historia se llama Narrador. Este género cumple la función referencial del lenguaje y se caracteriza por ser una narración de forma secuencial compuesta por personajes dentro de ésta. Tiene coherencia en lo que se está contando, tiene en cuenta los tiempos en los que los personajes actúan.

Comunica las más íntimas vivencias del hombre, lo subjetivo, los estados anímicos y los estados amorosos.

El presente, pasado y futuro se confunden.

No tiene metro ni ritmos propios sino que el poeta acude a todos aquéllos que le parecen más oportunos para expresar mejor sus sentimientos.

Hablante lírico, es el que expresa todos los sentimientos en el poema respecto a un objeto lírico.

El objeto lírico es el ente, objeto o situación que provoca los sentimientos en el poeta, los que son expresados por el hablante lírico.

El motivo lírico es el tema del que trata la obra lírica, eso quiere decir que es el sentimiento predominante que expresa el hablante lírico acerca del objeto lírico.

La novela como género

El tratamiento de la novela como género escrito, sólo vino después 1934, cuando MIjaíl Mijailovish Bajtín, diferenció la novela de la prosa novelesca y la poesía lírica. Los antecedentes de esta discusión de los anteriores críticos, es que ellos no había encontrado en la novela la misma forma-estilística de la poesía, y por consiguiente se le había negado cualquier significación artística, para sólo tratarla como un documento. A partir de los años veinte, se había planteado estudiar la prosa novelesca, y definirla por su especifidad. De acuerdo con Bajtin, fue un error de los críticos de los años veinte, el de calcar los análisis de los géneros poéticos para ser un estudio monoestilístico. Rechazando así a la estilística el estatu de estudio de la novela por sólo reducirse a las destrezas individuales y del artista, y dejando a lado, las evidencias del habla de las ciudades, de los registros sociales, de las generaciones y las épocas. (Francisco Abad, "Bajtín ante la lengua literaria").

Bibliografía


Enlaces externos

los generos literarios pueden ser existentes en cualquier tipo de lectura conteniente de un vervo y un sujeto al identificar el vervo, podemos saber que es una oracion en cualquier sentido de la palabra.

LITERATURA: GÉNEROS LITERARIOS GRIEGOS: ÉPICA, LÍRICA Y DRAMÁTICA. El género literario es un sistema que permite la clasificación de obras literarias de acuerdo a criterios semánticos, sintácticos, fónicos, discursivos, formales, contextuales, situacionales y afines. En la historia ha habido varias clasificaciones de los géneros literarios. Por lo cual no se puede asistir a una determinación en la cual se pueda categorizar todas las obras de la historia en un criterio común.

Grecia
Los géneros literarios griegos: épica, lírica y dramática. La prosa. 
[Autoevaluación]

Introducción

El significado de la Literatura

La literatura es una de las mayores aportaciones del mundo clásico que aún pervive con mayor vigor.  De hecho, la literatura, según hoy la entendemos, es un invento genuinamente clásico. Las literaturas occidentales –y entre ellas las españolas-  son hijas y deudoras de la literatura clásica en general.


Raíces griegas de autores occidentales

Sin embargo, la influencia que la literatura griega ejerció sobre las literaturas occidentales se produjo a través de los autores latinos, sobre todo, hasta el siglo XIX . Fue a partir del Romanticismo cuando se halló en los originales griegos una fuente renovadora de la literatura occidental. 

El origen de los géneros literarios

Para adentrarnos en el estudio de la literatura griega solemos abordar la materia estudiándola por géneros literarios. La clasificación de los testimonios literarios en diversos géneros según su forma y temática  es una herencia grecorromana.


Reconoce géneros literarios


Casi todos los géneros literarios que conocemos hoy día nacieron en el mundo griego. De él pasaron a la literatura latina y de allí a nuestras literaturas modernas. Pero la literatura griega no sólo nos legó la forma de los diversos géneros, sino también la abundantísima temática. 

DE:

http://es.wikipedia.org/wiki/G%C3%A9nero_literario

http://recursos.cnice.mec.es/latingriego/Palladium/cclasica/esc324ca1.php

LITERATURA: LITERATURA DE TERROR. La novela de terror, es un subgénero dentro de la novela, que es a su vez un subgénero de la épica o narrativa. Su principal característica y rasgo distintivo es el cultivo del miedo y sus emociones asociadas como principal objetivo literario. La novela de terror es uno de los formatos habituales en los que se presenta hoy en día la nueva literatura de terror gótico.

Novela de terror

De Wikipedia, la enciclopedia libre

La novela de terror, es un subgénero dentro de la novela, que es a su vez un subgénero de la épica o narrativa. Su principal característica y rasgo distintivo es el cultivo del miedo y sus emociones asociadas como principal objetivo literario. La novela de terror es uno de los formatos habituales en los que se presenta hoy en día la nueva literatura de terror gótico.

Contenido

[ocultar]

Características generales [editar]

La novela de terror, representada muy a menudo por la clásica narrativa de horror sobrenatural de corte anglosajón, incluye elementos propios de la narrativa de ciencia ficción o la novela fantástica, de las que toma figuras sobrenaturales, como las propias del mundo de lo paranormal o la mitología (el vampiro, el hombre lobo, el monstruo y el ser mitológico maligno, el fantasma, el demonio, el zombie, la bruja...). En las obras más modernas se amplían los registros: los extraterrestres, la amenaza nuclear, la manipulación genética, e incluso los riesgos de la contaminación ambiental. De hecho, es frecuente que la fantasía, la ciencia ficción y el terror sean tratadas en conjunto, dentro de lo que se considera ficción especulativa, literatura de género.

En general, el público se siente atraído hacia este tipo de literatura por los característicos estímulos emocionales, insólitos, intensos y raros que insufla a la rutina diaria. En el plano fisiológico este tipo de obras proporciona un aceleramiento cardíaco y respiratorio que por lo general termina en un desahogo final.

Históricamente, el resorte del miedo en la novela de terror se dispara a partir de la irrupción de un elemento maligno sobrenatural en la rutina diaria de uno o varios personajes ordinarios, si bien en la actualidad las últimas tendencias del género han ido imponiendo poco a poco esquemas eclécticos mucho menos conservadores.

Títulos [editar]

Siglos XVIII y XIX [editar]

Siglo XX [editar]

Novela corta o nouvelle [editar]

La novela corta, a caballo entre el cuento largo y la novela (según el dictado de Julio Cortázar), se cataloga comúnmente entre las 50-75 y 125-150 páginas. Se trata de una modalidad muy recurrida, debido a sus características, por los grandes maestros del terror:

Véase también [editar]

LITERATURA: LITERATURA ASCÉTICA. La literatura ascética constituye un género propio dentro de la literatura. Aparece en numerosas religiones y hace referencia a las prácticas ascéticas que desarrollaron a lo largo de la historia los ascetas y penitentes. Ello fue recogido y compone una parte importante dentro del estudio de la teología espiritual de las distintas épocas y religiones. Su valor es principalmente el de ofrecer una referencia y un ejemplo a los seguidores de una determinada religión, es decir, trata de perfeccionar a las personas para moverlas a un mayor seguimiento de los compromisos religiosos de su fe.

Literatura ascética

De Wikipedia, la enciclopedia libre

La literatura ascética constituye un género propio dentro de la literatura. Aparece en numerosas religiones y hace referencia a las prácticas ascéticas que desarrollaron a lo largo de la historia los ascetas y penitentes. Ello fue recogido y compone una parte importante dentro del estudio de la teología espiritual de las distintas épocas y religiones. Su valor es principalmente el de ofrecer una referencia y un ejemplo a los seguidores de una determinada religión, es decir, trata de perfeccionar a las personas para moverlas a un mayor seguimiento de los compromisos religiosos de su fe.

LITERATURA: EL RETRATO DE DORIAN GRAY. El retrato de Dorian Gray (original en inglés: The Picture of Dorian Gray) es una novela que escribió el autor irlandés Oscar Wilde, publicada en el Lippincott's Monthly Magazine el 20 de junio de 1890.

El retrato de Dorian Gray (novela)

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Para otros usos de este término, véase El retrato de Dorian Gray (desambiguación).
El Retrato de Dorian Gray
Lippincott doriangray.jpg
Portada de la primera edición
AutorOscar Wilde
PaísIrlanda
LenguaInglés
GéneroNovela gótica
EditorialLippincott's Monthly Magazine
Fecha de publicación20 de Junio de 1890
ISBNISBN 0-14-143957-2 (Edición moderna)

El retrato de Dorian Gray (original en inglés: The Picture of Dorian Gray) es una novela que escribió el autor irlandés Oscar Wilde, publicada en el Lippincott's Monthly Magazine el 20 de junio de 1890.[1] Posteriormente, Wilde revisaría la obra, haría varias modificaciones y agregaría nuevos capítulos. La versión modificada fue publicada por Ward, Lock, and Company en abril de 1891.[2] Ward, Lock, and Company reeditó el libro en 1891 y nuevamente en 1895". Luego, Charles Carrington compró los derechos de la obra y la editó en 1901, 1905 y 1908. En 1908 y 1909, aparece una edición ilustrada por Paul Thiriat, Brendon & Son, Ltd. En 1913, 1916 y 1918, la novela es editada por Simkin, Marshall, Hamilton, Kent & Co., Ltd., con una nota bibliográfica sobre las ediciones citadas y una advertencia sobre la existencia de ediciones piratas que se caracterizaban por la ausencia del prefacio y por la "mutilación de muchos pasajes".

El Retrato de Dorian Gray es considerada una de las últimas obras clásicas de la novela de terror gótica con una fuerte temática faustiana.[3] El libro causó controversia cuando fue publicado por primera vez; sin embargo, es considerado en la actualidad como "uno de los clásicos modernos de la literatura occidental."[4]

Contenido

[ocultar]

[editar] Argumento

La novela cuenta la historia de un joven llamado Dorian Gray, retratado por el artista Basil Hallward, quien queda enormemente impresionado por la belleza física de Dorian y comienza a encapricharse con él, creyendo que esta belleza es la responsable de la nueva forma de su arte. Charlando en el jardín de Basil, Dorian conoce a Lord Henry Wotton, un amigo de Basil, y empieza a cautivarse por la visión del mundo de Lord Henry. Exponiendo un nuevo tipo de hedonismo, Lord Henry indica que "lo único que vale la pena en la vida es la belleza, y la satisfacción de los sentidos". Al darse cuenta de que un día su belleza se desvanecerá, Dorian desea tener siempre la edad de cuando le pintó en el cuadro Basil. El deseo de Dorian se cumple, mientras él mantiene para siempre la misma apariencia del cuadro, la figura en él retratada envejece por él. Su búsqueda del placer lo lleva a una serie de actos de libertinaje y perversión; pero, el retrato sirve como un recordatorio de los efectos de cada uno de los actos cometidos sobre su alma, con cada pecado siendo expuesto como una desfiguración de su rostro o a través de un signo de envejecimiento.[5]

[editar] Estructura

La novela, perfectamente estructurada, mezcla realidad y fantasía, a la manera propia de los cuentos moralistas como El príncipe feliz o El ruiseñor y la rosa que escribía Wilde por aquel entonces. Cuenta la obsesión de un hombre atractivo y exitoso por mantenerse siempre joven, después de que un amigo, el pintor Basil Hallward, le retratara soberbiamente en un lienzo. Naturalmente, su deseo se convierte en tragedia tras darse cuenta de que su petición ha sido en efecto escuchada, lanzándose así en una espiral de odio y vicio.

Oscar Wilde supo retratar a la perfección, con gran ojo crítico, tanto a la sociedad de su época (finales del siglo XIX, en plena época victoriana) como el tema de la vanidad, de la locura y la enajenación. Su perfección como retratista y sus descripciones cautivaron a un gran público; sin embargo, el carácter, en ocasiones, presumido, indolente y afectado de Dorian Gray se volvieron en contra del autor con ocasión de los juicios que se celebraron en Londres a propósito de su homosexualidad (entonces, un delito por el que se podía ir a la cárcel). Oscar Wilde se defendió admirablemente en el estrado, después de que fueran leídos en voz alta varios pasajes del libro en los que se podría entrever cierta conducta aduladora y delicada entre Dorian y el pintor Basil. Oscar Wilde afirmó que no se podía juzgar en modo alguno a «un hombre por lo que escribe».

Hoy en día, el mito de Dorian Gray está extendido en la cultura occidental como un sinónimo de vanidad y de deseo de imperturbabilidad. Así, en honor a la belleza y la maldad de esta carismática figura se han hecho obras de teatro y películas memorables.

[editar] Temática

El Retrato de Dorian Gray parte del argumento universal de la eterna juventud; no obstante, el verdadero tema central de la novela es el narcisismo, ya que el personaje principal posee una excesiva admiración por sí mismo, hasta el extremo de no desear otra cosa que conservarse tal y como aparecía en el cuadro para siempre.

Pero no se trata de la primera vez que aparece el narcisismo como tema. Ya Ovidio había incluido dentro de sus Metamorfosis, el mito de Narciso. Diecinueve siglos más tarde, el poeta Paul Valery quedó fascinado por este mito, al igual que el filósofo Gastón Bachelard, quien hace un estudio sobre su significado y el porqué de su encanto dentro de “El agua de los sueños”.

Otros autores hablan del dandismo dentro de la novela, pues varios personajes se distinguen por su elegancia y su buen tono. Los vínculos entre narcisismo y dandismo son evidentes, pero no hablamos de lo mismo. El ejemplo del narcisista es Dorian Gray, mientras que un dandi puede ser Lord Henry, con su manera de comportarse y de hablar templada. El fin supremo de la vida para Lord Henry es la satisfacción de los deseos inmediatos, lo cual lleva a incluir dentro al hedonismo cirenaico dentro de las temáticas de la novela. Esta filosofía de vida se observa en las alusiones al placer que hace Lord Henry.

Todos estos temas aparecen en la novela, pero siempre partiendo del argumento universal de la eterna juventud. Además, se tratan otros aspectos como la decadencia tanto de la sociedad (bajo el reinado de Victoria I) como del personaje de Dorian Gray y la corrupción de su alma. Asimismo, aparecen retratadas la vanidad, la arrogancia y la moral perversa y torcida de la sociedad de la época.

[editar] Novela (resumen)

La novela inicia cuando Lord Henry Wotton observa a su amigo Basil Hallward pintando el retrato de un hermoso joven llamado Dorian Gray. Dorian llega poco después y conoce a Lord Henry. Lord Henry charla sobre su propia idea del mundo y Dorian comienza a convencerse de que la belleza es lo único que vale la pena tener en la vida y desea que el retrato, que Basil está pintando, envejezca en su lugar. Bajo la influencia de Lord Henry, Dorian comienza a explorar sus sentidos. Una noche descubre a Sibyl Vane, una actriz que trabaja en un sórdido teatro interpretando obras de Shakespeare. Dorian le propone matrimonio. Sibyl cuenta sus planes a su madre y a su hermano, refiriéndose a su prometido como “Príncipe Encantador”. Su hermano, James, advierte que si el “Príncipe Encantador” le hace daño alguna vez, él lo matará.

Dorian invita a Basil y Lord Henry a ver actuar a Sibyl en su representación de Romeo y Julieta. Pero Sibyl, embargada por la emoción del próximo matrimonio y enamorada de Dorian, pierde interés en el teatro, por lo que esa noche interpreta pésimamente a Julieta. Después de la función, Dorian rechaza a Sibyl diciendo que su belleza radicaba en su arte y, como ya no podía actuar, entonces Dorian ya no está interesado en ella. Fríamente, decide romper la promesa de matrimonio y no ver más a Sibyl. De regreso en casa, nota que el cuadro de Basil ha cambiado, por lo que se da cuenta de que su deseo se ha cumplido: el retrato tienen ahora una sutil mueca de desprecio.

A partir de entonces, la edad y los pecados que Dorian cometa se verán marcados en el retrato mientras que él mismo conservará su aspecto exterior sin ningún cambio. Dorian decide reconciliarse con Sibyl, pero a la mañana siguiente Lord Henry le da la noticia de que Sibyl se ha suicidado tomando ácido prúsico (cianuro de hidrógeno). Dorian oculta el cuadro en una habitación, a la que solamente él tiene acceso. Durante los siguientes dieciocho años, Dorian experimentará todos los vicios posibles, bajo la influencia de un “libro envenenado” regalado por Lord Henry.

Una noche, antes de partir con destino a París, Basil visita a Dorian en su casa para cuestionarlo acerca de todos los rumores que circulan sobre sus pecados y vicios y sobre las personas corrompidas por su influencia. Dorian culpa al propio Basil de su destino y lo apuñala en un arranque de rabia. Para deshacerse del cadáver, Dorian chantajea a Alan Campbell, un químico, para que destruya el cuerpo con ácido. Buscando alivio y olvido para su crimen, Dorian entra a un fumadero de opio. Allí, James Vane, el hermano de Sybil, escucha a una mujer llamarlo “Príncipe Encantador” y lo sigue con intenciones de matarlo, pero desiste debido a que la apariencia juvenil de Dorian hace improbable que haya estado involucrado en el suicidio de su hermana dieciocho años antes. James deja ir a Dorian. La mujer que conocía el sobrenombre “Príncipe Encantador” se le acerca para reclamarle por no haberlo matado, revelándole que Dorian no ha envejecido desde hace dieciocho años, según ella, por un pacto con el diablo.

En el transcurso de una cena, Dorian se desmaya de terror al ver al hermano de Sibyl Vane acechándolo. Al día siguiente, durante una partida de caza, James es alcanzado accidentalmente por un disparo destinado a matar a una liebre. James Vane muere ahí mismo. Después de regresar a Londres, Dorian le informa a Lord Henry su decisión de enmendar su camino. De ahora en adelante, corregirá su vida y por lo pronto abandona, sin corromper, a su última conquista romántica: una bella joven que vive en el campo llamada Hetty Merton. Lord Henry no cree que esta acción sea sincera, mientras que Dorian se pregunta si este gesto de renuncia al vicio se reflejará en el retrato, mejorando su aspecto. Una vez que Lord Henry se retira, Dorian Gray entra a la habitación donde ha mantenido su retrato escondido, pero descubre que ahora su apariencia es aún peor. Se da cuenta de que el gesto que tuvo de dejar intacta la virtud de Hetty fue provocado únicamente por vanidad, curiosidad o búsqueda de nuevas sensaciones. Entonces descubre que solo una confesión completa de sus pecados lo redimirá, pero no está dispuesto a afrontar las consecuencias. En un arranque de furia, ataca la pintura con el mismo cuchillo con el que asesinó a Basil. Los criados escuchan un grito desde la habitación clausurada. La policía ya alertada y los criados entran con algunas dificultades para encontrar el retrato que vuelve a mostrar su imagen original. Ahí junto, está el cuerpo de un hombre apuñalado en el corazón, lleno de arrugas y con un rostro repulsivo. Solo por medio de los anillos en su mano fueron capaces de identificar quién era, Dorian Gray.

[editar] Personajes

En una carta, Wilde dijo que los personajes de El Retrato de Dorian Gray son, de diferentes formas, reflejos de sí mismo: "Basil Hallward es lo que creo que soy; Lord Henry lo que el mundo piensa de mí; Dorian lo que me gustaría ser en otras edades, tal vez."[6]

  • Dorian Gray: Joven extremadamente atractivo, quien es cautivado por la nueva idea del hedonismo de Lord Henry. Comienza a satisfacer cada uno de sus placeres, sin importarle si son moral o inmoralmente aceptados.
  • Basil Hallward: Artista que se encapricha con la belleza de Dorian, quien le ayuda a darse cuenta de su potencial artistico, aunque el retrato que hizo de Dorian resulta ser su mejor trabajo. No es más que un artista puro y apasionado.
  • Lord Henry Wotton: Noble que inicialmente es amigo de Basil, pero que después queda intrigado por la ingenuidad y belleza de Dorian. Es extremadamente ingenioso. Es visto como una crítica a la cultura victoriana tardía que abraza una visión indulgente del hedonismo. Corrompe a Dorian con su visión del mundo, así que Dorian intenta emularlo. Basil lo llama "Harry".
  • Sibyl Vane: Actriz muy bella, pero extremadamente pobre que se enamora de Dorian. Su amor por él destruye su carrera, ya que no encuentra placer en la imagen ficticia del amor al tener un amor verdadero y real. Se suicida cuando Dorian ya no quiere casarse con ella, pues ha descubierto no estar enamorado de ella, sino de su arte.
  • James Vane: Hermano de Sibyl que se convierte en marino y se marcha a Australia. Es extremadamente protector con su hermana, y no se atreve a dejarla porque cree que Dorian la perjudicará. Intenta matar a Dorian, pero al ver que su rostro es joven y fresco, cree que no es él. Se lo describe como un tipo recio y cuadrado.
  • Mrs. Vane: Madre de Sibyl y James, actriz vieja y acabada. Sibyl y ella están consignadas en el teatro pobre para pagar sus deudas. Está extremadamente complacida con la relación entre Sibyl y Dorian por la promesa de estatus y riqueza del joven.
  • Alan Campbell: Buen amigo de Dorian que termina su amistad con él al poner en duda su reputación.
  • Lady Agatha: Tía de Lord Henry. Participa activamente en trabajos de caridad en Londres.
  • Lord Fermor: Tío de Lord Henry. Le informa a Lord Henry sobre el linaje de Dorian.
  • Victoria, Lady Henry Wotton: Esposa de Lord Henry, que solo aparece en la novela en una escena en la que Dorian espera a Lord Henry. Más tarde, se divorcia de Lord Henry.
  • Victor: Leal sirviente de Dorian quien, con el aumento de la paranoia de su patrón, es enviado a hacer encargos inútiles para disuadirle de que entre en la habitación donde se encuentra el retrato de Dorian.

[editar] Alusiones a otros trabajos

[editar] Fausto

Wilde dijo en cierta ocasión que "en la primera novela de cada autor el personaje principal debe ser o Cristo o el Fausto". En ambas historias, el protagonista trata de enamorar a una mujer, matando no solo a ella, sino también a su hermano, quien busca venganza.[7] Wilde afirmó que la idea de El retrato de Dorian Gray es "vieja en la historia de la literatura", pero que él le había dado "una nueva forma".[8]

A diferencia del Fausto, no hay momento en que Dorian haga un pacto con el diablo. De todas maneras, la forma cínica en que Lord Henry ve a la vida cumple con el rol del diablo, aunque al parecer Lord Henry no nota lo que sus actos causan. Sin embargo, cuando Lord Henry le dice a Dorian que "la única forma de escapar de una tentación es dejarse arrastrar por ella".[9] En este sentido, Lord Henry "lleva a Dorian a un pacto diabólico al manipular su inocencia e inseguridad".[10] Este comportamiento contrasta con la pureza e inocencia, cualidades que ejemplifica Dorian al principio del libro.

[editar] Shakespeare

En el prefacio, Wilde habla sobre Caliban, un personaje de la obra teatral de Shakespeare, "La tempestad". Cuando Dorian le cuenta a Lord Henry Wotton sobre su nuevo amor, Sibyl Vane, Dorian habla sobre cada obra de Shakespeare en la que Sybil ha actuado, refiriéndose a ella como la heroína de cada obra.

[editar] Joris-Karl Huysmans

El venenoso libro francés que corrompe a Dorian Gray es la novela de Joris-Karl Huysmans A contrapelo. El crítico literario Richard Ellmann escribe:

Wilde no menciona el libro, pero en el juicio admitió que era, o casi, el A contrapelo de Huysmans... A un corresponsal, escribió que había realizado una "variación fantástica" a un A contrapelo y algún día debería anotarlo. Las referencias en Dorian Gray a determinados capítulos son deliberadamente inexactas.[11]

[editar] Significado literario

El Retrato de Dorian Gray comenzó como una novela corta presentada en la Lippincott's Monthly Magazine. En 1889, J. M. Stoddart, dueño de Lippincott, se encontraba en Londres para solicitar novelas cortas para la revista. Wilde entregó la primera versión de El retrato de Dorian Gray que fue publicado el 20 de junio de 1890 en la edición de julio de Lippincott. Hubo un retraso en el envío del texto de Wilde a la imprenta mientras se realizaban numerosos cambios al manuscrito de la novela (algunos de los cuales sobreviven hasta el presente). Algunos de estos cambios fueron hechos por instigación de Wilde y algunos por Stoddart. Wilde retiró todas las referencias al libro de ficción "Le Secret de Raoul" y a su autor ficticio, Catulle Sarrazin. El libro y su autor son todavía referidos en las versiones publicadas de la novela, pero no son nombrados.

Wilde también intentó moderar algunos de los pasajes más homoeróticos del libros o pasajes donde las intenciones de los personajes podían ser malinterpretadas. En la edición de 1890, Basil dice a Henry cómo "adora" a Dorian y le ruega que "no se lleve a la única persona que hace mi vida absolutamente encantadora para mí". El enfoque de Basil en la edición de 1890 parece ser más hacia el amor, mientras que el Basilio de la edición 1891 se preocupa más por su arte, al decir que "una persona que da a mi arte sea cual sea el encanto que pueda poseer: mi vida como un artista depende de él".

El libro también fue ampliado enormemente: los trece capítulos originales se convirtieron en veinte y el capítulo final fue dividido en dos nuevos capítulos. Las adiciones permitieron "dar contenido a Dorian como un personaje" y también proveyeron detalles sobre su ascendencia, lo que contribuyó a hacer su "colapso psicológico más prolongado y más convincente".[12] El personaje de James Vane fue también incluido, lo que ayudó a elaborar el personaje de Sybil Vane y sus antecedentes. La adición del personaje ayudó a enfatizar y a prefigurar las maneras egoístas de Dorian, como James vaticina sobre sus futuras acciones no honorables (la inclusión de la sub-trama de James Vane también da a la novela un tinte más típicamente victoriano, como parte de los intentos de Wilde por disminuir la controversia que rodeaba al libro).

Otro cambio notable es que, en la segunda mitad de la novela, se especifican algunos eventos teniendo lugar alrededor del cumpleaños 32 de Dorian Gray, el 7 de noviembre. Después de los cambios, se especificó que tuvieron lugar en torno al cumpleaños 38 de Dorian, el 9 de noviembre, por tanto extendiendo el período de tiempo durante el que transcurre la historia. La anterior fecha es también significativa, pues coincide con el año en la vida de Wilde durante el cual se inició en prácticas homosexuales.

[editar] Prefacio

El prefacio de El Retrato de Dorian Gray fue añadido, junto con otras enmiendas, después de que la edición publicada en Lippincott recibiera críticas. Wilde lo usó para responder a estas críticas y defender la reputación de la novela.[13] Consiste en una colección de afirmaciones sobre el rol del artista, el arte en sí mismo, el valor de la belleza y sirve como un indicador de la forma en que Wilde propone que sea leída la novela. Asimismo, deja huellas de la exposición de Wilde al Taoísmo y a los escritos de Zhuangzi. Poco antes de escribir el prefacio, Wilde reseñó la traducción de Herbert A. Giles de los escritos del filósofo chino taoísta.[14] En su reseña, escribe:

El contribuyente honesto y su familia sana, sin duda, a menudo se han burlado de la frente en forma de bóveda del filósofo y se han reído de la extraña perspectiva del paisaje que se encuentra debajo de él. Si realmente supieran quién era, temblarían. Porque Chuang Tsǔ pasó su vida en la predicación de la gran religión de la inacción y en señalar la inutilidad de todas las cosas.[15]

[editar] Crítica

En general, las primeras críticas al libro fueron duras. Así, el libro ganó cierta notoriedad por calificativos tales como 'empalagoso', 'nauseabundo', 'afeminado', 'sucio' y 'contaminante.'[16] Esto tuvo mucho que ver con los tintes homoeróticos de la novela, que causaron mucha sensación entre los críticos de la época victoriana, cuando fue publicado por primera vez.

Una gran parte de las críticas contra Wilde se debió a su percepción sobre el hedonismo y por la distorsionada imagen que tenía de la moral convencional. El Daily Chronicle del 30 de junio de 1890 mencionaba que la novela de Wilde tenía "un elemento [...] que mancharía cada mente joven que se pusiera en contacto con ella." A pesar de que este elemento no es nombrado explícitamente, el homoerotismo, especialmente en la primera edición, parece ser probablemente el tema aludido.

[editar] Adaptaciones a cine, teatro y televisión

El personaje de Dorian Gray aparece en la película "La Liga Extraordinaria" o "La Liga de los Hombres Extraordinarios" (The League of Extraordinary Gentlemen) de 2003, interpretado por Stuart Townsend. La película está basada libremente en la novela gráfica The League of Extraordinary Gentlemen escrita por Alan Moore e ilustrada por Kevin O'Neill, aunque en esta no aparece el personaje de Dorian Gray.

También se le atribuyó un tema del grupo Demons and Wizards. El grupo inglés de Sunderland de música indie rock, The Futureheads hizo la canción, A Picture of Dorian Gray.

Se está produciendo una nueva versión de la novela, la cual es dirigida por Oliver Parker, en la cual Ben Barnes (Las crónicas de Narnia: el príncipe Caspian) será el protagonista junto a Rebecca Hall y Colin Firth, con quien ya ha compartido créditos en la película Easy Virtue.

[editar] Notas

  1. The Picture of Dorian Gray (Penguin Classics) - Introduction
  2. Notes on The Picture of Dorian Gray - Una visión de conjunto del texto, fuentes, influencias, temas y un sumario de El retrato de Dorian Gray
  3. glbtq >> literature >> Ghost and Horror Fiction - una página web que discute la temática de fantasmas y las novelas de terror desde el siglo XIX hacia adelante (acceso: 30 de julio de 2006)
  4. Books of the poet: Oscar Wilde - una página web con sinópsis de varios libros, incluyendo El retrato de Dorian Gray (acceso: 27 de agosto de 2006).
  5. [1]The Picture of Dorian Gray (Projecto Gutenberg 20-versión por capítulos), línea 3479 et seq en texto llano (capítulo VII).
  6. The Modern Library - una sinopsis del libro junto con una pequeña biografía de Oscar Wilde (acceso: 6 de julio de 2006).
  7. Citas de Oscar Wilde - una cita sobre El retrato de Dorian Gray y su parecido con el Fausto
  8. 'The Picture of Dorian Gray (Penguin Classics) - Preface
  9. The Picture of Dorian Gray (Penguin Classics) - Capítulo II
  10. The Picture of Dorian Gray - un resumen y comentario del capítulo II del Retrato de Dorian Gray
  11. Ellmann, Oscar Wilde (Vintage, 1988) p.316
  12. The Picture of Dorian Gray (Penguin Classics) -Una nota sobre el texto
  13. GraderSave: ClassicNote - un resumen y análisis del libro y su prefacio
  14. El Prefacio apareció por primera vez con la publicación de la novela en 1891. Pero, para junio de 1890, Wilde estaba defendiendo su libro (véase The Letters of Oscar Wilde, Merlin Holland and Rupert Hart-Davis eds., Henry Holt (2000), ISBN 0-8050-5915-6 y The Artist as Critic, ed. Richard Ellmann, Universidad of Chicago (1968), ISBN 0-226-89764-8; donde la reseña de Wilde de la traducción de Giles es identificada incorrectamente con Confucio). La reseña de Wilde sobre la traducción de Giles fue publicada en The Speaker del 8 de febrero de 1890.
  15. Ellmann, The Artist as Critic, 222.
  16. The Modern Library - una sinopsis del libro con una corta biografía de Oscar Wilde (acceso 6 de julio de 2006)

[editar] Bibliografía

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos

Wikiquote

Wikisource

LITERATURA: LA LEYENDA. Leyenda es una narración que narra un suceso con parte de la realidad y parte fantasiosa, generalmente las leyendas se transmiten de generación en generación. La leyenda es parte de la cultura y las creencias de un puebol una ciudad o un estado, cuando las leyendas se pasan de generación en generación es posible que sufran algunos cambios en su contexto, es decir que varie un poco la leyenda en la narración pero el objetivo es el mismo.

Leyenda

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Leyenda es una narración que narra un suceso con parte de la realidad y parte fantasiosa, generalmente las leyendas se transmiten de generación en generación. La leyenda es parte de la cultura y las creencias de un puebol una ciudad o un estado, cuando las leyendas se pasan de generación en generación es posible que sufran algunos cambios en su contexto, es decir que varie un poco la leyenda en la narración pero el objetivo es el mismo.

Contenido

[ocultar]

[editar] Etimología y características

Leyenda viene del latín legenda («lo que debe ser leído») y es en origen una narración puesta por escrito para ser leída en voz alta y en público, bien dentro de los monasterios, durante las comidas en el refectorio, o dentro de las iglesias, para edificación de los fieles cuando se celebra la festividad de un santo. En las leyendas la precisión histórica pasa a un segundo plano en beneficio de la intención moral o espiritual (en las hagiografías o leyendas hagiográficas o piadosas, cuyo más conocido testimonio es La leyenda dorada de Jacopo della Vorágine).

Ese es el significado que da a la palabra el maestro Gonzalo de Berceo, cuando en Milagros de Nuestra Señora habla de "todas las leyendas que son del Criador" y en otros pasajes, aunque también se refiere ocasionalmente a leyendas de forma más general; en otros autores el significado de la palabra se extiende a lecturas no solamente piadosas. Su significado posterior se profaniza como lectura de algo no ajustado estrictamente a la historia y con valor poético. Durante el Romanticismo, la leyenda se vuelve sinónima de lo conocido en el siglo XIX como "tradición popular".

En literatura, una leyenda es una narración ficticia, casi siempre de origen oral, que hace apelación a lo maravilloso. Una leyenda, a diferencia de un cuento, está ligada siempre a un elemento preciso y se centra menos en ella misma que en la integración de este elemento en el mundo cotidiano o la historia de la comunidad a la cual pertenece. Contrariamente al cuento, que se sitúa dentro de un tiempo ("érase una vez...") y un lugar (por ejemplo, en el Castillo de irás y no volverás) convenidos e imaginarios, la leyenda se desarrolla habitualmente en un lugar y un tiempo precisos y reales; comparte con el mito la tarea de dar fundamento y explicación a una determinada cultura, y presenta a menudo criaturas cuya existencia no ha podido ser probada (la leyenda de las sirenas, por ejemplo). Durante el Romanticismo la leyenda se escribía por autores conocidos en prosa o verso en diversas colecciones; sus autores más celebrados fueron en ese siglo Ángel de Saavedra, José Zorrilla, Gustavo Adolfo Bécquer y José Joaquín de Mora

[editar] Descripción

Una leyenda está generalmente relacionada con una persona, una comunidad, un momento, un lugar o un acontecimiento cuyo origen pretende explicar leyendas etiológicas. A menudo se agrupan en ciclos alrededor de un personaje, como sucede con los ciclos de leyendas en torno a Robin Hood, el Cid Campeador o Bernardo del Carpio.

Las leyendas contienen casi siempre un núcleo básicamente histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones (la llamada etimología popular, por ejemplo) o exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original.

Cuando una leyenda presenta elementos tomados de otras leyendas hablamos de "contaminación de la leyenda".

[editar] Las leyendas en España

España fue un verdadero crisol para las leyendas; se mezclaron en la Península Ibérica tradiciones muy disímiles: célticas, ibéricas, romanas, visigodas, judías, árabes (y con los árabes, las tradiciones indias) en las más diversas lenguas.

Infinidad de leyendas aparecen en el Romancero y, a través de él, en el teatro clásico español. Un verdadero vivero de leyendas es la obra de Cristóbal Lozano y la novela cortesana del Barroco. Numerosos escritores eclesiásticos compilaron leyendas y tradiciones piadosas en distintas colecciones, la más conocida de las cuales, pero no la única, es el Flos sanctorum. Pero es solamente en el siglo XIX cuando los románticos empiezan a experimentar algún interés por recogerlas, estudiarlas o incluso imitarlas. En 1838 se publican ya unas Leyendas y novelas jerezanas; en 1869, 1872 y 1874 aparecen ediciones sucesivas de unas Leyendas y tradiciones populares de todos los países sobre la Santísima Virgen María, recogidas y ordenadas por una Sociedad Religiosa. En 1853 Agustín Durán, que había ya publicado los dos tomos de su monumental Romancero general o colección de romances castellanos (BAE, t. X y XVI), publicó la Leyenda de las tres toronjas del vergel de Amor. Ángel de Saavedra, duque de Rivas, cultiva el género de la leyenda en verso y Fernán Caballero traduce leyendas alemanas y compila y reúne colecciones de las españolas. Las de Gustavo Adolfo Bécquer, tanto las publicadas como las recopiladas póstumamente, son de las más expresivas en prosa, pero tampoco desmerecen las leyendas en verso de José Zorrilla y de José Joaquín de Mora. Tras Washington Irving, el arabista Francisco Javier Simonet publicó en 1858 La Alhambra: leyendas históricas árabes; José Lamarque de Novoa publicó Leyendas históricas y tradiciones (Sevilla, 1867); Antonia Díaz Fernández de Lamarque, Flores marchitas: baladas y leyendas (Sevilla, 1877); Manuel Cano y Cueto se ocupó de las leyendas sobre Miguel de Mañara (1873), y a estos nombres habría que añadir otros muchos no menos importantes, como María Coronel, Josefa Ugarte y Casanz, Teodomiro Ramírez de Arellano, José María Goizueta etcétera. En 1914 el importante centro de estudios folclóricos que era entonces Sevilla auspició la traducción de La formación de las leyendas de Arnold van Gennep. En 1953 supuso un hito la aparición de la Antología de leyendas de la literatura universal por parte del filólogo Vicente García de Diego, con un denso y extenso estudio preliminar y una selección de las mejores leyendas españolas agrupadas por regiones, y de otros países de todo el mundo. La última contribución importante a estos estudios es sin duda la de Julio Caro Baroja, un gran estudioso de la literatura de cordel, De arquetipos y leyendas (Barcelona: Círculo de Lectores, 1989)

[editar] Bibliografía

  • Joaquín Álvarez Barrientos y María José Rodríguez Sánchez de León, con la colaboración de Ricardo de la Fuente Ballesteros, Diccionario de literatura popular española. Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1997.
  • Antología de leyendas. Estudio preliminar, selecc. y notas de Vicente García de Diego. Barcelona, Labor, 1953, 2 vos. Contiene leyendas de España divididas por regiones y de Yugoslavia, Grecia, Turquía, Bulgaria, Rumanía, Polonia, Finlandia, Rusia, Inglaterra, Irlanda, Nórdicas, Suecia, Alemania, Fenicia, Caldea, Armenia, Media, Persia, India, Tíbet, China, Japón, Java, Nueva Guinea, Argentina, Bolivia, Colombia, Brasil, México, Cuba, Canadá, Marruecos, Egipto, Nigeria, bantúes, talmúdicas, gitanas. Reimpreso sin las notas ni la documentadísima introducción en Barcelona: Círculo de Lectores, 1999.

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos

Wikcionario

Wikisource